Los árboles mandan pero los arquitectos arriesgan
Felipe Assadi y Francisca Pulido levantaron la Facultad de Económicas de la Universidad Austral de Chile respetando los árboles del contexto y alterando el mantenimiento de los materiales tradicionales
La Facultad de económicas y administración de empresas de la Universidad Austral de Chile en Valdivia, 800 kilómetros al sur de Santiago, tiene forma de Z. Sus arquitectos idearon un volumen capaz de captar el dinamismo de un paisaje que relaciona los edificios existentes en el campus universitario con el río Calle y este con la vegetación. El resultado son dos plazas de encuentro con la arboleda y la arquitectura pre-existente -el edificio del decanato y el inmueble donde se ubican los estudios de postgrado-. Entre ambos volúmenes, la nueva facultad no quiere ser un muro y por eso marca un camino zigzagueante.
Si bien las plazas y los inmuebles existentes originan el quiebro del nuevo edificio, son los árboles, la salvaguarda de las vistas y la voluntad de aprovechar la iluminación natural en todo el interior del edificio lo que justifica la forma de la nueva facultad.
Más allá del contexto vegetal y urbanístico, también la topografía, y sobre todo la naturaleza de un suelo muy blando, tuvo un eco en las decisiones arquitectónicas finales. “Como el suelo era excesivamente blando decidimos construir sobre pilotes y reducir el programa a dos niveles más un zócalo que aprovecha el desnivel natural del terreno”, cuenta Assadi.
Como referentes emplearon los galpones de lata que hay en la orilla del río Calle, sobre el que se emplaza el edificio. Se trata de antiguos almacenes de madera del sur de Chile, en los que tanto los muros como las cubiertas están
trabajados en tejuela de alerce. Más allá de esas referencias al lugar y a la tradición arquitectónica chilena, una segunda piel de tejas sintéticas que imitan la textura y el color grisáceo de esos revestimientos de tejuela de alerce ya envejecidos, cubre finalmente y por completo el inmueble, como si ya hubiera nacido viejo, pero preparado para no envejecer más y para pertenecer al lugar.
Precio por metro cuadrado según arquitectos: 1.071 euros.
Fotografías de Fernando Alda.
Babelia
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