La belleza del Mediterráneo

Decía el genial arquitecto catalán Antoni Gaudí que los habitantes de los países bañados por el Mediterráneo sienten la belleza con más intensidad. La brillante luminosidad y las aguas quietas de este mar testigo de la historia generan una fascinación que cada año atrae hacia sus costas a millones de personas. A su alrededor conviven la belleza y también la tragedia. El Mediterráneo ha visto muy de cerca la barbarie terrorista (en Túnez, en Niza y ahora en Barcelona) y la tragedia de esas oleadas de inmigrantes que se adentran desesperados en sus entrañas a la búsqueda de una vida mejor.

El Mediterráneo, con todo su exuberante encanto, es un gran foco de atracción para los 80 millones de visitantes extranjeros que este año se prevé que recalen en España. Todo un récord para solemnizar que 2017 ha sido declarado por las Naciones Unidas como el Año Internacional del Turismo Sostenible, una celebración que viene acompañada de un toque de atención a escala global para que esta poderosa industria, que mueve a 1.200 millones de personas de un país a otro solo por el placer de viajar, contribuya al desarrollo económico ordenado, la inclusión social, el empleo y la reducción de la pobreza. De paso, la ONU insta a todos los países a un uso eficiente de los recursos, a la salvaguarda de la diversidad cultural y el patrimonio y a la protección del medio ambiente.

Pese a los encomiables consejos del secretario general de la Organización Mundial del Turismo, el jordano Taleb Rifai —“viajen donde viajen, recuerden respetar la naturaleza, la cultura y a sus anfitriones”—, el turismo incívico, el que se mueve al olor del alcohol de garrafón o el que se aloja en apartamentos ilegales, se ha hecho fuerte de forma bochornosa. Pero, por encima de todo, habrá que reconocer que este sector ha sido catalizador del progreso en España y hoy por hoy representa una formidable fuerza económica.

Un elevado porcentaje de turistas buscan el sol y la playa que ofrece el Mediterráneo. Las costas sembradas de sombrillas contrastan con la imagen de esta fotografía, en la que media docena de veraneantes se alejan de la arena para adentrase en un espigón que permite contemplar a cielo abierto el inmenso horizonte.