Lo último de Sting: un disco raro de explicar pero fácil de escuchar
El jamaicano Shaggy y el británico se han juntado para grabar '44/876', la colaboración musical más peculiar e inesperada del año


“Tú estabas en mi sala privada”. Sting (Wallsend, 1951) es un señor enorme enfadado que me suelta esto a apenas un palmo de mi rostro cuando me presento en una habitación de la Union Chapel de Londres. Estoy allí para entrevistarle junto a Shaggy (Kingston, 1968), el artista jamaicano con el que ha publicado 44/876 (Universal), acaso la colaboración musical más peculiar e inesperada del año. Tiene razón el ex The Police. Me equivoqué de habitación y en vez de ir a la de prensa, me metí en su salón personal, me apoyé en la pared a dos metros de él y, mientras Sting comía un kebab, yo mandaba mensajes a todo el mundo contando lo que estaba pasando. Me disculpo por el error. No ha sido el único que he cometido esta mañana. He llegado una hora tarde y he dejado al periodista búlgaro sin entrevista. Con ese no me he disculpado. Sting me da la mano. Es enorme. Viste con aquella ropa de diseñador japonés que uno siempre fantaseó con ponerse si fuera guai. Shaggy es minúsculo y algo rechoncho. Lleva una camiseta blanca que le va pequeña, como aquellas con las que uno fantasea a cierta edad que un día podrá volver a ponerse.
Tras un single, Don’t make me wait, y una actuación en la Super Bowl, el dúo presenta a la prensa un proyecto que no sabe si tendrá continuidad. Da la sensación de que, con este cruce entre reggae y pop y con el tiempo que han pasado juntos, ya se dan por satisfechos. “De él he aprendido a ser muy meticuloso”, explica Shaggy, autor de hits globales como Mr Bombastic. “Es muy bueno diseccionando… gente. En serio, hacemos una canción y yo pienso: ‘¡Qué guai!’. Y él dice: ‘Vale, está bien, pero probemos eso. Nueve de cada diez veces mejora el tema. Mira, él no ha sacado ningún disco que no le guste y yo he lanzado muchos de los que me arrepiento”. Sting dice que gracias a Shaggy ha aprendido a ser menos opaco y más espontáneo. “En eso soy ahora mucho mejor que él. Una máquina. Bueno, también he aprendido que debo colaborar con gente más joven”, bromea el autor de Roxanne ante la carcajada de su colega. Si no siguiera acojonado yo también me reiría.
A pesar de estar algo fuera de onda musicalmente, el largo toca temas muy actuales. Desde el feminismo hasta la América de Trump. “Debemos replantear la relación que tenemos con las mujeres. Preguntar más sin que esto acabe en un enfrentamiento, que sería el fin de nuestra especie. Es urgente”, reflexiona Sting. Al respecto de lo segundo, el inglés se muestra algo más cauteloso, aunque igual de decidido: “Nuestra música da esperanza, pero no somos predicadores. Solo decimos que hay esperanza. Eso sí, tal vez llegue el momento de levantar barricadas. Si eso sucede voy a estar preparado, podéis contar conmigo”.
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