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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuando el hambre viene a complicar aún más las cosas

La crisis migratoria va a ser uno de los temas de la cumbre europea que va a celebrarse en unos días

José Andrés Rojo
Un Guardia Civil traslada al puerto de Motril a varios de los 96 inmigrantes rescatados en aguas del mar de Alborán.
Un Guardia Civil traslada al puerto de Motril a varios de los 96 inmigrantes rescatados en aguas del mar de Alborán.Miguel Paquet (EFE)

Europa tiene una inquietante forma de relacionarse con los inmigrantes que llegan a sus costas y a sus ciudades. A los que vienen impulsados por el hambre se les da directamente una patada para que regresen a casa y dejen de dar la lata. Tienen que haber sufrido persecuciones y torturas, violaciones y palizas, o haber salido zumbando de los horrores de una guerra, para que se los trate con un poco más de consideración (tampoco mucha). El hambre es demasiado corriente en esas gentes desesperadas, así que la fórmula de expulsarlos se ha generalizado sin producir ningún dolor de conciencia digno de consideración.

El caso es que no hace mucho era el hambre el que expulsaba a los europeos de sus casas y los proyectaba hacia otras partes. Muchos se trasladaban simplemente del campo a la ciudad, pero otros se fueron mucho más lejos. Lo cuenta el historiador Hagen Schulze en uno de esos libros imprescindibles para enterarse de lo que pasó —y comprender también lo que puede estar pasando ahora—, Estado y nación en Europa. Cuenta ahí que “la población europea empezó a crecer bruscamente a partir de mediados del siglo XVIII”. Si en 1750 había en el continente unos 130 millones de personas aproximadamente, en vísperas de la I Guerra Mundial ya eran 468 millones. En muchas zonas la gente empezó a pasar hambre y se puso en movimiento. “Londres estaba invadido por campesinos irlandeses, París por los pauvres montagnards del Macizo Central y de los Alpes, en Madrid pululaban los montañeses de los Pirineos y Galicia, y Nápoles atraía al miserable proletariado rural de la Italia del sur”, escribe Schulze.

Un 15% de la población europea abandonó el continente entre el comienzo del siglo XIX y el estallido de la Gran Guerra. Empezaron yéndose de Reino Unido, Irlanda y Alemania; a finales de la centuria se movieron sobre todo rusos, polacos, italianos y españoles. “45 millones, aproximadamente, se establecieron en América, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.Otros seis millones marcharon de Europa a los desolados territorios rusoasiáticos, una migración que en muchos aspectos no fue menos significativa ni dramática que la colonización de Norteamérica”.

La crisis migratoria va a ser uno de los temas de la cumbre europea que va a celebrarse en unos días. El hambre que mueve hoy a millones de personas asomará como telón de fondo. Lo comentaba el presidente Pedro Sánchez en la entrevista que se publicó en este periódico: “Del año 2018 al 2050, en la UE seguiremos teniendo en torno a 700 millones de habitantes, pero África pasará a 2.400”. Ese es el bosque que hay que ver detrás de los más de 600 náufragos del Aquarius.

Ante este panorama otro historiador, Gabriel Tortella, señalaba en Capitalismo y revolución el grave dilema al que se enfrenta, no ya Europa, sino la humanidad entera: “El aumento de la población acentúa el deterioro del medio y agrava las desigualdades económicas. Si tratamos de poner remedio a las desigualdades mejorando el nivel de vida de los pobres, el deterioro medioambiental se multiplica, con consecuencias aterradoras. Si no lo conseguimos y persisten las desigualdades, aparte del ultraje que eso significa para nuestra conciencia, tal persistencia puede con alta probabilidad agravar el enfrentamiento violento entre el Tercer Mundo y el Primero”. Esto es lo que hay y no se puede mirar a otra parte.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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