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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El PP, al desnudo

Las primarias evidencian el retraso del Partido Popular en cultura democrática

Pablo Casado siguió en un bar de Lleida el partido de La Roja contra Rusia.
Pablo Casado siguió en un bar de Lleida el partido de La Roja contra Rusia.ADRIA ROPERO (EFE)

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Todo proceso de democracia interna en los partidos es por principio positivo, además de obligatorio. Pero al mismo tiempo entraña el riesgo de poner en evidencia las carencias de la organización. Es lo que ha ocurrido en el Partido Popular, donde el primer intento de conceder a los militantes la decisión sobre su futuro liderazgo ha puesto al descubierto la desmovilización masiva de sus seguidores, la falta de debate interno y las debilidades de un método de elección que, al conceder la palabra final a los compromisarios, puede torcer en alguna medida la voluntad de los militantes. Las primarias están desvelando, en suma, el profundo retraso que arrastra el primer partido de España en términos de cultura democrática.

Los 66.706 inscritos para las primarias ya reflejaron, cuando se conoció la cifra, el pinchazo en la burbuja de militantes del PP, que siempre se había atribuido más de 800.000. A la hora de la verdad, solo el 7,6% de ese ejército se ha hecho visible y está dispuesto a participar en la batalla. Los estímulos para su decisión, además, han sido escasos, pues se disponen a votar mañana sin haber asistido a un solo debate entre los seis aspirantes y sin haber podido contrastar sus propuestas. A falta de precedentes en su propia organización, las primarias del PP solo pueden compararse en España con las del PSOE y con las de Podemos, acostumbrados ya a exhibir sus divisiones en sus procesos internos. El 80% de los 187.000 militantes del PSOE votó en las primarias en 2017 y en la última consulta de Podemos, lo hicieron 188.000 inscritos, el 38,57% del total.

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Las campañas de los candidatos favoritos en el PP han transcurrido bajo una lluvia fina de gestos y guiños, sin programas diferenciados, más allá de lo que representan sus propias personalidades: Dolores de Cospedal ha acentuado su profunda vinculación al partido con pequeños gestos como el anuncio de su candidatura en la sede en Castilla La Mancha o la visita a la hermana de Rita Barberá. La exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha intentado subrayar su capacidad de gobierno y su deseo de medirse con Pedro Sánchez en última instancia. Y Pablo Casado ha construido el discurso más aznarista y conservador, aunque basado en su juventud. Su candidatura ha sorprendido en capacidad de convocatoria, pero la sombra de su máster y la amenaza de una posible acción judicial se proyectan sobre su futuro.

Descolocado aún por su repentino desalojo del Gobierno tras la sentencia de Gürtel, los miembros del PP han afrontado además todo el proceso entre el pesado silencio de Mariano Rajoy y el exhibicionismo de José María Aznar, que ayer mismo lanzó nuevas pullas contra el ex presidente y se jactó de haber dejado el partido con tres millones más de votos. La batalla interna está servida, pero no son muchas las armas que tienen los candidatos para librarla ni los militantes para decidir. El método elegido para que, tras el voto de de mañana, los compromisarios elijan dentro de dos semanas entre los dos finalistas, es bastante mejorable desde un punto de vista democrático. Sea como sea, el PP tendrá que llevar a cabo cuanto antes un reposicionamiento político que le permita recobrar el contacto con su electorado natural.

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