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Armie Hammer, el niño bien de Los Ángeles al que le falta un Oscar

“En mi lápida quiero que ponga que al menos lo intenté”, dice el actor de 'Call Me By Your Name'

Armie Hammer, el pasado 6 de abril en California.
Armie Hammer, el pasado 6 de abril en California.Frazer Harrison (Getty Images)

El nombre de Armie Hammer está escrito por todo Los Ángeles. Museos, hospitales, hasta campos de golf llevan su apellido. Pero no es en honor del actor sino del dinero de su familia. Su bisabuelo Armand Hammer amasó a lo largo de su vida una de las mayores fortunas del mundo. Empezó vendiendo alcohol en los años de la ley seca y acabó hecho un magnate del petróleo. De ahí que la entrada en la sociedad mediática del pequeño Hammer llegó como parte de un reportaje de Vanity Fair titulado Hijos de la fortuna. Por eso no sorprendió que a Armie (diminutivo de Armand Douglas Hammer) estuvieran a punto de desheredarle cuando decidió dejar sus estudios para ser actor. “Estoy seguro de que a mis padres les resulta difícil entender muchas de las cosas que hace su hijo en la pantalla”, explica a EL PAÍS el actor californiano llamado a ser uno de los nominados a los Oscar por Call Me By Your Name, una historia de amor homosexual.

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Él no se arrepiente de su elección: “Con cada película descubro algo más de esta profesión. Ser actor requiere sacrificio, pero lo que me da es espectacular”, afirma. Hammer, eso sí, no ha logrado todavía ni el éxito ni la fama a la que aspira desde que decidió dedicarse a la industria de Hollywood, pero asegura que vive de su dinero, no de su familia. Casado con la periodista Elizabeth Chambers, tiene dos hijos, Harper y Ford. “En mi lápida quiero que escriban que al menos lo intenté”, confiesa a la vez que admite que, a sus 31 años, no ha logrado el golpe de fortuna con el que sueña. Hammer está entre los más rubios, más altos y más guapos de la industria, se crió en la abundancia, bajo el sol del paraíso fiscal que son las Islas Caimán. Ahora se relaciona con la mejor de las compañías en las pantallas: Johnny Depp, Leonardo DiCaprio o Henry Cavill.

Espera que el reconocimiento le llegue con su último trabajo, Call Me By Your Name. Interpretando a los hermanos Winklevoss en La red social (2010) no lo consiguió. Desde entonces quedó asociado a proyectos (como El llanero solitario y Operación UNCLE) que se la pegaron con todo el equipo. Incluso su aventura en el mundo indie fracasó cuando la cinta que a un año vista parecía segura ganadora del Oscar, The Birth of a Nation, se hundió en el lodo al quedar al descubierto las acusaciones de violación de las que fue absuelto su director, Nat Turner. Hammer ni fue a la ceremonia.

Se nota que tiene dinero o un gran publicista, porque estos días es difícil no verlo promocionando su carrera a la gloria con su inmaculada sonrisa desde las portadas de las mayores publicaciones de Hollywood. “No soy la misma persona que hace 5, 10, 15 años. Sigo aprendiendo”, admite con humildad educada. Lo que permanece es la ambición, en ocasiones no bien entendida a juzgar por el perfil de BuzzFeed, en el que le ponía como ejemplo de las ventajas del hombre blanco en una industria donde las mujeres y las minorías raciales no tienen tantas oportunidades. Un artículo que dejó clara la necesidad de Hammer de controlar su temperamento. Quien no oculta su gusto por el bonding y otras prácticas sexuales más atrevidas, al menos en fotografía, acabó borrándose de Twitter tras las críticas vertidas en la revista.

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