¿Qué entendemos por crítica arquitectónica?
Muchos profesionales hablan de la inexistencia de la crítica, de su corrupción o de su desaparición, pero ¿qué esperan y qué están dispuestos a aceptar como crítica?
He llegado a la conclusión de que cuando los arquitectos piden crítica, lo que están mayoritariamente solicitando es:
a) Publicidad, que se hable de sus trabajos o mejor, que se loen o
b) Que se metan con lo que ha encontrado un camino para, no ya destacar, sino simplemente existir fuera de los parámetros habituales. Es decir, en el mejor de los casos demandan que se emita un juicio, que indique cómo reaccionar frente a lo que descoloca. Y en el peor piden, que se apaguen las llamas de lo osado. Supongo que precisamente por eso, por osado.
Así, me atrevería a decir que la crítica arquitectónica actual se mueve entre la que elige qué destrozar (y de qué alimentarse, es muy difícil vivir solo destrozando), la que rentabiliza lo que critica (una rama que mezcla intereses económicos y que por lo tanto también puede llamarse publicidad) y la que, con mayor o menor acierto, se atreve a apuntar algo en este mundo más sediento de aplausos y abucheos que de razonamientos.
Cualquiera que haya intentado construir algo, por pequeño que sea, conoce la dificultad que supone idearlo, adaptarlo para conseguir levantarlo, lograr financiarlo y obtener una arquitectura que, para empezar, sea útil. Aunque el resultado final sea anecdótico, anodino o incluso abyecto, el esfuerzo para levantarlo siempre habrá sido notable. De ahí que lo menos que se le pueda pedir a una crítica es que describa lo que ve y que piense lo que escriba. Eso es lo que hace Juhani Pallasmaa: no reseña jamás un edificio que no haya podido visitar.
No se trata ya de sentir nostalgia hacia críticos con ideología como Manfredo Tafuri o Aldo Rossi, que derivaban su idea de la arquitectura de su concepción de la ciudad, se trata simplemente de poner las cartas sobre la mesa. Conocer de dónde se parte para poder entender mejor las premisas y el contexto del juicio.
Así, es muy significativo que el año que ha obtenido el Premio Pritzker de arquitectura, el estudio de Olot RCR haya elegido a Pallasmaa para escribir el texto crítico que aparece en El Croquis 190. El monográfico recoge los últimos cinco años de trabajo del flamante segundo Premio Pritzker español bajo el título Significado en la abstracción que el finlandés da a su texto. Y resulta significativo por cómo Pallasmaa, a la sazón jurado del Pritzker hasta hace poco, comienza a escribir: anotando sus reservas al conocer los trabajos de estos arquitectos “¿Acaso sus edificios no dejaban entrever una cierta sensación autista de aislamiento y autonomía?” “¿Su rigurosa geometría y su áspera materialidad no resultaban un tanto arrogantes y ensimismadas? “ y aclarando, a posteriori que otro viaje alteró esa impresión inicial. Así, se entiende que considere que sólo puede escribir sobre los trabajos que había visto. Y se aplaude que no sea capaz de comunicar una opinión divergente, sino que también se esfuerce por explicar y razonar un cambio de opinión. Eso, que podría interpretarse como volatilidad, para mí lo hace creíble como crítico. A él, no por sistema. Hace creíble a alguien que es capaz de argumentar su crítica.
Esa última idea de tomar la parte por la parte, y no por el todo es fundamental al hacer una reseña. Nadie espera que un jugador de futbol borde todas las intervenciones en todos los partidos que juega. Así, un periodista deportivo puede escribir –no sé por qué imagino que cada vez menos- que Mesi o Cristiano Ronaldo no han tenido su mejor día. O el propio espectador puede ver cuando fallan un penalti o cuando se esfuerzan por marcar tras fallarlo. Esa posibilidad de anotar lo evidente a veces no existe en arquitectura. Por eso es tan valioso el texto de Pallasmaa y por eso vale, tal vez incluso más, la decisión de RCR de admitir que en su monográfico asomen esas dudas. “Se tiene que estar muy seguro de uno mismo para atreverse a dudar” me dijo una vez Denise Scott Brown.
Las dudas de Pallasmaa arrancaban del restaurante y los Pabellones de Les Cols. Sus certezas, de la reinvención del espacio urbano que supone La Lira en Ripoll, “un interior urbano, un edificio como escenario popular” y del propio estudio de los arquitectos, “una poderosa caja de resonancia de las trazas del tiempo, la erosión y el desgaste”.
A Pallasmaa el cine, la pintura, y sobre todo Walter Benjamin, le ayudan a leer entre las líneas de los espacios. Se atreve a escribir que en una de las viviendas (la Casa Horizonte) el trabajo de RCR remite a James Bond y recurre a Leonardo para recordar que “La fuerza […] nace de las restricciones y muere en libertad”. ¿Son libres los integrantes del primer trío ganador del Pritzker? ¿Son liberadores sus edificios?
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