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CLAVES
Columna
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Mayoría es moderación

En realidad, la sociedad catalana dividida no está, pero los audaces desean que elijan

Minuto de silencio en el Parlament de Cataluña en homenaje a la victimas del atentado terrorista.Foto: atlas | Vídeo: Massimiliano Minocri (MASSIMILIANO MINOCRI)
Alberto Penadés

Cuando la regla de mayoría funciona en su estado más puro las decisiones se sitúan en una posición tal que la mitad querría más y la mitad, menos. Más o menos gasto público e impuestos, más o menos libertad de migración o más o menos autogobierno. Cualquier otra propuesta resulta minoritaria si se compara con ella. El sentido común nos dice que en sociedades modernas la elección es casi siempre moderada. En Cataluña, por ejemplo, es algo que podría llamarse federalismo.

Esta —y no los contrapesos constitucionales— me parece a mí la razón por la que, desde siempre, a los radicales de todo tipo la democracia les suscita aburrimiento y adjetivos condescendientes (tutelada, secuestrada, burguesa, española) cuando no desprecio. Salvo la verdadera democracia, que pintamos con un rabo de nube.

Una forma de oponerse a la mayoría, investido de radicalidad democrática, es jugar con nuestras intuiciones. ¿Cómo va a ser, digamos, el federalismo la preferencia mayoritaria, si los federalistas son tan pocos, como es el caso, frente a los autonomistas y los independentistas? Para algunos el mandato democrático es ganar en una votación audaz, no esa componenda del término medio, urdida por sepamos quién. Aunque solo ese arreglo sea imbatible en una elección abierta y sosegada, para los audaces siempre es tarde.

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Recuérdese que la sociedad catalana está dividida más o menos a partes iguales entre quienes sienten que su identidad española es al menos tan importante como la catalana y quienes sienten que no lo es tanto, o que no es nada. En realidad, dividida no está, pero los audaces desean que elijan.

Es cierto que la democracia protege al statu quo mientras no se encuentre una solución mejor. Igual que una economía de mercado necesita reglas que no se inclinen a su fuerza, la competición política necesita normas constitucionales, Estatuto incluido. Se puede entender la insatisfacción de tantos catalanes porque el cambio sea tan difícil, y lamentar el oportunismo de muchos centralistas, pero es difícil entender qué hacen los representantes de algo menos de la mitad proponiéndose aprobar su propia protoconstitución. @AlbertoPenades

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