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Esta no es la típica fábrica textil asiática

La firma Pactics demuestra en Camboya que se puede ser rentable con mejores condiciones laborales

Instalaciones de Pactics, la fábrica del empresario holandés Piet Holten en Siem Reap (Camboya).
Instalaciones de Pactics, la fábrica del empresario holandés Piet Holten en Siem Reap (Camboya).Pascal Laureyn
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Los elegantes edificios de la fábrica se alzan en torno a un estanque cubierto de lirios de agua. Su tranquila superficie refleja las palmeras del jardín, en el que un rostro de piedra sonríe a los empleados que trabajan en talleres aireados, espaciosos y bien iluminados. Esta no es una empresa camboyana al uso. La mayor parte de las fábricas textiles consisten en talleres enormes atestados de centenares de trabajadores atormentados por unos ensordecedores ventiladores de refrigeración mientras cosen el Made in Cambodia en el cuello de millones de camisetas. Pactics, la factoría del empresario holandés Piet Holten, ofrece una alternativa.

“Nuestra fábrica supera las expectativas de nuestros trabajadores. Los camboyanos no esperan trabajar en un entorno bonito, seguro, con vacaciones pagadas, en la que puedan recibir formación y guardería para los niños”, comenta Martijn van Rijnsoever, un holandés alto y de sonrisa juvenil. Los trabajadores producen paños para limpiar lentes y fundas de microfibra para gafas. Su principal cliente es Luxottica, la mayor empresa de productos ópticos, con marcas como Ray-Ban, Oakley o Armani.

Los modernos y elegantes talleres tienen dimensiones humanas y están construidos en torno a patios verdes. Dentro, los empleados disponen de luz y ventilación naturales. La cafetería es un agradable lugar de encuentro. Todos ellos son incentivos excepcionales para los trabajadores camboyanos.

"Pactics es pionera", afirma Jim Sok, gerente del Programa de Gobernanza de Recursos Naturales de la ONG Oxfam en Camboya. "La mayoría de empresas suelen considerar las inversiones en las instalaciones como un coste adicional y no ven que pueden obtener el retorno en poco tiempo. Pactics es un buen ejemplo para otras compañías", añade.

Los edificios de la fábrica están elegantemente construidos en torno a un estanque cubierto de lirios de agua.
Los edificios de la fábrica están elegantemente construidos en torno a un estanque cubierto de lirios de agua.Pascal Laureyn

En uno de los talleres de producción, los empleados están imprimiendo, plegando y empacando las toallitas de limpieza de lentes. "Reciben un salario digno", asegura con orgullo Van Rijnsoever. "Además de la cantidad mínima de 145 dólares estadounidenses al mes, reciben extras por productividad. Para ello, contamos la cantidad de toallitas que fabrican. Los más rápidos ganan más de 200 dólares al mes. Los más lentos aún cobran por encima que el salario mínimo camboyano, que es de 153", añade. El ejecutivo garantiza que las horas extras para hacer frente a los aumentos imprevistos de los pedidos son completamente voluntarias. "Y hacerlas supone un salario un poco más alto".

En opinión de Jim, Pactics está demostrando que elevar el salario mínimo es posible. "Es una lástima que no todas las compañías estén al tanto del aumento de los costes de vida de sus trabajadores, incluidos el alquiler de habitaciones, los alimentos y la inflación”, lamenta la portavoz de Oxfam. “La economía está creciendo rápidamente, pero el marco regulatorio es muy débil y eso pone a los trabajadores en riesgo", asegura.

Un 3% más caros

Además de un salario por encima de lo habitual, los 400 trabajadores de Pactics tienen acceso a formación para ampliar sus conocimientos. El servicio de guardería es gratuito para las madres. La comida es barata. Y tienen un servicio (gratis) de limpieza de motos mientras están en el trabajo. Pueden llevarse prestados (también sin coste) libros la biblioteca. Y todos los edificios son accesibles para sillas de ruedas, algo que para nada superfluo en un país en el que las minas antipersona siguen causando víctimas.

Las prácticas comerciales responsables aún no han ganado terreno en Camboya, la mayoría de las empresas en el país todavía desconocen su importancia

Van Rijnsoever niega que se trate de una cara campaña de imagen. “El secreto es que los extras que ofrecemos a nuestra plantilla no cuestan mucho. Se trata de planear bien. Esta es un poco más cara que las fábricas clásicas. Pero no mucho más”.

Y enumera las ventajas para la firma de, por ejemplo, tener una guardería. Las madres no tienen que quedarse un año en casa sin trabajar. Tres meses después de dar a luz, vuelven al trabajo. Y no tenemos que buscarles sustitutos a los que hay que formar. Esto nos ahorra mucho dinero”. El sobrecoste en sus productos, calcula el holandés, solo es del 3%. Y afirma que en el mercado esa diferencia de precio es insignificante.

Crear oportunidades

Sok Mean trabaja en el departamento de desarrollo de productos. No encaja en el estereotipo de la trabajadora textil delante de una máquina de coser. Es una de las primeras ingenieras industriales de Camboya. “Solo fui al colegio seis años. Después tuve que ponerme a trabajar”. Pero volvió a estudiar gracias a una beca de Pactics. Al principio la rechazaron en el programa de formación de ingenieros por ser mujer, pero acabó obteniendo los mejores resultados de su clase. “Siempre soñé con ser ingeniera. Pero nunca pensé que tendría la oportunidad”.

Ahora trabaja con Chun Huonh, la segunda ingeniera industrial de Pactics. Ella también fue inicialmente rechazadan. "Pensaban que las chicas no podían manejar la maquinaria pesada". Como Mean, fue la mejor de su clase y ahora forma a sus compañeros de trabajo. "Y no quiero quedarme aquí, quiero aprender más y llegar a gerente”, anuncia.

Paz y estabilidad

En Pactics, los 400 trabajadores no solo obtienen un salario por encima de lo habitual. Pueden recibir formación para ampliar sus conocimientos

La ubicación de la fábrica de Pactics quizá sea lo más excepcional de todo. No está en Nom Pen, capital y epicentro de la industria textil camboyana, sino en Siem Reap. La provincia, conocida por los turistas gracias a Angkor Wat y otros magníficos templos, es una de las provincias más pobres de Camboya, lejos de la cadena de suministros de de la capital.

“Los únicos puestos de trabajo aquí en Siem Reap están en el turismo y en la agricultura”, explica Van Rijnsoever. “Por eso, muchos jóvenes no tienen más remedio que emigrar a la gran ciudad y trabajar en las fábricas. Viven en malas condiciones, lejos de la familia...Nosotros hemos traído la fábirca adonde esta la gente”, presume.

Sok Mean trabaja en el departamento de desarrollo de productos. Es una de las primeras ingenieras industriales de Camboya.
Sok Mean trabaja en el departamento de desarrollo de productos. Es una de las primeras ingenieras industriales de Camboya.Pascal Laureyn

A medida que la Camboya rural ha dejado de sembrar semillas para coser camisas, la forma de vida comunitaria ha ido desapareciendo. Pero aquí, después del trabajo, vuelven a casa con su familia. Según Van Rijnsoever, el absentismo es solo del 1%; en Nom Pen es mucho más alto. “Si creas un entorno en el que la gente trabaja constantemente 10 horas en un espacio insalubre, con una mala alimentación y sin vida social ¿cómo puedes esperar productividad?”. El directivo resalta que su empresa hace muy pocas cosas que no estén incluidas en el texto de las leyes laborales de Camboya.

Una cultura diferente

Pero, si los costes de los servicios extras son tan bajos y los beneficios tan numerosos ¿por qué no hay más empresas que sigan el ejemplo de Pactics? “Todavía es muy rentable no proporcionar buenas condiciones de trabajo. Y el mercado es muy competitivo. Eso ralentiza el cambio. Nuestros clientes no son generosos con los márgenes de beneficio, no hay mucho margen financiero para pasatiempos”, argumenta Van Rijnsoever.

Son las cinco. Las puertas se abren y una bandada de motocicletas sale dando botes por una carretera sin asfaltar para dirigirse a su casa. El ejecutivo de la firma contempla satisfecho el ondulante mar de cascos azules, color de marca de Pactics. “Para fomentar el uso del casco, se lo vendemos a precio reducido”.

El director de la empresa niega que se trate de una cara campaña de imagen: “El secreto es que los extras que ofrecemos a nuestra plantilla no cuestan mucho. Se trata de planear bien”

Pactics sigue invirtiendo en su fábrica, pero a medida que el mercado evolucione y Camboya se convierta en un país demasiado caro, podrían trasladarse a un país más barato sin demasiadas pérdidas. “Nuestra primera fábrica estaba en Shanghái [China], pero la mano de obra se encareció demasiado”, recuerda el responsable. “En Camboya, disfrutamos de acceso libre de impuestos al mercado de la Unión Europea gracias al acuerdo Todo menos armas”. El director reconoce que ese plan corre peligro debido a las previsibles sanciones internacionales que recibirá el país asiático tras prohibir la oposición política.

“A veces pensamos en la posibilidad de trasladarnos, aunque no tenemos planes inmmediatos de hacerlo. Preferimos quedarnos aquí”, dice Martijn. “Ahora fabricamos un producto sencillo. Pero cuanto más complejos sean los artículos, más valor añadido crearemos. Como consecuencia, el coste de la mano de obra se vuelve menos decisivo. Quizá incluso necesitemos otra fábrica, una todavía mejor que esta”.

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