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Tentaciones
LO QUE HAY QUE VER

Por qué el 'reality' de Kylie Jenner es el más falso de la tele

Hemos visto el programa de la pequeña del clan Kardashian para encontrar un halo de realidad en él. O en ella. Spoiler: no ha sido posible

Acaba de cumplir 20 años, pero los casi cien millones de seguidores de Kylie Jenner ya saben que tiene su propia estatua de cera. Lo curioso es que la figura es más real que la propia Kylie, una suerte de filtro Snapchat viviente construido a base de pelucas, maquillaje e infiltraciones. Si todo sigue como hasta ahora, su firma de cosméticos, Kylie Cosmetics, alcanzará el billón de ventas en el año 2022. Y todo parece apuntar que así será, con millones de personas postradas ante el ordenador pulsando incesantemente el botón de refresh desde el instante en el que lanza un nuevo producto o colección. Un millonario negocio que encierra una paradoja titánica: la de que el motor de sus ventas sean los labiales destinados a conseguir unos labios similares a los suyos, cuando lo cierto es que su boca es fruto del trabajo del cirujano Simon Ourian. Su boca, su trasero, su pecho, su barbilla y sus ojos. Pero a nadie parece importarle que la figura de cera de Kylie sea más real que la propia Kylie. A nadie parece importarle que Kylie lleve años ajena a la realidad. A nadie parece importarle que Kylie Jenner no sea tan siquiera real. Podría decirse que Kylie Jenner son los padres.

Comienza el 'reality' diciendo que el poder tener el coche o la casa que quiera hace que la felicidad le dure tan solo unos segundos

La joven ha querido enseñar al mundo su vida “real”, como si no llevara desde los nueve años formando parte de Keeping Up With The Kardashians. Quiere que conozcamos a la verdadera Kylie, y la hipnótica delicia de ver su reality radica precisamente en intentar atisbar un halo de realidad en él. O en ella. Spoiler: no es posible. Para demostrar que su vida no es artificial ni un edulcorado y photoshoppeado compendio de unicornios y algodones de azúcar, el reality abre las puertas de su vida con inserts de pelucas, rizadores de pestañas y coches de lujo. Kylie comenta lo mucho que le entristece no darle uso a su limusina, y lo hace mientras su voz resuena sobre la imagen de su Lamborghini naranja. Comienza el reality diciendo que el poder tener el coche o la casa que quiera hace que la felicidad le dure tan solo unos segundos. La felicidad de Jenner es tan fugaz como un orgasmo. Quiere encontrar su verdadera felicidad, ignorando que los orgasmos no puede ser eternos. Lo dice como si la fuera encontrar alejada de los focos y de los artificios, aunque estos son los verdaderos conductores del reality. Está tan guionizado que nada es real, las tramas parecen salidas de un telefilm de media tarde y los chistes solo hacen reír a sus personajes. Pero asistir a este órdago de polvos traslúcidos y uñas postizas engancha. Un reality cargado de irrealidad que parece salido de la mente de Sofia Coppola y de un editor de Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo, con la diferencia de que en el de Jenner no hacen falta efectos de sonido destinados a enfatizar lo absurdo del discurso. Para eso ya tenemos a la propia Kylie, que intenta hacer profundas reflexiones ante la cámara para terminar cortando sus propias frases porque no recuerda cómo eran. Ni siquiera se esfuerza en repetir la toma, porque lo cierto es que le da completamente igual recordar lo que su padre le dijo de niña.

En otra profundísima confesión, intenta hacernos creer que podría vivir sin maquillaje -que afirma es su única pasión en la vida-, pero ella misma interrumpe su discurso al asegurar que no puede hacerlo. De repente, parece descubrir la magia de contar sus intimidades a las cámaras -como si no llevara once años haciéndolo- y decide que quiere ir a terapia con la tranquilidad y algarabía de quien decide hacerse la manicura. Por supuesto, asiste a su primera sesión con las cámaras como testigo, como si estuviera confesándose al Súper de Gran Hermano. Afirma no saber lo que es ser una chica normal. Lo que no sabe es que no quiere serlo.

La triste realidad -lo único real en el reality es la tristeza de la vacuidad de lo que vende- es que es un show en el que no hay show ni acción por mucho guión que haya. Kylie acompaña a un tal Albert a su baile de promoción como si fuera su obra benéfica del año, pero nadie parece disfrutar la fiesta. Los asistentes solo quieren grabar a Kylie, Albert mantiene una sonrisa perenne e incómoda y Kylie solo quiere inmortalizar su vestido y su peinado en sus redes y tener un espacio reservado. ¿Otra trama? Su mejor amiga, Jordyn Woods, acude a una cita con un pinganillo. Al otro lado, por supuesto, está Kylie Jenner, convertida en una improvisada Luján Argüelles encargada de guiar y comentar la cita, carente de la locuacidad y la ironía de la presentadora. Una cita que, por descontado, le da completamente igual. Porque ahí ella no es la protagonista y porque lo único que le interesa es que su amiga no pueda atender a lo que el chico le cuenta. Aún seguimos sin comprender cómo no huye despavorido cuando Jordyn comienza a reírse sola. Pero lo comprendemos porque sabemos que en realidad todo forma parte de un guión.

Kylie lleva toda la vida dejando perlas a sus seguidores. En un vídeo de resolución de año nuevo, afirmó que su propósito para el 2016 era algo así como “darse cuenta de las cosas”. La incoherencia de sus frases y la falta de contenido de estas hicieron que los haters se cebaran con ella. Pero Kylie sabe sacar dinero de todo, incluso del arte de reírse de sí misma, y sacó una camiseta con dicha frase impresa en el pecho. Dispuesta a volver a regalarnos alguna píldora carente de significado y por qué no, una nueva camiseta, acude a la playa con su amiga Jordyn en plena noche. Le confiesa que ella no está hecha para ser famosa y que cree que la fama se va a ir pronto. Pero nadie puede creerse sus palabras. Ni Kylie, ni sus labios, ni Jordyn, ni el espectador. Porque la que se queja de la presión mediática lo hace en un reality. Un reality en el que afirma que su deber es entretener a sus seguidores en Snapchat y en el que se queja de no poder nunca ir en chándal ni ir al aeropuerto sin que la gente la reconozca. Y lo hace la mujer que sube cada uno de sus looks y cambios de pelo a las redes, la que tiene jets privados, la que borra sus fotografías cuando los comentarios le hacen daño. La mujer que asegura estar atrapada en una burbuja de fama que no sabe pinchar, quizás porque su rostro haya sufrido ya suficientes pinchazos. La mujer que en plena confesión en el show, regala al espectador la hipnótica visión de sus labios cobrando vida propia. Ella permanece con la mirada perdida y sus labios comienzan a moverse de forma histriónica e incomprensible. Los labios de Kylie han logrado en escasos segundos contar y moverse más que la propia Jenner en todo el reality. Los labios falsos de Kylie han conseguido alcanzar la cuota más alta de realidad del show. Gracias, labios de Kylie. Gracias de corazón, porque has logrado que las paradojas consigan inflarse tanto como tus labios.

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