¿Verdad?
A derecha y a izquierda, hay triunfadores de la vida en constante e inalterable posesión de las certezas
Hay personas, triunfadores en inmanente posesión de la verdad, a las que es mejor no llevar la contraria. Es mejor para ellos, qué duda cabe, aunque también para los demás y eso incluye a los aspirantes a la tolerancia y la adaptación, léase los ingenuos, léase los tontos bienintencionados. Esos triunfadores jamás dirán “esto es así porque lo digo yo, que de esto sé la güeva”, ya que esas bravatas no casan bien con su hablar nasal. Aunque sí lo pensarán.
Me he encontrado con más gente así en la derecha pura y dura que en la izquierda pura y dura. Eso no quiere decir que no pulule una cantidad respetable de acémilas disfrazados de sabio en la denominada progresía –esos tan educados que te miran como a un boniato por no haber leído tal libro-. Pero la estirpe que de un tiempo a esta parte rige el mundo, o sea la denominada derecha inculta –esos tan exquisitos que te miran como a un boniato por haber leído tal libro- es única e indivisible a la hora de las certezas absolutas.
Y luego está el sentido pragmático. La ultraderecha española vota desde siempre a la derecha, y no a la ultraderecha. Eso es un éxito de la derecha. Se llama voto útil y ausencia de un caudillo moderno (como en Francia, como en Austria, como en Hungría, donde el facherío, el de verdad, es más idealista que aquí). La izquierda, en cambio, ha votado a todo lo que se le ha ocurrido, mil y una siglas, mil y una rosas, mil y una hoces y mil y un martillos. Se llama dispersión.
Una amiga de mi amiga que prometía mucho para la gloria de la patria llevaba la carpeta del insti forrada con fotos de los golpistas de Madrid. Desde entonces vota a las gaviotas de Génova.
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