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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si sube la luz, saquemos al santo para que llueva

El mercado marginalista es la causa principal del encarecimiento de la electricidad; la sequía sólo es un factor secundario

Jesús Mota
Embalse de Entrepeñas afectado por la falta de lluvia.
Embalse de Entrepeñas afectado por la falta de lluvia.JAIME VILLANUEVA

Pues no. Aunque desde el Gobierno se difunda la murga de que la sequía es responsable única (no hay más imputados) de la subida del precio de la luz (un 12% en lo que va de año), la causa principal del encarecimiento sistemático y continuado de la electricidad no está en la ausencia de lluvia. La falta de agua influye, pero no es el motivo único ni el principal. La explicación de la sequía —entre la superstición medieval y la propaganda elusiva de la pertinaz sequía— no deja de tener su gracia. De ser cierta, de nada habrían servido las cuantiosas inversiones en generación eléctrica, ni las plantas nucleares, ni los ciclos combinados, ni los sofisticados sistemas de casación de ofertas; el designio de los cielos dominaría el precio de la luz y en lugar de invertir en potencia instalada y reclamar energías renovables, deberíamos sacar de nuevo en procesión al santo con el arenque en la boca; o exigir a los consumidores que vayan cantando por turno el “¡que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva”!

Los seguidores de teorías más racionales muy justamente concluyen que la determinación del precio de la electricidad a través de este mercado mayorista está viciada y es la causa principal del encarecimiento sistemático (antes, durante y después de sequías o terremotos). Opera como un mercado marginalista, casando ofertas y demandas hasta que se cruzan en un precio. Pero como las tecnologías de producción de electricidad tienen costes variables diferentes, casi siempre o siempre, el precio final al que se casa la última unidad de producción es muy superior al coste variable de tecnologías como la hidráulica y la nuclear. Al final, el efecto es que al consumidor de nada le sirve que el sistema disponga de un parque nuclear o de embalses (cuando hay agua) con coste variable muy bajo, porque ese factor de abaratamiento desaparece engullido por el precio marginal.</CF>

El carbón tampoco es la solución, por las mismas razones y por sus excepcionales dotes para contaminar la atmósfera. Suponer que el mix de producción de carbón y nuclear es la solución para mantener bajos los precios es tanto como creer que cuando baja el precio del suelo tiene que caer el precio de la vivienda. De hecho, ese fue uno de los malentendidos más hirientes de la burbuja inmobiliaria. El descenso en el precio de un componente se traslada sin más hasta el beneficio del vendedor; la vida real y los mercados conocidos funcionan tal que así.

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Un Gobierno puesto en razón habría observado ya que la irrupción de las energías renovables exige un cambio drástico en la determinación del precio, porque el mix de generación no es ni va a ser el de 1998. Este mercado tiende al encarecimiento permanente de la luz al margen de las condiciones de oferta y demanda. El remedio —difícil, porque exige voluntad política y capacidad negociadora— es cambiar el modo de fijación del precio. El primer paso, a la espera de las correcciones profundas del sistema (un wishful thinking), sería cambiar la ley para que la producción nuclear y la hidroeléctrica se consideren reguladas solo a efectos de la retribución.

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