_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mis himnos

Me daba repelús escuchar el de España hasta que fui lo bastante adulta para superar el bloqueo y dejarme llevar por la dopamina

Marta Sanchez en el Teatro de la Zarzuela en Madrid.Vídeo: EDUARDO PARRA / WIRELMAGE
Luz Sánchez-Mellado

De niña me horrorizaban los pasodobles, las coplas, las rumbas, los boleros y la producción íntegra de los cantautores-protesta y de los otros. Pero no solo abominaba de esos sones. Mi fobia sonora no conocía límites. Detestaba la música de los coches de choque, los moros y cristianos, las verbenas de bautizos, bodas y comuniones, la sintonía de las emisoras de onda media y las canciones del verano, todos los veranos, hasta que me entró el conocimiento en el cuerpo. Odiaba esos ritmos con la pasión con que solo odian los adolescentes las cosas que aman sus padres. Era oírlos y sonrojárseme hasta las corvas de vergüenza ajena, la peor de las vergüenzas, porque con la propia te queda el consuelo de pensar que algo habrás hecho. Pero todo esto fue, ya digo, hasta que cesó mi soberbia sin causa de niñata harta de pan y Nocilla y la vida y las pérdidas empezaron a ponerme en mi sitio. Hoy amo muchas de aquellas melodías por las mismas razones que las odiaba: porque hablan de mí y de los míos.

Con el himno de España me pasó algo parecido. Me daba, no sé, repelús escucharlo hasta que fui lo bastante adulta para superar el bloqueo y dejarme llevar por la dopamina. Hoy, sin llegar a la sofoquina de himnos vitales como Mediterráneo, de Serrat; Libre, de Nino Bravo; Insurrección, de El Último de la Fila o Volando voy, de Kiko Veneno —con ese “enamorao de la vida, aunque a veces duela” que no dice nada y lo dice todo— la marcha nacional me inspira respeto y, a veces, pellizco. Así que, aunque me sonroje hasta el tuétano, entiendo a quien se exalta con los ripios que ha perpetrado Marta Sánchez poniéndole letra a esa música. Más que patriotismo, debe de ser emoción lo que les embarga. Y en eso no manda nadie ni siquiera uno mismo. Y ya puesta, canto lo mío: se me empina el vello con Paquito Chocolatero sin necesidad de ingesta alcohólica previa, qué pasa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_