El secreto familiar que consumió a Saint Laurent
Diez años después de la muerte del modisto, su sobrina publica un libro donde revela la violación de su madre
El día que murió Yves Saint Laurent, el 1 de junio de 2008, su sobrina, la escritora Marianne Vic, prefirió no acudir al funeral celebrado en la iglesia parisina de Saint-Roch. “Estaba demasiado apenada. Perdía a una figura paterna, por extraño que parezca. Pese a su propio sufrimiento, siempre se ocupó de mí”, explica sobre su tío, que también fue su padrino. Hoy ha regresado a ese mismo lugar para rendirle homenaje, diez años después de su muerte, y leyó en su memoria unas líneas que, en su día, le dedicó Marguerite Duras. Fue una forma de cerrar un círculo. De la misma voluntad surge su último libro, Rien de ce qui est humain n'est honteux(Nada de lo que es humano es vergonzoso), recientemente publicado en Francia, donde Vic revela un secreto familiar que cree que devoró a Saint Laurent: la violación de la que fue víctima su madre a manos de su padrastro.
En este libro de prosa cortante, Vic se esfuerza en desmontar la mitología que ha rodeado desde siempre al modisto, meticulosamente diseñada por Pierre Bergé, su socio y compañero sentimental durante 50 años. La figura clave en esta estampa familiar es esa matriarca llamada Lucienne, que además fue hija de una violación distinta: la que sufrió su madre poco después de casarse con un banquero en la Argelia colonial. Para evitar que la acelerada ascensión social de la familia se viera frenada, Lucienne fue confiada a una nodriza al nacer y pasó los cinco primeros años de su vida en un hogar de acogida.
Saint Laurent murió sin saber nada de todo eso. “Ni me planteé decírselo”, explica Vic, a quien su abuela confió el secreto en 2002, pocos días después de que el diseñador anunciara su retirada de la moda. “Estaba demasiado impactada, hasta el punto que había dejado de ver a mi abuela. Le guardaba rencor. ¿Por qué me había escogido a mí y no a sus tres hijos, que aún estaban con vida?”.
La autora terminó entendiendo que los consideraba “demasiado frágiles para escucharlo”. Y que los tabúes familiares se suelen romper saltándose una generación. Aun así, está convencida de que su tío sabía que algo no cuadraba en el relato oficial. “Un secreto de familia siempre es un veneno. Sea cual sea, te devora por dentro. Un niño siempre logra percibir estas cosas”, sostiene.
Vic también ahonda en la descendencia española de Saint Laurent, bisnieto de emigrantes que se instalaron en Orán a finales del siglo XIX huyendo de la pobreza. Su abuela adoptó el apellido de resonancia germánica de su marido, Muller, para eliminar todo rastro de esos orígenes. “Siempre se ha hablado mucho de la genealogía del padre de Saint Laurent, más prestigiosa, donde había algunos miembros del entorno de Napoleón Bonaparte. En cambio, se mencionaba menos que su madre descendía de caracoles españoles, como se les llamaba por el fardo que llevaban a cuestas con todas sus pertenencias, que se instalaron en Argelia y lograron medrar”, relata Vic.
El joven Saint Laurent sintió vergüenza por esa madre de orígenes humildes, pese a la insistente leyenda que asegura que fue su inconmensurable elegancia la que inspiró su carrera meteórica en la moda. “Era una mujer con un sentido estético muy desarrollado, que causaba sensación en Orán con modelos confeccionados con patrones llegados de París. Pero cuando entró a trabajar en Dior, mi tío se dio cuenta del abismo colosal que separaba la elegancia de su madre y la de las parisinas…”, afirma su sobrina. Con el tiempo, esa vergüenza terminó por desaparecer. Ahí estaba Lucienne, radiante de felicidad, sentada en la primera fila del desfile de despedida que Saint Laurent organizó en 2002, con Catherine Deneuve y Laetitia Casta como invitadas. Sin embargo, durante ese largo proceso, Lucienne también había cambiado.
“Borró todo lo que no le gustaba de sus orígenes, su acento, su manera de hablar y sus costumbres”, afirma Vic. “Mi abuela se terminó convirtiendo en una mujer vestida de alta costura y calzada con tacón alto, que llevaba medias oscuras hasta en verano. Pero siempre es difícil hacer desaparecer del todo lo que te constituye…”. A Vic le ha costado 16 años romper el silencio. Ha esperado a que murieran su tío, su abuela y su madre, Brigitte, con quien Saint Laurent tuvo una relación complicada, para sentirse capaz de contar la historia. “No quería transmitir esta herencia a mis hijos”, se justifica. En 2016, informó sobre este proyecto literario a Bergé, el guardián del templo. Asegura que le dio su visto bueno. Y también que añadió la siguiente frase: “En el fondo, eres la única de la familia que ha encontrado una salida”.
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