Malas compañías
Cambiar un trapero por un sastre. Qué metáfora para Cataluña
Carles Sastre es el jefe, el capo de un sindicato, CSC, próximo a la CUP, y muy participativo en el llamado procés, el plan golpista ideado por Carles Puigdemont y otros para acabar con el Estado español modelado por la Constitución de 1978, en el que Cataluña tiene el espacio propio de una comunidad autónoma.
La CSC se subió a la ola de protesta civil contra la aplicación del 155 y contra el encarcelamiento de dirigentes golpistas del 1-O. Lo hizo con cierta fortuna, porque el llamamiento a la huelga general consiguió desestabilizar Barcelona. La clave para hacerlo ya se la sabía la CUP: cortar varias carreteras y las líneas ferroviarias, las Rodalies y las de larga distancia, como el AVE.
La protesta formaba parte de lo que la CUP había avisado: después del procés, venía “el mambo”. Y por fin sabemos en qué consistía, que es ni más ni menos que en un colapso de algunos servicios y de las vías públicas, que se consigue sin necesidad de que los trabajadores secunden el paro. La CUP, encarnada en la CSC, no consiguió más victoria que la que habría conseguido sin tener sindicato. Los funcionarios soberanistas habrían hecho lo mismo que hicieron.
Las centrales de clase, UGT y CC OO, tuvieron esta vez la sensatez de desmarcarse del llamamiento de la CSC, después de haberse plegado al vergonzoso paro subvencionado del 3-O. Pero las direcciones de los partidos y organizaciones soberanistas miraron con satisfacción la gran capacidad de convocatoria de la intersindical que encabeza Carles Sastre.
Un problema para el mundo indepe, que aspira a la trasversalidad, a convencer a las clases medias de que las propuestas de Puigdemont y Junqueras les llevan a una sociedad más confortable y armónica.
El protagonista es Carles Sastre, el hombre que asesinó a José María Bultó en mayo de 1977. No fue él solo, pero fue él. Sí estaba solo el empresario, que murió reventado por la bomba que le habían atado al pecho los soldados del Exèrcit Popular Català. Sastre pasó once años en la cárcel, y hoy vuelve a reivindicar la misma Cataluña que buscaba en 1977. Él representa como nadie el sueño de un país indómito capaz de sacudirse (no como Bultó) las ataduras del fascista Estado español. Ni Junqueras ni Puigdemont le han rechazado.
A Sastre habría que ofrecerle el mando de los Mossos. Las huelgas generales políticas se hacen mejor con gente como él, sobre todo si se le da el apoyo del Gobierno.
Cambiar un trapero por un sastre. Qué metáfora para Cataluña.
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