Mamografía
Tan inmoral parece la charlatanería criminal de Txumari Alfaro prometiendo un mundo sin cáncer como los tsunamis en los gin-tonics de los agoreros del Procés del Fin del Mundo
Ayer, a la hora crítica en que los independentistas se hacían con el control de la Mesa del Parlament, con sus imprevisibles implicaciones en el futuro de Cataluña, España, la UE y el globo, la que firma se encontraba en una tesitura no menos peliaguda. Hallábase una, de hecho, ofreciendo sus depauperados pechos de madre exnodriza de dos lechonas a una máquina cuyo solo nombre —mamógrafo— constituye un insulto a la eufonía del idioma y a la autoestima de las usuarias. Un híbrido entre plancha del pelo y compactador de residuos diseñado por algún heteropatriarca de libro que te las junta, eleva y aplasta hasta dejártelas reducidas a sendas tarjetas de crédito sin saldo, según la exactísima y suicida metáfora de un amigo sin conocimiento —aún— de causa.
A ver, no me quejo. Al revés, agradezco las revisiones del programa de detección del cáncer de mama por las que se nos ofrece pasar a las madrileñas a partir de cierta edad de riesgo y que, estoy segura, evitan muchas muertes al año. Pero el trance te pone en tu sitio a ti y a tus senos. Quedarte a torso gentil muerta de miedo en un autobús de la periferia mientras dos técnicas te las manipulan y debaten sobre el estreñimiento asociado a la dieta disociada de la una y el mamonazo del hijo de la otra que le suspende todas, te quita de cuajo, no sé, toda la prosopopeya de intelectual de cuarta. Si luego ves a las abuelas comprar una patata y un puerro en el mercado y a los parados de duración extralarga alargar tres horas una caña en una barra, se te caen a plomo los palos de selfi de tu vida de Instagram. Visto allí, tan inmoral parece la charlatanería criminal de Txumari Alfaro prometiendo un mundo sin cáncer como los tsunamis en los gin-tonics de los agoreros del Procés del Fin del Mundo. En fin. Que aquí me hallo. Rezando para que no me llamen antes de que llegue el resultado de la mamo a casa y pontificando a lo tonto. Vivimos de milagro.
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