Vencedores y vencidos
Sobran las pruebas de la fosilización de los llamados 'bloques', esos universos electorales inmovilizados y autistas
Creíamos que tras la tempestad llegaría la calma, pero se confirma de nuevo la oscura profecía de Arendt: no son los hechos los que terminan por convencernos, ni siquiera los inventados, sino la consistencia de ese sistema al que sentimos pertenecer. Y sobran las pruebas de la fosilización de los llamados “bloques”, esos universos electorales inmovilizados y autistas. Poco importan ya los análisis rebosantes de sentido común; el desfase con aquello que obstinadamente identifican como “provocaciones” se añade a la larga lista de agravios de cada contienda electoral.
En este tiempo en el que los programas electorales parecen no importar a nadie, cristalizan los antagonismos. Los partidos son ahora movimientos, pues ya no representan intereses sino estados de ánimo, sistemas alternativos de significado emocional, perfectamente coherentes dentro de su particular lógica interna. Y resulta fácil entender cómo mentiras y realidad encajan en este molde precocinado: si se forman comunidades de sentido paralelas para el interesado tránsito de políticos de toda ralea, quedan servidas las condiciones para la ansiada “lealtad total”.
Cuando las campañas electorales alimentan esa polarización, las urnas sólo plasman la lógica bélica y tribal de quienes abjuran de cualquier proyecto común. ¿Qué hacer entonces con el bando que pierde? La pregunta no es baladí, pues ya no existen facciones sociales que obtengan su porción de representación: hace tiempo que solo entendemos las dinámicas políticas en términos de vencedores y vencidos. El peligro de hacer política construyendo hegemonías mediante la mera seducción, antes que deliberando con pausa y empatía, es que al finalizar la guerra se impone la exclusión del derrotado, nunca su cuidado.
Parecía que triunfaría el Leviatán, pero la realidad política es tozuda, una lección que no acabamos de aprender. Preguntémonos por los expulsados del sistema constitucional, pero también por esos enemigos que todos nos empeñamos en construir, pues las épocas también sucumben por exceso de deseos y palabras. Y miremos nuestra historia con cautela: o priorizamos la lógica de la negociación o todos nos radicalizaremos más. Al tiempo. @MariamMartinezB
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