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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inmenso desafío

Los gestos de unidad deben convertirse en verdadera colaboración y eficacia

Una mujer deja un mensaje de homenaje en la Rambla.
Una mujer deja un mensaje de homenaje en la Rambla.Santi Palacios (AP)

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El perfil del atentado que el jueves segó la vida de al menos 14 personas e hirió a más de un centenar empieza a dibujarse en trazos gruesos y, a la espera de detalles más nítidos, comienza a reflejar una acción mayúscula y una amenaza aún mayor por parte de un grupo o comando muy amplio, capaz de utilizar múltiples formatos, armamentos, formas de ataque y de improvisar respuestas letales a pesar del fallo que llevó a la explosión del zulo en el que guardaban y manipulaban explosivos en Alcanar (Tarragona).

Los terroristas —12 implicados, según las primeras informaciones policiales— manejaron varios vehículos, armas blancas, decenas de bombonas de gas capaces de hacer volar una casa hasta reducirla a escombros, como ocurrió por accidente el miércoles por la noche, falsos cinturones de explosivos similares a los utilizados en Londres y, sobre todo, una voluntad de hacer el máximo daño posible en varios lugares en un tiempo próximo, al modo del París del Bataclan en 2015 o del Madrid de Atocha en 2004.

La enorme dimensión de este plan y la complejidad que demuestra sitúa a la sociedad y a las autoridades de todos los niveles involucrados —de Barcelona, de Cataluña, de España, de Europa— ante un desafío mayor y exige a todos estar a la altura sin vacilación y sin escatimar ningún esfuerzo material, humano e institucional para abordarlo con la máxima eficacia y coordinación.

Son dos los planos que conviven ante este reto con igual necesidad de exigencia: el policial y el político.

Aunque con algunas horas de retraso, la escenificación de unidad política fue impecable

En el plano policial, los Mossos d’Esquadra, la Guardia Civil y todos los cuerpos de seguridad se enfrentan a una prueba de esfuerzo de la que tiene que resultar una actuación eficaz y coordinada en la que todos sumen y nadie reste. El reto más inmediato es aclarar cuántos y quiénes formaban el comando y confirmar la detención o paradero de todos ellos. Tiempo habrá para mirar hacia atrás y analizar si la reacción a la explosión del miércoles en Alcanar fue la acertada y si se valoraron de forma adecuada las diferentes hipótesis —incluida la de un posible atentado— que se podían derivar de la acumulación de bombonas de gas en manos de los que luego se desvelaron como peligrosos yihadistas. Mientras tanto, hay que celebrar que la policía catalana pudiera abatir a los cinco terroristas que iban a sembrar de más muerte la localidad de Cambrils. Componer el puzle que conformaban los ocupantes de la casa de Alcanar, el conductor de la furgoneta de Las Ramblas, los terroristas de Cambrils y los detenidos en Ripoll y averiguar el vínculo logístico u operativo con el ISIS y las redes terroristas internacionales es la tarea ahora más urgente.

En el plano político, la unidad demostrada en la concentración de plaza de Catalunya con la presencia conjunta del Rey, del presidente del Gobierno y el de la Generalitat, junto a otras autoridades y centenares de ciudadanos es exactamente la imagen que necesita el país y solo habría sido mejorable si se hubiera producido la víspera. Rajoy pudo haber hablado antes y llegado antes. Y la comparecencia con Puigdemont también tuvo que producirse antes, mucho antes. Igualmente se hubiera agradecido la presencia del Rey en el día del atentado.

Aunque con varias horas de retraso, por tanto, la escenificación de unidad ante el dolor y la acción fue ayer impecable y cargada de un simbolismo político que urgía a una sociedad crispada desde tantos flancos.

El valor de esta sociedad abierta y solidaria es el mejor activo con el que cuentan los políticos

Son muchos los retos a corto y medio plazo. Uno de ellos es la discusión de la elevación de la alerta al nivel máximo, el quinto, que implicaría una movilización de las Fuerzas Armadas. Solo aspiramos a que predominen las razones de eficacia policial y no de oportunidad política en la adopción de dicha decisión.

Las autoridades, además, han podido comprobar una vez más cómo la sociedad civil da un ejemplo de madurez y solidaridad que se ha manifestado en múltiples iniciativas, desde los taxistas que se pusieron al servicio de los cientos de afectados hasta los jóvenes que repartieron agua a los coches atrapados en atascos en las salidas de Barcelona, al personal sanitario que se presentó voluntario o los donantes de sangre que hacían largas colas bajo el sol. El espíritu olímpico que destacó en 1992 funcionó ante la adversidad también, como ocurrió en Madrid en 2004.

El valor de ese potencial solidario, de esa sociedad abierta y despierta capaz de movilizarse y de aunarse bajo el grito de “no tinc por” (no tengo miedo) es el mejor activo con el que cuentan los políticos, que si bien tienen en contra el terrorismo islamista también tienen a favor una ciudadanía lista para ser ejemplar. Ojalá el espíritu de este 17 de agosto, jaleado y apoyado desde todos los rincones del mundo, sea el estímulo necesario para que se siga obrando con la resolución y eficacia que hoy necesitamos frente al terrorismo islamista capaz de transformarse siempre a peor. Porque nuestra fortaleza es su debilidad.

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