No hay olvido casual ni regreso inocente
No tengo nada en contra de usar la palabra facha: lo que me preocupa es la puntería
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha dicho en RAC1 que la expresión “facha” con la que definió al almirante Cervera era “pertinente”, pues se producía en el contexto de un homenaje a Pepe Rubianes. Si la calle, por ejemplo, hubiese llevado el nombre de Javier Sardá, el almirante Cervera habría sido calificado como “gallifante”. Colau también dijo, de un militar del XIX, que tenía un ideario retrógrado y que combatió la República, de la primera a la última. Por resumir, Colau llamó “facha” al almirante Cervera porque nunca votó a Barcelona en Comú.
Rubianes, en efecto, utilizaba mucho la palabra facha. Yo no tengo nada en contra de la palabra facha, de hecho, la uso bastante, a mi pesar: lo que me preocupa es la puntería. Porque ha crecido una generación cuya condición para sentirse de izquierdas es que los demás sean fachas al precio que sea, lo cual es un drama. Un viejo profesor decía que ser de izquierdas es ser consciente de dónde está uno, no olvidar de dónde viene si se ha movido y, tarde o temprano, volver aprendido. Ese carné, aun moral, exigía trabajo y coherencia; ahora basta vaciar un barreño de “fachas” al día, lanzados desde la ventana como pan a los pájaros, sin acertar ni uno.
Pero lo interesante de esta polémica, en la que la realidad ha de torcerse para que la alcaldesa no haya metido la pata, es el manoseo del pasado. Manuel Cruz publicó un artículo (El futuro ha muerto: ¡a por el pasado!, EL PAÍS, 5-1-1998) en el que decía que el pasado no puede estar a merced de la voluntad, “como tampoco puede ser el espacio de la política, por la misma razón y en el mismo sentido en el que decimos que la historia deja de serlo cuando se transforma en un dócil instrumento al servicio de ideologías o patrias”. Este artículo fue citado por Ferlosio (Historia e “identidad”, EL PAÍS, 13-5-1998, incluido en Babel contra Babel, Debate, 2016); la Historia como factoría de propaganda usando como recurso las efemérides para hacer patria: no habíamos tenido bastante con el 92, que llegaba el centenario del 98 y el cuarto centenario de la muerte de Felipe II y su “reivindicación histórica nada menos que contra la leyenda negra (a moro muerto, gran lanzada)”. Aplíquese a cualquier reivindicación nacionalista.
Como dejó escrito Cruz, no hay olvido casual ni regreso inocente. Una de las cosas, eso sí, que más me incomodan de convertir la Guerra Civil en el origen de la Historia, determinando no solo lo que somos, sino lo que éramos antes de ella, es dar la impresión de que los fachas del 36 necesitasen refuerzos, como si no hubiesen sido bastantes.
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