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Tribuna
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Después del 1-O

La realidad española exigía seguir el modelo yugoslavo y no el suizo. Lo que allí fracasó no tiene por qué fracasar aquí

Manifestacion de la Diada de Cataluña.
Manifestacion de la Diada de Cataluña.Massimiliano Minocri

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Resulta absolutamente imprescindible que después del 1-O España tenga una firme actitud de querer preparar una propuesta de reforma que ofrecer a Cataluña. Objetivo: que los independentistas catalanes con sentido común perciban que es más ventajoso continuar en España (y en la Unión Europea), que la independencia. De lo contrario el problema seguirá lacerante como callejón sin salida.

Debajo de la cuestión debatida ha habido en la historia y hay en la realidad actual, una disputa de poder. Pongamos un sencillísimo ejemplo. Los catalanes han impuesto a los castellanos que, aun hablando su lengua, digan Lleida y Girona en lugar de lo que toca: Lérida y Gerona. Ellos, sin embargo, hablando en catalán, nunca dirán Zaragoza sino Saragossa. No se trata por lo tanto, de una cuestión de lógica sino de poder, aunque sea pequeño. Yo me impongo a ti, pero tú no te impones a mí. España ha hecho muy bien en aceptar su deseo. Pequeño pero eficaz símbolo de la nueva configuración del poder Castilla/Cataluña.

La discusión del referéndum es lo mismo aunque de mucho mayor calado. Se lo mire desde donde se lo mire, lo primero que se ve es quién se impone a quién. Rajoy: no habrá referéndum. Puigdemont: habrá referéndum.

Hay que evitar que dirigentes de comunidades autónomas, para ganarse votos, estropeen la solución

Para solucionar la dimensión territorial de la cuestión de poder, la Constitución española de 1978 organizó al país de una forma cuasi federal. Y vino a imitar a grandes rasgos, el modelo suizo (aunque con asimétricas competencias). Para ello tuvo que hacer unas invenciones del más negado carácter histórico. ¿Se imaginan ustedes a un británico proponiendo en la Cámara de los Comunes conceder a un county o a varios counties unidos las competencias de Escocia? Posiblemente no. Y si se lo imaginaran sería para ver cómo la sensación de ridículo se adueñaba de los preclaros oyentes. Pues bien. Eso es lo que sucedió en España. A meras provincias castellanas y nada más que provincias -Murcia, La Rioja, Asturias, La Mancha-, se les dio Gobierno, Parlamento, Tribunal de Justicia. Algo desconocido en Europa. En Europa, la razón de ser de los Estados federales es una herencia histórica de fortísimo peso y la conciencia de ella derivada. No hay ningún caso que sea resultado de una invención de oficina.

Ahora, cuando debido al problema con que nos encontramos, se plantean posibles arreglos, se quiere potenciar la misma base de la Constitución y seguir el modelo suizo que antaño prevaleció.

La realidad española, sin embargo, exigía seguir en parte, otro modelo existente entonces en Europa: el modelo yugoslavo. Al leer esto más de uno se rasgará las vestiduras por proponer aquí un modelo fracasado. Pero lo que allí fracasó no tiene por qué fracasar aquí. Sobre todo si se sigue solo en parte. Aquí, lo que está fracasando es el modelo suizo bastante artificialmente construido. Y si alguien menciona como exitosa la actual situación de Euskadi habrá que decirle que Euskadi se encuentra cómodo en España no por seguir el modelo suizo sino por estar dentro del marco del modelo yugoslavo.

La Constitución española se propuso cono meta construir un inacabado sistema en el que se establecieran paralelamente tanto la unidad como la diversidad. Pero, desgraciadamente, se crearon entidades con diversidades inexistentes, sin historia ni conciencia. Y una vez creadas, se igualaron a ellas las entidades de profunda diversidad heredada del pasado y actualizada en la conciencia de los ciudadanos. Dicha igualación tan desequilibrada era, por sí misma, una destrucción. Es lógico que Cataluña viva como destructivo tratar cotidianamente de tú a tú con Extremadura o con Cantabria, meras provincias con poca historia y escasa conciencia. Quiere hablar de tú a tú con la entidad paralela de Castilla (lato sensu entendida) presidida por Madrid. Es lo que se concede al País Vasco para pactar sobre el cupo. Si la cuestión del cupo tuviera que ser tratada entre el conjunto de las Comunidades autónomas, pronto nos encontraríamos con un problema insoluble.

¿Cómo dar entonces el paso del modelo suizo ya tan metido en España al modelo que proponemos? Difícil cuestión pues casi cuarenta años de aplicación originan costumbre. Y para no perder sus competencias las comunidades autónomas creadas podrán defenderse con uñas y dientes. Algunas de ellas, en sus estatutos, como Andalucía y Aragón, se llaman a sí mismas nacionalidades.

En el momento en que estamos hay que evitar que dirigentes de comunidades autónomas, para ganarse votos, estropeen la solución. Hay que buscar salidas al margen del sistema de las autonomías.

Si el gobierno de España se alinea ya vigorosamente con Barcelona para que la capital catalana obtenga la Agencia del Medicamento de la Unión Europea, descenderá el número de los que deseen ir a votar en el 1. O. Y si Barcelona obtiene la Agencia, el nacionalismo disminuirá. Es además una cuestión en la que las comunidades autónomas no pueden esgrimir la desigualdad para obtener votos.

Y así otras cuestiones, como ofrecer a Cataluña, según dice Pedro Cerezo, una cierta "equiparación con las comunidades forales en tanto que una analogía jurídico/política la hace homologable con ellas". Y las aportaciones de Tamames de crear un Comité de Sabios. De llevar a Barcelona algo así como el Senado o un ministerio de Relaciones Territoriales. Más otras de la Declaración de Barcelona del Partido Socialista.

La unidad de España no puede mantenerse solo con la fuerza. Si se quiere superar una posible ruptura hace falta la magnanimidad realista que un objetivo tan grandioso y meritorio requiere. España debe ganar a los catalanes en generosidad. No hay, a la larga, otra salida. La diferencia que hay entre la historia de Cataluña y la de las demás comunidades autónomas es inmensa.

Por otra parte, hay que pedir al gobierno y al parlamento catalán que consulten oficialmente a la Unión Europea si la salida del Estado lleva consigo la salida de la Unión. Que sean sinceros en consultar y en difundir la respuesta. ¿Por qué no consultan si, de coincidir la respuesta con su opinión, tendrían lo que buscan, prácticamente ganado? Un referéndum como el previsto, lo podrían tal vez ganar en relación con España. Pero sería una gran pérdida en relación con la Unión Europea. La Agencia del Medicamento podría ser un símbolo muy visible.

Puede ser que así nos acerquemos a lo que el sabio historiador Vicens Vives decía acerca de esta cuestión: Para los catalanes, ser españoles es un condicionamiento geográfico. Es lo que menos puede incomodarles. Lo que más les puede servir para abrir más amplias puertas en el futuro. Y lo que más flexibles puede hacer a los demás españoles. Con el fomento de un elevado nivel ético como el de Jean Monnet: "En cualquier parte del mundo lo que divide a los hombres puede llegar a serles común".

Santiago Petschen es catedrático emérito de Relaciones Internacionales.

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