De King Kong a Bubbles: una breve historia del mono en la cultura pop
Han sido héroes, villanos, románticos empedernidos y amigos de estrellas del pop. Como si se tratase del karma, los monos siempre están ahí para recordarnos las criaturas primarias que fuimos
Disculpas de antemano por pensar siempre en lo mismo: pocos elementos en el cine han mostrado de manera más cruda la sexualidad reprimida y el amor prohibido que un mono. En King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) un gorila gigante y fuera de control se enamoraba de la bella Fay Wray, cuya cintura podía rodear uniendo su pulgar y su índice. En Posesión diabólica (George A. Romero, 1988) era una pequeña y simpática chimpancé llamada Ella la que perdía la cabeza por un apuesto parapléjico más interesado carnalmente por su doctora.
Como si se tratase del karma, los monos siempre están ahí para recordarnos las criaturas primarias que fuimos y nuestra forma de gravitar hacia el fracaso. Y eso, en el mundo del entretenimiento y su amor por el subtexto, equivale a oro.
Este mes un nuevo mono ha llegado a las pantallas españolas en el cómico y conmovedor documental de Gustavo Salmerón Muchos hijos, un mono y un castillo. El mono como animal de compañía, una figura tan cuestionable como prolífica para los relatos, nos ha dado a criaturas como Bubbles. El chimpancé de Michael Jackson supuso el disparadero para que el cantante fuese considerado un excéntrico por la prensa.
Bubbles dormía en una cuna en su cuarto, lo acompañó en gran parte de la gira Bad en 1987 y pasará a la posteridad como una de las obras más legendarias (y caras) de Jeff Koons, que lo modeló junto a su dueño en una fantasía de dorado y porcelana. Si miramos en nuestras propias glorias patrias, la vedette Bárbara Rey encandiló este otoño a sus seguidores de Instagram con una apasionante historia en fascículos sobre Nicolás, el mono que vivió con su familia y fue, según su relato, secuestrado por un veterinario. Y hasta la política: una de las películas más famosas de Ronald Reagan como actor es Bedtime for Bonzo (1951), en la que intenta inculcar valores morales a un mono. ¿La ha visto usted? Reagan siempre juró que tampoco.
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