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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estado somos todos

La Generalitat y sus instituciones solo caben dentro de la democracia

Ofrendas a las víctimas en las Ramblas.
Ofrendas a las víctimas en las Ramblas. Andreu Dalmau (EFE)

Editoriales anteriores sobre el 17-A

Tras las primeras escenificaciones de unidad y alabanzas por la labor realizada y la diligencia para poner fin a la célula yihadista y acorralar al conductor de la furgoneta que sembró de muerte Barcelona, irrumpen ahora de forma irresponsable las acusaciones cruzadas y la utilización política de los supuestos éxitos o fracasos de los Mossos.

La primera equivocación gravosa es esta: no hay otro lado, no hay contrario, no hay una policía autonómica que ha funcionado espectacularmente al margen del Gobierno central y que no necesita de este. Como no hay unos cuerpos centrales omnipotentes que habrían conseguido frenar los atentados si los Mossos no existieran. La infalibilidad no existe y la falibilidad es del Estado. Que somos todos.

Los Mossos d’Esquadra no son una policía ajena al Estado español ni al margen de este: como cuerpo integral de policía son parte del Estado. Si existen, como el Gobierno de la Generalitat y todas las instituciones de Cataluña, es porque los españoles decidieron en 1978 instaurar un sistema de autogobierno por el que comunidades históricas como Cataluña pudieran disfrutar del máximo nivel de autonomía.

Si algo demuestra lo ocurrido estos días es precisamente el éxito de este modelo de autogobierno, basado tanto en el Estatut como en la Constitución, que algunos absurdamente consideran caduco e incluso opresor. La normalidad con la que se vive el despliegue de los Mossos como policía integral de Cataluña y su utilización en materia de lucha antiterrorista junto a las fuerzas de seguridad del Estado es una prueba de ese éxito. Como lo son las pruebas que hemos tenido sobre la normalidad lingüística existente. Frente a las críticas interesadas, todo apunta en una misma dirección: un modelo de autogobierno tan avanzado como ejemplar, que merece la pena preservar.

Entrar en la fase de adjudicarse los éxitos y atribuir los fracasos al otro lado nos coloca ante la dinámica pobre del “y tú más” que solo conduce a la desconfianza, la zafiedad y la deconstrucción. Y estos días son tiempos de reconstrucción. Afirmar que los atentados prueban que Cataluña ya está madura para existir independientemente del Estado supone no solo un disparate sino una peligrosa negación de la realidad.

La lucha antiterrorista es una cadena en la que todos los eslabones —judiciales, de coordinación internacional, de inteligencia, de policía nacional, autonómica, local, Guardia Civil, de servicios de emergencia, de detección de focos de radicalismo, etcétera— deben funcionar. Y verter ahora sombras de sospecha sobre los demás es en realidad una forma de reconocer que, si uno ha fallado, todos hemos fallado. Los éxitos de los Mossos prueban que el modelo ha funcionado, como sus fracasos probarían la necesidad de mejorarlo, no de deshacerlo.

Si la Generalitat cree que ha sido capaz de sustituir estos días al Estado en Cataluña, se equivoca. La Generalitat y todas las instituciones que de ella de derivan, incluidos los Mossos, solo tienen sentido en el marco de la democracia y la Constitución española. Lo demás, no solo es antidemocrático, sino contrario a la eficacia y los intereses reales de los ciudadanos.

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