La mentira que nos tragamos sobre la “más bella escultura fúnebre de España”
Ortega y Gasset quedó deslumbrado por la figura. Luego, el engaño lo perpetró Unamuno
"Es la más bella escultura fúnebre de España". Estas palabras las dijo el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1955) y van dirigidas al Doncel de Sigüenza, aún hoy el mayor reclamo de la ciudad guadalajareña, que recibe anualmente miles de visitantes para ver la famosa escultura. Pero seguramente Ortega y Gasset no sabía que esta figura guarda una gran mentira.
La obra, anónima, que reposa en la catedral de Sigüenza (municipio de Guadalajara de unos 5.000 habitantes), retrata a un joven guerrero con un león a los pies, animal que representa valentía en el campo de batalla. Sin embargo, la postura de su cuerpo –aparece absorto en la lectura de un libro– muestra un temperamento de inclinación intelectual. Se trata de Martín Vázquez de Arce (1461-1486), un caballero que existió en la época de los Reyes Católicos (siglo XV) y que, a pesar de haber calado en el imaginario colectivo como tal, no es un doncel.
Quién es el principal responsable de la mentira. Unamuno, que idealizó a la figura en un texto denominando al caballero 'doncel'
Para entender la mentira que envuelve a la popular figura de Martín Vázquez de Arce es necesario, primero, tener claro el concepto de doncel. "Un doncel es el tratamiento que recibían los jóvenes de entre 12 y 16 años cuyas familias estaban compuestas por hidalgos o caballeros cercanos a la nobleza", explica a ICON Óscar Figueroa, argentino de 55 años que desde hace 15, cuando llegó a España, trabaja como guía de la catedral.
Vázquez de Arce, hijo de un consejero del cardenal Pedro González de Mendoza, tenía 25 años cuando murió en Granada en el campo de batalla en 1486. A modo de monumento funerario, sus padres, que le sobrevivieron, encargaron una escultura que le representara con la misma edad que tenía cuando perdió la vida. "El joven de la escultura tiene 25 años, una edad madura para una época donde la esperanza de vida era mucho menor de lo que lo es ahora. Llamarle doncel es faltar a la verdad porque solo podían serlo los niños que no superan los 15 años", señala el guía. La esperanza de vida en aquella época era de unos 35 años.
Pero, ¿quiénes son los responsables de este error? Nada menos que dos de los grandes intelectuales españoles, el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset y el escritor y filósofo Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864- Salamanca, 1936). Ortega y Gasset, que viajaba asiduamente a Sigüenza para deleitarse con la escultura, no llegó a referirse a él como doncel, pero atrajo con sus palabras a Unamuno. El dramaturgo se presentó en Sigüenza para embriagarse con la bella estampa a la que Ortega y Gasset dedicó estas palabras en su obra El espectador (1916): "Recuerdo que dentro de la iglesia, en un rincón de la nave occidental, hay una capilla y en ella una estatua de las más bellas de España. Me refiero al enterramiento de don Martín Vázquez de Arce. Es un guerrero joven, lampiño, tendido a la larga sobre uno de sus costados. El busto se incorpora un poco apoyando un codo en un haz de leña; en las manos tiene un libro abierto; a los pies un can y un paje; en los labios una sonrisa volátil. Nadie sabe quien es el autor de la escultura. Por un destino muy significativo, casi todo lo grande es anónimo". Ortega utilizó el término "can" (perro) sin duda por un error: se trata de un león.
Poco después de acudir a la catedral de Sigüenza, Unamuno publica en un periódico un relato que hoy está recogido en el libro Viajeros ilustres en Sigüenza (una recopilación de textos de intelectuales reivindicando la ciudad caracense). En ese texto, Unamuno se refiere al joven de la escultura como "doncel". Y así se le denominará desde entonces. Por qué lo hizo. "Le agregó lo de doncel a modo de alabanza. Probablemente para dar a su texto un toque romántico", informa Óscar Figueroa.
"El mito del Doncel se ha exagerado. Se quiere ver a un hombre intelectual que concilia las armas con la literatura, pero se trata de una escultura de un difunto que está leyendo un libro de rezos de forma distendida"
Fernando Marías, catedrático de arte en la Universidad Autónoma de Madrid
Fascinado por la belleza de Martín Vázquez de Arce, Unamuno se refirió al caballero como "bello doncel". Un halago con el que se produjo un punto de no retorno: Vázquez de Arce comenzó a ser conocido como el Doncel de Sigüenza. Sin embargo, no fue Unamuno el que se refirió por primera vez a Martín Vázquez de Arce como "doncel". Quizá Unamuno imitó al periodista e historiador Manuel Lasala (Zaragoza, 1803-1874), que fue el primero que usó el término, 50 años antes que Unamuno, para referirse a este caballero. "Acudió a la catedral e hizo un dibujo de la escultura. Al observarlo una vez terminado, se percató de los rasgos femeninos del joven y le pareció estar viendo una mujer, una doncella. Por eso le apodó el doncel", apunta Óscar Figueroa. Lo que está claro es que el texto de Unamuno (mucho más famoso que Manuel Lasala) fue el responsable de que se llame Doncel de Sigüenza.
El Doncel de Sigüenza está considerada una de las primeras figuras humanistas de España. Esta representación funeraria es una de las principales esculturas del gótico en España. Fernando Marías, catedrático especialista en arte y arquitectura española de la Universidad Autónoma de Madrid, quiere hacer alguna matización: "El mito del Doncel está romantizado y se ha exagerado. Se quiere ver a un hombre intelectual que concilia las armas con la literatura, pero yo creo que se trata de una escultura de un difunto que está leyendo un libro de rezos de forma distendida. Algo lógico, el tener un libro de rezos entre las manos, cuando se espera la resurrección de los muertos".
El ámbito culto del siglo XIX, animado por las palabras de Gasset y Unamuno, comenzó a alabar la figura y a alimentar el mito del Doncel. Fervor que se ha extendido hasta la actualidad. Sin embargo, Óscar Figueroa ha pasado los últimos 15 años de su vida recorriendo las estancias de la catedral de Sigüenza y asegura que es increíble por sí misma al margen de la popular escultura. "La mayoría de los visitantes vienen por el Doncel y se van con la sacristía grabada en las retinas, que es mucho más valiosa históricamente y más espectacular", asegura el guía de la catedral.
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