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Detuvo tres 'penalties' en un Mundial y cayó eliminado: la increíble historia del portero danés

Por bien que lo haga, nunca es suficiente. Es el sino de Kasper Schmeichel, el gran portero que siempre tuvo que vivir a la sombra de uno aún mejor: su padre

Kasper Schmeichel durante el partido de Croacia contra Dinamarca.
Kasper Schmeichel durante el partido de Croacia contra Dinamarca.Getty Images

Se dice pronto: detuvo tres penalties en un partido (no en uno cualquiera, sino un enfrentamiento de octavos de final de un campeonato mundial de fútbol, donde brillar depara la gloria) y, pese a todo, su recompensa fue la derrota. Hablamos de Kasper Schmeichel (Copenhague, 1986). La proeza empezó a lo grande. Corría el minuto 116 de partido, la prórroga agonizaba, y una pena máxima a favor de Croacia parecía destinada a inclinar de este lado la balanza. La jugada había sido épica: el defensa, cual kamikaze, había derribado a Luka Modric a puerta vacía. Pateaba el propìo Modric, garantía de éxito. Pero su lanzamiento, imperfecto, lo atajó un rápido Schmeichel, que se quedó postrado protegiendo el balón en posición fetal, enmarcando su parada. Había salvado a Dinamarca de caer en el último suspiro. Entonces llegó la tanda de penalties, y el rubio danés, cual vikingo enardecido, atrapó otros dos lanzamientos. Y sin embargo, sus compañeros estuvieron aún más desacertados que los croatas, y el país nórdico quedó eliminado. La FIFA eligió al guardameta Hombre del Partido.

El camarero se apresuró a estrechar la mano de Schmeichel padre, añadiendo: “Tu hijo es buen portero, pero nunca será como tú”. Peter mandó a freír espárragos al admirador

A todo esto, tras cada soberbia parada, la cámara de televisión se posaba en su padre, Peter Schmeichel, legendario exportero del Manchester United, equipo con el que ganó cinco títulos de la Premier League y una Champions League (1999). La UEFA lo coronó Portero del Año en 1992, 1993, 1997 y 1998. Ganó la Eurocopa con Dinamarca en 1992. Suerte que Kasper estaba demasiado ocupado parando penalties para ver la retransmisión: le habría reventado. No solo su carrera se ha desarrollado a la sombra de su famoso progenitor, sino toda su existencia y ha marcado su carácter.

“La gente se ha entrometido en mi vida desde que nací”, declaró en diciembre de 2015 al Daily Mail. “La vida del resto de jugadores es como la de cualquier otra persona hasta los 18 años, pero la mía no. Es algo que está hasta en mis primeros recuerdos. Me ha hecho ser muy reservado con la gente. Nunca he sido muy accesible, pero es porque a los ocho años, cuando jugaba, tenía que escuchar todo el rato a la gente cuchicheando detrás de la portería: 'Es el hijo de Peter Schmeichel”. Kasper nació en Copenhague, pero prácticamente toda su vida la ha pasado en Reino Unido.

En la entrevista, recuerda cómo es habitual que la gente se le acerque para pedirle un autógrafo y, para romper el hielo, le suelte: “Tu padre era mejor”. Como explica, “antes lo dejaba pasar. Pero ahora que soy padre, no”. También evoca una ocasión en la que salió a cenar con su padre. El camarero se apresuró a estrechar la mano de Schmeichel padre, añadiendo: “Tu hijo es buen portero, pero nunca será como tú”. Peter mandó a freír espárragos al admirador, quien, consciente o inconscientemente estaba despreciando a su hijo. “Mi padre está tan harto como yo”, dice Kasper.

Lo que al principio pensaba que era una costumbre pasajera, se ha perpetuado. “Ha ido a peor”, se queja. “Creía que sería al revés, no sé por qué. Por alguna razón, la gente está más interesada en eso que nunca. No ha sido una ayuda para mi carrera, más bien al contrario. Creo que habría jugado más tiempo en la Premier League. Estoy casado, tengo dos hijos, y la gente sigue viéndome como el hijo de alguien. Siguen viéndome como un niño. La gente se sorprende cuando se entera de que tengo 29 años [en la actualidad tiene 31]. Dicen: ¿en serio? Supongo que si, con suerte, sigo jugando a los 40, empezarán a verme como a una persona madura”.

De nuevo otro mejor se ha cruzado en su carrera: el portero croata, Danijel Subasic, que detuvo en la tanda de penalties uno más que él, enviando a los daneses a su tierra y eclipsando la hazaña de este héroe frustrado, que, a pesar de su nombre de fantasma, nunca puede tirarse el pisto. 

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