Vanguardia popular
La reconversión de una caseta de aperos en una vivienda en un pueblo de Huelva combina recursos autóctonos con ideas rompedoras


Cortelazor la Real es un pueblo de poco más de 600 habitantes al norte de Huelva. No lejos de allí, en la misma Sierra de Aracena, viven –en Galaroza- los arquitectos Carlos Gómez Sos y Ekaterina Gorshkova (Estudio Go&Go). Ellos fueron los responsables de la transformación de una antigua majada -como se conocen allí las edificaciones auxiliares que servían como casas de aperos o gallineros- en una vivienda.
Los cambios en la propiedad, a lo largo de las décadas, son los que terminan por definir la arquitectura junto a los campos de cultivo de los pueblos. Transformar un cuarto de aperos en una vivienda es un reto. Es fundamental que la ruina de ese pequeño almacén multiplique su tamaño para poder alojarse en él. Pero también es vital que la nueva marca arquitectónica no moleste al pueblo. En esa diatriba –cómo ampliar sin molestar-, estos arquitectos optaron por actualizar los recursos sencillos.
La casa debía semi-ocultarse (bajo rasante) en parte, convirtiendo el antiguo almacén en una cáscara de la nueva vivienda. La majada hace de zócalo y contrasta con las tres plantas de la nueva vivienda que marcan el lugar. Los arquitectos lograron que ese espacio se abriese hacia el paisaje por medio de vanos, que también dejan pasar la luz. Disimulado el nuevo volumen, una paleta que combina madera, teja, piedra, baldosa de barro y pintura blanca hace el resto: funde el nuevo inmueble con el lugar.
La destreza de los arquitectos culmina el proyecto. Go&Go utilizaron la teja tradicional como piel del edificio. Así, la cubierta baja por la fachada lateral, o brota por ella, integrando la nueva construcción en el pueblo. No se trata solo de tapar la medianera. Se trata también de proteger la vivienda a la manera tradicional. Y con la bendición de la vanguardia que juega con los planos arquitectónicos confundiendo suelo y techo.
“Revisitar la tradición nos lleva a formular una rusticitas nova que supera ya la fiebre del tipismo impostado y descubre, una modernidad en lo rústico” explican Gómez y Gorshkova.
Sostienen que ética y estética se dan la mano en este proyecto. Y no les falta razón en que la optimización de los recursos, la obtención de lo nuevo a partir de las herramientas más humildes, y la defensa de la autenticidad de lo tradicional cuida el trabajo como lo hace un artesano que sabe que su huella quedará en su obra.
Coste por metro cuadrado según arquitectos: 600 euros.
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