Vísperas
Debería ser obligatorio para todos bajar al andén de vez en cuando para saber de quiénes hablamos cuando hablamos del pueblo
El otro día me agarré yo sola un cabreo de simia. Tenía un viaje de trabajo a Barcelona, ida y vuelta en el día, me fui sin efectivo, sobrepasé el límite de la tarjeta comprándome el enésimo biquini entre prisa y prisa y, al regreso, sin un pavo encima, en vez de un taxi como la señora que es una, tuve que coger el tren de cercanías. Qué contrariedad, hijos de mi vida. Así que ahí que iba yo, ofendidísima por tamaño oprobio, arrastrando mis tacones, mi trolley, mi portátil, mi bolsazo, mi botín de rebajas y toda mi superioridad de clase trabajadora pero pija, cuando informan por megafonía de no sé qué avería y de que tienen que juntar el pasaje de dos trenes en uno. Cuarenta minutos a pie derecho haciendo malabares con mi impedimenta de currante de lujo entre hordas de currantes propiamente dichos. Se me hizo corto.
Un chute de realidad en los cinco sentidos, me llevé puesto. Vi hombres y mujeres glúteo con glúteo abandonados sus cuerpos y sus miradas a un cansancio de siglos. Olí ese sudor salvaje que destilan los poros cuando te abandona el desodorante por agotamiento y olfateé los restos del rancho de las fiambreras confinadas en mochilas térmicas. Oí a varios —varios, lo juro— mendigos destrozar el Despacito pidiendo la voluntad entre parada y parada. Palpé sin querer por algún frenazo, la belleza y la juventud que no se compra en ningún zoco. Y me comí toda mi soberbia con mi chicle de clorofila. Dice Cristina Cifuentes que no se va a ir de vacaciones por tercer año porque no encuentra mejor sitio para pasar agosto que su oficina. Que las vacaciones no son obligatorias, añade. Nada que objetar, presidenta, salvo que el pasaje de ese tren y el país en pleno tiene el sagrado derecho a hacerlo. Y, ya puestos, lo que debería ser obligatorio para todos es bajar al andén de vez en cuando para saber de quienes hablamos cuando hablamos del pueblo. Y dicho esto, ahí os quedáis, paisanos.
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