Desesperación
No hay un solo líder político dispuesto a hacerse carne y a habitar entre nosotros para cambiar el mundo desde dentro
Nuestros líderes políticos viven de la realidad, pero no viven en ella. Tarde o temprano todos encuentran el modo de fugarse, bien a través de túneles hábilmente excavados bajo los asientos del Congreso, bien a la luz del día, depende de lo dura que tengan la cara. Al encender la tele o abrir el periódico, los vemos enfrascados en sus propias cuitas, que nada tienen que ver con las nuestras. Habitan un mundo que recuerda un poco al de programas de la tele tipo Sálvame, cuyos componentes solo tienen la obligación de resultar polémicos y gritarse entre sí. Acabado el programa, pasan por caja, y se retiran a sus viviendas, por lo general alejadas también de la realidad. Y es que la realidad no es un buen lugar para vivir, ni para educar a los niños, de ahí que la mayoría de la gente, en vez de intentar cambiarla, la abandone. Los recién condenados por la Gürtel lo hicieron de forma tan atolondrada que acabaron sin darse cuenta en el punto de partida. No sé, a lo mejor si robas un millón o dos, incluso tres, puedes pasar inadvertido, pero acumular cincuenta o sesenta, te devuelve a la casilla de salida porque los extremos se tocan.
El mito de Edipo es en ese sentido muy didáctico, pues viene a demostrar que cuanto más te alejas de lo que temes, más te acercas a ello. Ahí está Bárcenas, que huyendo de la realidad ha dado con sus huesos en la realidad por antonomasia, que es la cárcel. Pero a lo que íbamos es que ahora mismo no contamos en el panorama nacional (ni en el internacional) con un solo líder político dispuesto a hacerse carne y a habitar entre nosotros para cambiar el mundo desde dentro. Y esto, a los contribuyentes, fritos a impuestos, tasas y contribuciones especiales, nos sume en la desesperación.
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