_
_
_
_
LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Y si Cristiano se va?

Ya no es aquel emblema de lo que un día bauticé como "macarra chic", un altanero cubierto de alhajas y logos, tratando el dinero como papel higiénico.

Cristiano Ronaldo y Edinson Cavani en el partido Uruguay-Portugal celebrado en Sochi (Rusia) el 30 de junio de 2018.
Cristiano Ronaldo y Edinson Cavani en el partido Uruguay-Portugal celebrado en Sochi (Rusia) el 30 de junio de 2018.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)
Boris Izaguirre

Encuentro que la imagen del Mundial de Rusia ha sido la de Cristiano Ronaldo sujetando a su rival, el jugador uruguayo Edinson Cavani, lesionado tras marcar el gol que envió a la selección portuguesa de vuelta a casa, cruzando el campo como dos héroes. Como Alejandro Magno y un joven general persa. Uno cojeando herido, Cristiano mirando al frente, casi como una estatua del realismo socialista, cogiendo por la cintura a su némesis, que se apoyaba sobre su hombro. En ese instante, Cristiano podría parecer un millennial que sabe captar el poder de un momento para Instagram, pero en realidad ponía la guinda sobre su propia transformación de jugador egocéntrico, endiosado y millonario a algo similar a un líder espiritual. Que suelen ser así. El mejor futbolista del mundo se confirmaba como el mayor influencer global.

Más información
El triunfo del 'Macarra Chic'
Un patinazo con los gitanos, el último resbalón de Paula Echevarría
La soledad ‘portuguesa’ de Cristiano Ronaldo

Tuve una epifanía. Cristiano es otro. Y es oro. Si ahora se va —según la prensa italiana el Juventus habría hecho una oferta irrechazable— me gustaría reconocerle esa transformación. Ya no es aquel emblema de lo que un día bauticé como "macarra chic", un altanero cubierto de alhajas y logos, tratando el dinero como papel higiénico. Estaba equivocado: esa es la forma en la que hay que tratar el dinero. Y hay que partir del endiosamiento para de verdad convertirte en otra persona, alguien solidario y más parecido a un dios. Ojalá ese cambio nos atravesara a todos. Ojalá Mariano Rajoy, en su retiro de Santa Pola, reciba este mismo mensaje. Convertir nuestro cuerpo en una máquina pero poniendo el objetivo más allá del gol, del poder. Dejar atrás el macarra chic y gestar la leyenda.

El Cristiano que ha pasado por el Real Madrid ha cincelado no solo el cuerpo sino su lugar en la historia. Hubo esos veranos en los que sus yates alquilados se poblaban de chicarrones exhibiendo una musculatura que hasta entonces solo veíamos en las calles el día del Orgullo Gay. La exhibición orgullosa de tanto musculo masculino quizás alarmó a alguna autoridad del balompié. Y fue cuando entonces apareció Georgina Rodríguez, madre de su hija y una versión de la Cenicienta en tiempos modernos.

Georgina trabajaba afanosamente en la tienda de Gucci en Madrid de la que Cristiano y su equipo son forofos. Igual que con el gesto a Cavani, Cristiano supo ver en esa joven un amor, pero también otra gesta. Sus anteriores experiencias con supermodelos como Irina Shayk no funcionaron. Y alguna, como Paris Hilton, lo engatusó para llevarlo a su casa y fotografiarlo por paparazzis alertados por ella misma, le dejaron ese mal sabor del abuso descarado. Cristiano ha vivido su peculiar martirio, pero jamás se ha doblegado. Durante un partido, un jugador andaluz le llamó maricón. Y Cristiano, sin reducir el paso, le espetó: "Millonario". Y allí dejó al catetillo. Gore Vidal no habría podido escribir un diálogo mejor para su guion de Ben-Hur. Acosado por Hacienda, Cristiano sufre los castigos de ser rico pero eso no impide subir un vídeo sobre sus hazañas solidarias. Agita la coctelera de la polémica y calla críticas con goles. Y crece.

Meghan y Enrique de Sussex en un encuentro con jóvenes de la Commonwealth celebrado el 5 de julio en Londres.
Meghan y Enrique de Sussex en un encuentro con jóvenes de la Commonwealth celebrado el 5 de julio en Londres.YUI MOK (Getty Images)

En otros salones se esperan otros partidos. Como en la Moncloa, donde están organizando el cóctel con el president Torra. Para hablar "de todo", a calzón quitado. Me pregunto qué servirán de catering, espero que algo orgánico, como quinoa o semillas de lino, que desengrasan, oxigenan y aportan antioxidantes. A ese cóctel deberían invitar a una figura de consenso como Meghan Markle, otra influencer que venció por un momento a la dictadura del tacón aguja para asistir a un partido de polo y salió airosa.

El estilo siempre avanza cargándose algo. También se quedan obsoletas las frases hechas. Paula Echevarría ha dejado de contar likes por emplear una políticamente incorrecta. Echevarría fue comparada con su compañera Dulceida durante la promoción de una campaña de champú. Paula es actriz al tiempo que infuencer mientras que Dulceida es solo influencer. La actriz minimizó la comparación diciendo: "Es como comparar a Dios con un gitano". Joaquín Cortés, que tuvo sus días de endiosamiento, le reclamó que con sus declaraciones "demuestras tu nivel cultural y falta de humanidad". Paula, querida, hay que alejarse de las frases hechas. Son cursis y faltonas, justamente lo que no debemos ser. Además al ser hijo de palestinos es probable que Dios no sea del todo rubio. Pongamos en ese lugar la cara y el cuerpo del nuevo Cristiano Ronaldo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_