La inmunoterapia revoluciona la lucha contra el cáncer infantil
El Hospital de La Paz inaugura en marzo la primera unidad de terapias avanzadas de España
Cuando a Daniel Guerrero le dijeron que su pequeña Isabel, de tan solo seis meses, padecía leucemia el mundo se le cayó a los pies. Le habían hecho un análisis de sangre a primera hora de la mañana porque estaba pálida, y los acontecimientos se precipitaron. “Imagínate. Marzo de 2014. Estaba a las once de la mañana dándole un yogur a mi hija cuando de repente viene mi mujer diciendo que hay que llevarla urgentemente al hospital para meterla sangre”. Quedó ingresada en la UCI del hospital de La Paz. “Tenía la hemoglobina tan baja (un índice de 2,3 cuando lo normal es 11) que pensaron que no lo superaría. Pasé la noche sin saber si mi hija iba a estar viva la mañana siguiente”. Pero lo hizo. Después vinieron la quimioterapia y las terapias experimentales del doctor Antonio Pérez y la Fundación Cris contra el cáncer, y se obró el milagro. Hoy Isabel tiene cuatro años.
Antonio Pérez es pediatra oncólogo e investigador de cáncer infantil en el Hospital de La Paz, donde a partir del próximo mes de marzo dirigirá la primera Unidad de Terapias Avanzadas en Cáncer Infantil de España. Y es que para los niños que llegan hasta el equipo del doctor Pérez, sus tratamientos basados en la inmunoterapia representan el último cartucho de una lucha sin más alternativas que cada año afecta a 1.400 niños entre cero y 18 años, siendo la primera causa de muerte por enfermedad en menores de 14. El Proyecto Lydia, financiado por la fundación, centra sus esfuerzos en mejorar el sistema inmunológico de los niños con leucemia aguda resistente a tratamientos convencionales o que han sufrido recaídas. La terapia consiste en infundirles células Natural Killer, expertas en eliminar células aberrantes y tumorales. Estas se obtienen de los padres y son activadas y multiplicadas en el laboratorio antes de ser introducidas en los niños, que reciben así un refuerzo excepcional en su lucha por la supervivencia. Entonces hay dos vías de tratamiento: a través de trasplantes de médula ósea usando donantes alternativos (normalmente la madre o el padre, compatibles al 50%) o sin necesidad del trasplante, “con quimioterapia de muy baja intensidad para que luego las células que administramos sean más eficaces”, sostiene Pérez. “El papá de Isabel, por ejemplo, tenía un sistema inmunológico muy potente que estaba especialmente capacitado para detectar las células cancerígenas de su hija. Usando ingeniería genética, fortalecimos las células buenas y eliminamos las células del papá que podían causar algún tipo de daño al tejido sano de la paciente”. El 23 de junio, en la noche de San Juan, las usaron en el trasplante de médula para evitar así una recaída que de momento no se ha producido y que es menos probable con cada día que pasa.
La nueva Unidad de Terapias Avanzadas se ubicará en la octava planta del hospital materno-infantil de La Paz y constará de diez habitaciones, de las que cuatro serán de aislamiento para los niños que estén más inmunodeprimidos y que requieran trasplantes, terapia celular o CART. Contará con especialistas clínicos, de investigación, inmunología, hematología y cirugía con el objetivo de mejorar el diagnóstico, la rapidez del tratamiento y el seguimiento de los niños que no tienen alternativa.
“La investigación en cáncer infantil está dirigida tanto a los pacientes que ahora no curamos como a desarrollar terapias con menos efectos adversos”, sostiene Pérez. Y tanto en este proyecto como en otros impulsados por la fundación, la medicina personalizada juega un papel fundamental. “Trato de conocer el tumor y al paciente para saber por qué [en una misma situación] hay pacientes que lo superan y otros que no. Usando genética avanzada, analizamos el tumor por un procedimiento llamado secuenciación masiva, y también el ADN y ARN del paciente. Así obtenemos información sobre cómo es el tumor, dónde está, por qué no lo supera… Tratamos de identificar las dianas terapéuticas, los puntos débiles que hacen que el tumor crezca. Una vez que identificamos a los responsables, personalizamos el tratamiento”.
El cáncer infantil, señala, es diferente del cáncer adulto y por tanto no se pueden tratar de la misma manera. Hay muchos factores que los diferencian: la incidencia (el infantil representa un 1% de los casos de cáncer adulto); su naturaleza (el primero está ligado al crecimiento y el segundo al envejecimiento); la intensidad (el infantil es más agudo y el adulto es crónico y se desarrolla más lentamente); el tratamiento, mucho más intenso en el caso del cáncer infantil porque sus células, que se regeneran con más facilidad, tienen la capacidad de tolerar dosis más altas de quimioterapia; y en la respuesta, que presenta una tasa de éxito del 80% en el cáncer infantil y de un 50-55% en el adulto”. Alicia Gómez espera que Pablo, su hijo de 10 años diagnosticado con meduloblastoma en 2017, esté entre los afortunados. En su caso, desde que empezaron los síntomas hasta que le operaron, pasaron tres semanas. Recibió 31 sesiones de quimioterapia y radioterapia, y tras seis semanas de descanso otros seis ciclos de quimio muy fuerte. Ahora tienen la resonancia de control de fin de tratamiento, el próximo día 26, con la esperanza de que las buenas noticias se confirmen. Al menos de momento.
Para Pérez, que durante 2006 y 2007 realizó un posdoctorado en hematología experimental y terapia celular en el Saint Jude Children´s Research Hospital de Memphis, Tennessee (líder mundial en cáncer infantil), resulta excepcional que todo esto suceda en un hospital público en España, donde la inversión en investigación sanitaria no llega a seis euros por persona al año, de los cuales solo uno se destina al cáncer. La Paz es además el único hospital español que lidera una red europea de trasplantes pediátricos, “uno de los pocos centros europeos que hace todos los tipos de trasplantes en niños. Tiene una unidad de genética, de investigación, de ensayos clínicos, de inmunoterapia, es universitario… Hay un gran flujo de conocimiento”. Para Alicia, la falta de recursos es inexcusable: “Hay muchos gastos en cosas menos importantes y no hay suficiente para investigación. Hasta que no te toca de cerca no te das cuenta de que todos estamos en el bombo y que también te puede tocar”. Su hijo le pidió donar el dinero de la hucha a la fundación, para que pudieran usarlo para salvar a otros niños.
En la falta de recursos coinciden todos los actores implicados, y en este proyecto el apoyo de la Fundación Cris (que invertirá solo en 2018 casi un millón de euros en la investigación contra el cáncer) resulta fundamental. Muchas veces, afirma Pérez, no es un problema de conocimientos sino de inversión: “Ningún político ha considerado hasta ahora la investigación como un verdadero motor del país. Mientras que los países que sí han apostado por ella son los que ahora mismo lideran la investigación biomédica y han desarrollado los tratamientos innovadores que luego nosotros compramos… No es de extrañar que la sanidad sea cada vez más insostenible. Hasta que eso cambie, necesitaremos el apoyo de la sociedad civil, del sector privado… Que seamos capaces de poner un coche en el espacio, pero no podamos acabar con ciertas enfermedades es para hacérselo mirar”.
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