La maleta con motor a la que puedes dejar sola
Se trata de una maleta autopropulsada e inteligente, que mediante la aplicación de la última tecnología permite que te despreocupes por completo de tu equipaje
Aeropuertos saturados y estaciones masificadas. Choques constantes con turistas del norte y del sur, del este y del oeste. Protocolos de seguridad en bucle y enormes pantallas con ciudades, horas de partida o códigos que parecen contraseñas del WiFi y que nadie sabe muy bien lo que significan. Además de ese ruido de fondo que parece una mezcla entre lamentos por la depresión posvacacional y niños que preguntan a sus padres cuánto falta para llegar a la playa. Y a todo lo anterior, súmale el cargar durante todo un viaje, que se hace una odisea, con las maletas solo aptas para culturistas que tantísimo esfuerzo nos han costado cerrar. ¡Si nosotros no tenemos tantas cosas en casa!
Este invento se ha propuesto hacernos más sencillas las vacaciones
El primer día, como el último, de las ansiadas vacaciones es siempre estresante, aunque este práctico invento de Pablo Vidal se haya propuesto facilitarnos un poco nuestro trayecto desde la puerta de casa a la piscina del hotel. Hablamos de una maleta autónoma, con propulsores para moverse por sí misma, e inteligente, para seguir de forma independiente al propietario así como evitar el impacto con los obstáculos que se le vayan poniendo enfrente. La tecnología más puntera aplicada a nuestro día a día en una maleta que podrás rodar con las dos manos libres, lo que implica librarte de un problema muy gordo... y nunca mejor dicho.
Este invento se articula mediante diferentes medios de propulsión, para el avance de la maleta; de dirección, para modificar el movimiento; de detección, para localizar la presencia de elementos del entorno; de posicionamiento, para determinar la posición; de comunicación, para establecer una vía comunicante entre la maleta y un dispositivo remoto; de procesamiento, para interpretar y procesar las señales generadas por los de detección así como para controlar los diferentes medios; y, finalmente, de alimentación, para suministrar la energía necesaria. Y sí, entre tantos dispositivos aun te queda hueco para poner los bañadores y el neceser.
En la actualidad, es común encontrar maletas con medios de propulsión incorporados que reducen la carga de esfuerzo físico para mover el equipaje. Pero en realidad, estos resultan contraproducentes, ya que te obligan a manejar de forma activa el invento hasta su llegada al punto de destino. Y sin tener en cuenta las aptitudes que pueda tener cada persona para el control remoto, porque ponte a explicarle a tus padres que van a tener que arrastrar las maletas con un controlador por todo el aeropuerto como si del mando de una videoconsola se tratase.
Uno de los puntos más interesantes del proyecto es esta inteligencia capaz de detectar trabas y analizar el entorno. Los medios de detección están compuestos por un conjunto de sensores que desempeñan un papel capital en el funcionamiento de la maleta. Estos sensores capturan y reconocen una imagen del entorno visible, con sus obstáculos pertinentes, generando una señal que luego los medios de procesamiento se encargan de interiorizar para su aplicación eficiente. Parece sacado de una película de Spielberg, pero no lo es. Al fin y al cabo, no hay magia en la ciencia.
En el momento en el que surge un inconveniente, la maleta emite una alarma
Una de las grandes ventajas de esta maleta autopropulsada y autónoma es que nos permite el lujo de desentendernos por completo de todos nuestros bienes. Es comprensible que fiar a unos dispositivos electrónicos la suerte de tus prendas más personales no te genere la máxima confianza, aunque el peligro es nulo ya que en el mismo momento en el que sucede cualquier tipo de inconveniente, los medios de comunicación del invento emiten una señal de alarma de forma inmediata.
¿Quién no se ha puesto nervioso en un viaje de vacaciones? Si hasta se inventó un género de películas cómicas sobre desgracias en la carretera. La tecnología ha dejado de ser un futuro inevitable para convertirse en un presente al que estamos obligados a adaptarnos, aunque haya gente que todavía no se dé cuenta. Esta maleta es un buen ejemplo de cómo los últimos avances también pueden llegar a los ámbitos más cotidianos de nuestras vidas.
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