Rafa Pascual: “¡Yo aquí no vendo centollos pegando pelotazos!”
Su nombre fue sinónimo de voleibol durante dos décadas y capitaneó la mejor generación de un deporte que sacó de la sombra. Hoy, el excampeón de Europa, dos veces olímpico, regenta una marisquería
Rafa Pascual habla a veces de sí mismo en tercera persona. Tiene 48 años y solo han pasado seis desde su retirada del voleibol, pero le ha dado tiempo suficiente para pasar por una especie de proceso de desdoblamiento entre su yo actual y el pasado. Entre el hostelero y el mito. Porque el voleibol, durante sus casi dos décadas de carrera, fue Rafa Pascual. Y cuando Rafa Pascual se fue, nunca más volvió a salir de la sombra.
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Se sienta el hostelero hablando del deportista en una de las mesas altas de la marisquería que regenta desde hace dos años en el Paseo de la Castellana de Madrid, La Chalana. Por esas mesas, dice, ve a padres contándoles a sus hijos: “Mira, ese es Rafa Pascual”. Un icono para unas generaciones y un desconocido para las siguientes. El icono lo construyó en 19 equipos en nueve países distintos. Un nómada del voleibol que estiró su carrera hasta donde quiso, que triunfó en España (Orisba Palma y Unicaja Almería, entre otros) y en Italia, potencia europea, donde jugó 15 años (Cuneo, Latina y Perugia, entre otros), y también en Japón (Panasonic Osaka), Bulgaria (CSKA), Puerto Rico (Playeros) o Grecia (Panerithraikos de Atenas).
Es el segundo deportista español con más internacionalidades, 537, solo superado por el exwaterpolista Manuel Estiarte; fue distinguido con el premio al mejor jugador del Mundial de 1998; y en 2007 ganó el Campeonato de Europa con la selección, el único título de España en este deporte. “Me retiré consiguiendo el mayor sueño. Empezamos con una selección muy modesta, jugando contra países de tercer nivel y acabamos siendo campeones de Europa en el mismo Moscú, con un pabellón hasta arriba de gente”, recuerda ahora Pascual, que fue dos veces olímpico, en Barcelona 92, con España clasificada por anfitriona, y en Sídney 2000, la primera vez que se logró por méritos deportivos.
Pero antes, Pascual apostó por un deporte sin referentes ni historia. “¿Qué es eso del voleibol?, le decía su padre, también hostelero, cuando era un niño. “No sé lo que es, pero si lo haces sé el mejor”, le repetía. Y él lo fue. Y después, cuando sus años de gloria acabaron, se llevó esa filosofía a cada cosa que hizo. Tras su retirada en 2011, cuando jugaba en el Orange Nassau de Francia, se dio seis meses de descanso para estar con su familia y entonces recibió la llamada de Theresa Zabell para participar en la candidatura olímpica de Madrid 2020, donde durante dos años fue coordinador del Área de Deportes.
Tras ese capítulo, le surgió la oportunidad de entrar como socio en el proyecto familiar de Javier Suárez, piragüista: La Chalana, una marisquería asturiana que entonces tenía cinco restaurantes, cuatro en Asturias y uno en Madrid. Primero, trabajó en el local situado en la Plaza de España y dos años después le encargaron la apertura de uno nuevo, el segundo en la capital, que ahora dirige, y que tiene capacidad para 400 clientes. “Cuando te metes en un mundo nuevo tienes que demostrar desde cero. No vale decir que eres Pepito o Juanito. Cuando se me abren la puerta de la candidatura yo soy Rafa Pascual el de la candidatura olímpica. O yo soy Rafa Pascual el de La Chalana, el hostelero. ¡Yo aquí no vendo centollos pegando pelotazos! Yo vendo centollos poniéndotelos bien, dando los buenos días y teniendo esto limpio”, asegura con firmeza. “Aquí me remangaba la camisa y servía y cogía la parrilla. Tienes que demostrar que tú lo vas hacer. Un jugador del voleibol no puede vivir de las rentas. Nisiquiera Rafa Pascual”.
Pascual se ha enfrentado estos años a la difícil readaptación de un deportista a una vida fuera de la élite. “Y yo me retiré muy tarde. No fue por una lesión, no fue traumático. Un día por la mañana decidí retirarme”, recuerda. “Los deportistas españoles cuando se retiran lo pasan mal. El que te diga lo contrario miente”, avisa el exjugador madrileño, que también ha visto cómo algunos de sus proyectos no le salían bien. El pinchazo de la burbuja le pilló con inversiones inmobiliarias y tampoco resultó como esperaba un negocio de hostelería que montó con otros exdeportistas en Palma de Mallorca. Allí aprendió que para que un restaurante vaya bien tiene que echarle 12 horas al día. “Mi padre me lo enseñó cuando lo veía trabajar. Si mañana descuido esto he perdido el dinero. No vale con decir yo lo gané, yo era y yo lo hice”.
Pero quizá, el revés que más le dolió fue el que recibió el pasado diciembre, cuando se presentó a la presidencia de la federación y no pudo derrotar a Agustín Martín, en el cargo desde hace 17 años. “Si la gran mayoría con la que hablas dice que el voleibol no está bien, que Rafa debería ser presidente y luego el pueblo no puede votar… De los 69 asambleísta, 20 son presidentes territoriales que pone él. Es muy complicado que una persona que lleva 17 años trabajando con la misma gente, esa gente le traicione de repente. La única manera es una revolución interna, que le den la espalda. Y lo que deciden es conservar su puesto de trabajo, lógicamente. Es una cuestión de prioridades”, lamenta el exjugador, que también critica la Ley del deporte. “El caso del voleibol no es único. ¿Por qué los que los presidentes que llevan más de diez años solo salen por corrupción?”, denuncia.
“Estoy sufriendo mucho por el voleibol. Se hicieron cosas muy grandes”, relata ahora. “Nos encontramos con un voleibol invisible, una liga invisible, equipos que no compiten en Europa. Y teniendo miles de niñas jugando tampoco hay resultados en el deporte femenino, como en el balonmano o el baloncesto. Todos han apostado por el deporte femenino. Nosotros, que no necesitamos promocionar nuestro deporte para que las niñas jueguen, no somos capaces de sacarle provecho”, lamenta el madrileño.
Las relaciones entre la federación y su mejor referente están rotas casi desde Sídney 2000. Pascual no recibió ningún homenaje cuando anunció su retirada. Él piensa que es algo que nunca le hubiera pasado en Italia, su segunda casa, donde más reconocimiento encontró: “Si me presento en un pabellón paran el partido”·
Entre la candidatura olímpica, las elecciones federativas y el restaurante, lo que no ha hecho Rafa Pascual en estos seis años es volver a jugar al voleibol. “Y me encantaría, pero es complicado hacer las cosas por hacerlas. En tu cabeza está el movimiento perfecto: ese salto, ese brazo extendido”. Ese brazo extendido con el que Pascual conectaba su remate, ya sea por el exterior, por zona cuatro o zona dos, o por el centro, de central, como en su primera etapa. Con su voleibol alcanzó cotas inexploradas para en un deporte minoritario. Hasta el punto de salir escoltado por la policía de los pabellones, o firmar acuerdos de jugador galáctico en Japón, donde llegó a cobrar 100.000 euros solo por llevar unas zapatillas o 1.000 euros por una entrevista o una foto.
Su retirada en Francia llegó un día que se vio jugando con chavales con 19 años, cuando él tenía 42. “Ese momento cuando te para la gente y te dice: 'Señor dónde está el baño'... Te has puesto una camiseta ajustada, y se creen que eres de seguridad o el entrenador. Lo que más me alucina es que esa gente joven no te ha visto jugar, y son jugadores de voley. Saben quién eres, pero no te han visto. Con 42 años tenía que demostrarles quien era como si fuera el primer día”.
Pascual dice que cuando alguien habla del pasado como un tiempo mejor significa que ya es viejo. Él se dejó la piel por un deporte que ha vivido del aliento de sus logros. Y lo hizo, según dice, sin perder nunca. “Se lo digo a mis hijos: papá nunca perdió. Y me dicen: 'Has perdido un huevo de partidos'. 'No, a papá le ganaron, pero nunca perdió".
Le recordamos por… Ser el jugador más importante en la historia del voleibol español. Campeón de Europa en 2007. Segundo deportista español con más internacionalidades, solo superado por Manuel Estiarte.
Momento de máxima popularidad… A finales de los años 90 fue una estrella en el voleibol italiano. Ganó dos Copas Italia (1996 y 1999), dos Supercopas europeas (1996, 1997) y fue dos años el mejor realizador de la Liga (1995 y 1997). En el Mundial de Japón (1998), recibió el premio al mejor jugador.
A qué se dedica ahora... Es responsable de La Chalana una marisquería en Madrid. En diciembre se presentó a la presidencia de la federación de voleibol, pero no ganó.
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