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Porque lo digo yo
Columna
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Miradas

Nuestra atención es cada vez más unidireccional, a un punto a la altura del ombligo concretamente

La primera dama de EE UU Melania Trump, el pasado 20 de septiembre en la ONU.
La primera dama de EE UU Melania Trump, el pasado 20 de septiembre en la ONU.Craig Ruttle (AP)
Íñigo Domínguez

Supongo que han notado que nos hemos vuelto todos muy sensibles y susceptibles, y no me digan que no lo han notado porque me puedo ofender (¿ven? es lo que les decía). Pero he comprobado una cosa curiosa mirando a la gente en el metro, lo más divertido que se puede hacer en el metro. Cuando observas a alguien hay un sexto sentido inexplicable que le hace darse cuenta. No sé, sientes que alguien te mira, una inquietud súbita. Pero eso no ocurre cuando una persona lleva auriculares, es como si se apagara esa función, le puedes mirar tranquilamente que no se entera. Hay algo que se desconecta en el cerebro, una incompatibilidad de atención. Si está mirando el móvil ni te cuento, puedes hacer el pino delante. Nuestra atención es cada vez más unidireccional, a un punto a la altura del ombligo concretamente.

Hay otras miradas muy de nuestra época. Cómo desvían la mirada hacia otro lado los dependientes de una tienda cuando tecleas el número secreto de la tarjeta, como si realmente en ese momento se distrajeran. Cómo no te miran los camareros cuando intentas que te vean y no te quieren ver. Hay que ver lo difícil que es irse algunas veces de los sitios. Cuentan de un tipo que quedó atrapado en un restaurante varios días porque quería pagar y no le hacían caso, como en un cuento de Cortázar. Cómo te mira alguien a quien solo conocías virtualmente cuando te lo encuentras por primera vez: es como quitarse una máscara, siempre hay algo de vergüenza de cómo se había disfrazado uno. Y luego está la mirada de Melania Trump. ¿De qué es? ¿De aburrimiento, de soledad, de qué hago yo aquí? Esta chica siempre como triste, la pobre.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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