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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Heroísmo ‘prêt-à-porter’

El expresident sigue con su actitud de creerse el ombligo del mundo, o al menos de Cataluña

Pere Vilanova
Carles Puigdemont, Meritxell Serret, Joaquim Forn, Clara Ponsati, Meritxell Borrás, Antoni Comin y Dolors Bassa durante la rueda de prensa de Puigdemont en Bruselas.
Carles Puigdemont, Meritxell Serret, Joaquim Forn, Clara Ponsati, Meritxell Borrás, Antoni Comin y Dolors Bassa durante la rueda de prensa de Puigdemont en Bruselas.YVES HERMAN (REUTERS)

En su arrogante huida hacia adelante, el señor Puigdemont sigue con su actitud de creerse el ombligo del mundo, o al menos de Cataluña. Sus comparecencias, en directo, en diferido, en duplicado, en varios idiomas, solo deben emocionar a estas alturas a su círculo de incondicionales, que no parece incluir por cierto a la dirección de su propio partido. Da igual, a la hora de escribir estas líneas no sabemos si está en Bruselas, en Flandes o en las Antillas. Pero en esta última etapa de su periplo ha incurrido en una falta de respeto y una grave ofensa a los que nos sentimos afectados e insultados por su pretensión de invocar el exilio como culminación de su particular epopeya. Tomo prestado al excelente escritor y periodista Sergi Pàmies la expresión de “exilio-instagram” y comparto con él la acusación de que frivolizar lo que ha sido el exilio para este país es algo inaceptable, impresentable.

No estoy seguro de que el señor Puigdemont entienda siquiera de qué le estamos hablando. Pero los que somos hijos y nietos, por parte de padre y de madre y de abuelos y abuelas, de refugiados y exiliados de dos guerras, la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, tenemos derecho a estar indignados. Los que hemos crecido en el exilio, y por cierto lo llevamos con tranquilidad sin dar la tabarra a nadie con el tema, sentimos como un insulto la puesta en escena de una supuesta ruta del exilio por el señor Puigdemont y sus amigos. El exilio fue otra cosa, truncó la perspectiva de una vida medianamente normal a centenares de miles de personas. El riesgo era de tal proporción entonces que la pretensión de estos fugitivos de pasar por exiliados ahora es sumar un insulto a una injuria. Misterio, coches a Marsella, misterio, avión a Bruselas, misterio, una nueva comparecencia mientras unos vuelven y otros no, y todo con la pretensión de construir un “relato” de heroica resistencia a un Estado opresor, para conseguir por fin el apoyo europeo e internacional al famosísimo procés que hasta ahora jamás ha venido. Bueno, además de Osetia del Sur, ayer llegó el apoyo de… ¡Transnistria! Al señor Puigdemont y sus incondicionales hay que recordarles que para hablar de exilio hay que tener en cuenta el contexto histórico y el principio de veracidad: ¿De qué tipo de Europa estamos hablando, de la Unión Europea de hoy o de la Europa caníbal de los años treinta y primeros cuarenta? Y recordarle las garantías judiciales que nos protegen a todos en suelo europeo en 2017. Otro periodista, Albert Sáez, ha dado con el titular apropiado: “Dejen de hacer el indio”.

Una última pregunta, que le ha hecho con sus propias palabras el vice primer ministro belga, Kris Peeter: ¿No le da reparo pasar por el general desertor que deja a sus tropas y a sus oficiales en el campo de batalla, y huye al extranjero? En términos metafóricos, da la impresión de que usted está dispuesto a luchar hasta la última gota de la sangre… de los Jordis.

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Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.

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