“El miedo es el que se apodera de tu embarazo de alto riesgo”
Tatiana G. Rivas, autora de 'Embarazos contra las cuerdas', cuenta cómo enfrentar con humor la gestación cuando no salen las cosas como esperas
Una dulce espera con sabor a acelga y coliflor. Así vivió la periodista Tatiana G. Rivas el embarazo de alto riesgo que puso patas arriba sus creencias y expectativas acerca de lo que sería gestar un bebé. Autora de Embarazos contra las cuerdas, publicado por Cydonia, cuenta con humor cómo a veces los planes no salen como esperas y te puedes acabar enfrentando a toda clase de miedos y pronósticos agoreros en el que se supone que es uno de los momentos más bonitos de tu vida. En un embarazo de alto riesgo, dice Tatiana, aparecen la frustración y la incertidumbre, pero es “el miedo o el terror a perder a tu pequeño o pequeña por el camino el sentimiento que predomina”. Y para suavizar ese miedo y sacar alguna que otra sonrisa, su libro.
Pregunta. Todos sabemos cómo se “hace” un niño, lo que quizás no esté tan claro es que tanto conseguir el embarazo como la propia gestación puede ser una aventura de principio a fin. ¿Por tu cabeza pasó en algún momento que podría ser tan complicado?
Respuesta. Contaba con un pronóstico previo a quedarme embarazada muy desfavorable, por eso precipitamos ponernos a “fabricar”. Inicialmente me dijeron que al tener un útero bicorne (con un tabique en el medio) quizá nunca podría llegar a tener un hijo. Si lo lográbamos, ya me advirtieron de que, a causa de dos intervenciones previas que me habían realizado en el cuello del útero, necesitaría un cerclaje. En castellano, que te dan unas puntaditas con hilo al cuello del útero para que la criatura no venga antes de tiempo. Eso me suponía pasar por una intervención en el primer trimestre de gestación, con el riesgo que suponía: abortar. Pese a todo, no sabía lo que me esperaba por delante.
P. ¿Cuál es la sensación principal cuando las cosas no salen como esperas?
R. El miedo es el que se apodera de tu embarazo de alto riesgo. La frustración y la incertidumbre también le dan la mano, pero el miedo o el terror a perder a tu pequeño o pequeña por el camino es el que predomina.
P. La dulce espera. ¿Seguimos idealizando esta etapa o cada vez hay una mayor visibilidad acerca de estos temas?
R. Dulce… A mí me supo a coliflor y a acelga. Se idealiza porque es uno de los momentos más importantes de la vida de la mujer y de su pareja. No tengo la impresión de que haya mayor visibilidad acerca de los problemas del embarazo, pero es un hecho que cada vez hay más complicaciones por la edad, por la genética y por la vida de cada mujer en cuanto a alimentación, actividad laboral y sexual, entre otros condicionantes. La información sobre los problemas llega cuando te quedas embarazada y te lo cuenta el doctor en la consulta o te lo comentan conocidos: “Pues no sé a quién también le pasó esto”.
P. ¿Sigue habiendo demasiados tabúes en torno a la maternidad?
R. Lo que abundan, afortunadamente, son los embarazos buenos y sin problemas. No creo que las gestaciones complicadas sean un tabú, sino el hecho de que las que las padecemos somos un número reducido, por suerte.
P. Mencionas que en las clases de preparación al parto eras la única embarazada con embarazo complicado.
R. ¡Era el bicho raro de la sala! Estaba indignada. Ni siquiera una mujer más mayor que yo y que esperaba gemelos tenía que guardar reposo. ¡Me quedé sin poder practicar el famoso masaje perineal que me permitía tener algún tipo de contacto sexual tras más de siete meses a dos velas! Todas ellas tan divinas. Ahí es donde resurgía la frustración. Creo que en el pasillo del hospital donde di a luz también fui la única que no conoció a su bebé hasta el día siguiente.
P. En el libro no solo cuentas tu experiencia, también recoges historias reales de mujeres que han vivido sus gestaciones con alguna complicación. ¿Qué dirías que compartís todas las mujeres que habéis pasado por un proceso tan estresante?
R. Alguna de las experiencias de otras mamás que cuento son auténticas lecciones de vida. Todas supongo que hemos padecido las mismas preocupaciones, compartido pensamientos en nuestros eternos reposos y silencios: “¿Lo conseguiremos? Y si no, ¿lo superaremos?”. Todas nos habremos gastado una pasta en pañuelos de papel y, sobre todo, nos hemos convertido en mujeres más fuertes. No pudimos lucir divinas nuestra panza por la calle, pero ahora sí que disfrutamos ondeando nuestra capa de súper heroínas.
P. No sé si esta experiencia convalida los tres primeros años de maternidad…
R. ¡Nada! Ni por la vía de un máster en la Universidad Rey Juan Carlos. Yo voy por el primer año como madre y no me sirve ni la asignatura de veto sexual.
P. ¿Qué crees que necesita una mujer que se enfrenta a las limitaciones de un embarazo de riesgo?
R. Mucho de todo lo que sea positivo (consejos médicos, compañía, lecturas, …) y que impida recrearse en futuribles catastrofistas. Ah, ¡Y chocolate!
P. Hablas de que cada día era como un reto más superado. Poco a poco, día a día, ibas sumando metas hasta que llegaste a la semana 37. ¿Qué mensaje crees que hay que transmitir a esas mujeres que se encuentran atravesando un embarazo de riesgo o de alto riesgo?
R. Paciencia. Es algo temporal, aunque se sientan como unas enfermas. Va a pasar más rápido de lo que parece y, además, los finales felices en el embarazo son los que abundan. ¡Qué somos 7.500 millones de personas en el mundo!
P. Y no solo de riesgo. Náuseas, hemorroides, malestar… Son muchos los síntomas que una mujer gestante puede sentir; síntomas que pueden no ser “graves” pero sí limitar mucho su día a día y su calidad de vida. ¿Tenemos como sociedad empatía para entender esto?
R. En el libro aparece el caso de una mujer que padeció hiperemesis gravidica. En castellano: que no paró de vomitar como una media de doce veces al día hasta que llegó al parto. La echaron de su trabajo. No entendían que se diera de baja por vomitar. Lo asociaban a un síntoma de cualquier embarazo. Otro de los capítulos cuenta un caso de incompetencia cervical que no fue diagnosticado porque el doctor se pensaba que era una histérica embarazada más. Falta empatía, sin duda.
P. ¿Te sentiste comprendida durante el embarazo?
R. No recuerdo ningún momento en que no me haya sentido arropada y comprendida por los míos, incluso por mi doctora. En ese sentido sí tuve suerte.
P. El colofón a un embarazo nada fácil fue un parto nada sencillo. Cuentas que tras una cesárea de urgencia tardaste 26 horas en ver a tu hija. Luchadoras hasta el último momento…
R. Más bien desastroso todo hasta el último momento. Lo del piel con piel que te inculcan que es tan fundamental, vital e importante nada más nacer decidimos desmitificarlo nosotras. Dijimos: “ya si eso, para el día siguiente”. Yo estaba muy dolorida con la cesárea, mi niña en la UCI de neonatos llena de cables al nacer con asfixia perinatal. Pero aquí estamos, latiendo juntas. Y me quiere pese a que no me vio al nacer, ¿eh?
P. Dices en el libro que “difícil” no es imposible. Tu hija tiene ya más de un año. ¿Repetirías experiencia?
R. Repetiría volver a embarazarme la primera vez. Yo quería ser madre por encima de todo. Pero ahora que ya lo soy, que nos costó tanto, que las preocupaciones son infinitas cuando tienes un hijo y que el periodismo es tan complicado para conciliar, me planto. Ya tengo el premio gordo.
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