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Este italiano sabe cómo debe vestir un hombre hoy

Como director artístico de Ermenegildo Zegna, Alessandro Sartori traduce los rigores de la moda al hombre de la calle. Recorremos con él Milán

Daniel García López
Sartori posa en el patio de la sede de Zegna, un edificio del arquitecto Antonio Citterio inaugurado en 2008.
Sartori posa en el patio de la sede de Zegna, un edificio del arquitecto Antonio Citterio inaugurado en 2008.Gianfranco Tripodo

"No, no, nada de eso”, exclama, sacudiéndose con una sonrisa algo que en realidad no es un cumplido. Aunque le cueste admitirlo, Alessandro Sartori (Piamonte, 1966) es el diseñador de moda masculina más poderoso de la actualidad. Basta consultar la prensa económica. Como director artístico de Ermenegildo Zegna, está al mando de la mayor firma de moda de lujo para hombre a nivel mundial, un gigante con más de 500 tiendas propias que factura unos 1.200 millones de euros al año y no solo se alimenta de fashion victims, sino de hombres que recurren a él en busca de un buen traje, de un impermeable técnico pero que no parezca un cohete, o del perfecto tarjetero de piel. Todos estos datos, en realidad, se pueden resumir en una frase: Sartori tiene la responsabilidad de traducir los rigores de la moda al hombre de la calle. Es decir, al hombre de la calle que se lo puede permitir.

Nos encontramos una mañana de noviembre en las oficinas de Zegna, un luminoso edificio de cristal diseñado por Antonio Citterio. Está en Tortona, la antigua zona industrial que hoy ocupan sedes de firmas de lujo, hoteles boutique, museos de nuevo cuño y pequeñas galerías. Es el símbolo definitivo de que, si la arquitectura es el espejo de su tiempo, el nuevo Milán es un reflejo de sus industrias más boyantes: la moda, el diseño y la gastronomía.

“En los últimos tres años el consumidor ha avanzado tanto que no te lo creerías. Incluso un hombre clásico sabe que su traje de siempre, con un jersey de cuello cisne en vez de con una camisa, ya es contemporáneo”

El diseñador ha escogido en este reportaje algunos de sus lugares favoritos de la ciudad. “Cuando llegué, a finales de los ochenta, la ciudad era mucho más aburrida. Glamurosa, pero muy fría. Ahora es un sitio precioso lleno de cosas que hacer”, dice, y coloca sobre la mesa un pequeño Nokia sin pantalla táctil que, por las mismas, podría estar sin batería. “Mira, con este cacharro salgo por la noche”, dice con una risita. Que un diseñador de primera fila pase de la altivez burguesa de Milán y prefiera un ladrillo analógico a un iPhone lleno de correos de trabajo dice mucho sobre cómo están cambiando la ciudad y sus habitantes.

Zegna está embarcada en un proceso de apertura y rejuvenecimiento similar el que está inmerso Milán. En el paisaje de narrativas que dibujan las marcas de consumo del siglo XXI, si Apple es la innovación cool y Nike su equivalente en ropa deportiva, hasta ahora Zegna representaba la calidad y la elegancia discretas, un modelo casi inalcanzable de solidez patriarcal.

El patio de la Universidad de Milán. Allí desfiló en junio la segunda colección de Ermenegildo Zegna Couture por Sartori.
El patio de la Universidad de Milán. Allí desfiló en junio la segunda colección de Ermenegildo Zegna Couture por Sartori. Gianfranco Tripodo

Ahora, gracias a Sartori, la casa sigue ofreciendo artesanía, solo que vestida de lujosa y mullida modernidad. Hay una nueva estética, pero sobre todo se trata de un cambio de perspectiva que pone en el centro al cliente final. Un cliente que no es cliente sino amigo, y con el que la marca quiere estar en constante comunicación, ya sea a través de eventos en tienda, donde Sartori asiste personalmente a compradores importantes, o mediante colecciones cápsula de consumo inmediato.

El otro pilar fundamental del clientecentrismo es la personalización: “El año pasado el servicio a medida dejó de estar disponible solo en sastrería para abarcar el armario completo: hay cuatro libros de propuestas en los que zapatos, ropa sport, accesorios y, por supuesto, sastrería, son totalmente adaptables al gusto de los clientes”, explica, visiblemente orgulloso (el dos piezas a rayas que hoy lleva puesto es parte de esta nueva oferta).

Sartori no podría ser más perfecto para el cargo que ocupa aunque lo intentara. Y no porque sea alto y flaco y los trajes le queden mucho mejor que a mí o a usted. Habla de telas con el rigor de un sastre, despacha estrategias como un alto ejecutivo y menciona Zegna con más pasión que un miembro de la familia.

Sartori posa en exclusiva para ICON en las oficinas de Zegna en Milán. Lleva un traje de la línea Made to Measure de Ermenegildo Zegna, uno de los proyectos más importantes de la casa.
Sartori posa en exclusiva para ICON en las oficinas de Zegna en Milán. Lleva un traje de la línea Made to Measure de Ermenegildo Zegna, uno de los proyectos más importantes de la casa. Gianfranco Tripodo

Nació en Biella, al pie de los Alpes, a pocos kilómetros de la fábrica donde Ermenegildo fundó su empresa en 1910. Su madre, costurera, le ayudó a coser su primer traje cuando tenía 14 años (era azul, cruzado y con la solapa ancha, como el que llevaba Giorgio Armani en una foto que había visto en Vogue L’Uomo). Estudió moda en Milán y, nada más graduarse, en 1989, entró en Zegna, la empresa donde más tiempo ha pasado.

En 2011 fue reclutado por Bernard Arnault para encabezar Berluti en París: el magnate quería convertir esa pequeña casa de zapatería artesanal en una firma de estilo de vida. Y cinco años después, cuando lo consiguió –los beneficios habían saltado de 40 a 100 millones de euros–, Sartori volvió a Milán. De nuevo a Zegna, donde Gildo, cuarta generación de la familia y consejero delegado de la empresa, lo convirtió en el primer director artístico global en la historia de la firma.

“Cuando llegué, a finales de los ochenta, la ciudad era mucho más aburrida. Glamurosa, pero muy fría. Ahora es un sitio precioso lleno de cosas que hacer”

Parte del éxito del nuevo Zegna está en que ni censura ni da órdenes. “En las citas con clientes les ayudo a vestirse, resuelvo sus dudas. La clave está en enseñarles que se pueden expresar más y mejor a través de la ropa”, dice Sartori, aunque sostiene que buena parte del trabajo para que el hombre disfrute con la moda ya está hecho. “En los últimos tres años el consumidor ha avanzado tanto que no te lo creerías. Incluso un hombre clásico sabe que su traje de siempre, con un jersey de cuello cisne en vez de con una camisa, ya es contemporáneo”. Es lo que en Zegna llaman game changers: piezas fáciles (un cuello vuelto, unas zapatillas) que actualizan el armario. Y esa es solo la primera fase, advierte: “Lo siguiente es el cambio de proporciones”.

La Torre Velasca: el rascacielos neogótico de 1958. “Un ejemplo de la más bella arquitectura”, según Sartori.
La Torre Velasca: el rascacielos neogótico de 1958. “Un ejemplo de la más bella arquitectura”, según Sartori.Gianfranco Tripodo

Los consejos no servirían para nada si Sartori no tuviera mucho en común con esos clientes-amigos “con el vestidor lleno, pero con pasión por la ropa”. Tiene un Ford Mustang de 1968 que conduce, no atesora en el garaje. No toca sumirse en la nostalgia ni en la vida, ni en Zegna, ni en Milán. “Seguro, la Torre Velasca es un símbolo de la mejor arquitectura, y todos los sitios que os dije son importantes”, recuerda, antes de levantarse. “Pero olvidé el único imprescindible: U Barba, una trattoria donde sirven marisco genovés y detrás se puede jugar a la petanca. Allí voy con mi iPad cada vez que quiero estar tranquilo. En serio, ve. Pide focaccia al formaggio. Diles que eres amigo de Alessandro”.

Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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