10 fotos¿Se echa antes el aceite o el tomate? 10 dudas muy básicas del desayuno que no nos atrevemos a preguntarLa considerada comida más importante del día no está libre de incertidumbres, por más que desayunemos todos los días y a nuestro gusto 19 jul 2017 - 18:14CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEn lo que al café respecta, ser previsor no es positivo. “El café es una bebida diseñada para tomar al momento”, dice Diego López, barista y experto de la Escuela Cafento. “Si lo has dejado preparado por la noche, los aromas ya no van a estar, el sabor va ser más amargo, más rancio…”. Ahora bien, si vas a mezclarlo con leche, esos matices desagradables se van a suavizar. “Ese amargor extra se va a disimular; va a endulzar un poco el café, con lo cual va a hacerlo más agradable”, añade.“Desde el punto de vista ‘ultrafriqui’ cafetero te diría: ‘No mojes nada en el café”, comenta Diego López. “La realidad es otra. Pero, cuidado: un pelín de aceite en el café desvirtúa bastante su sabor; sin embargo, el azúcar de una magdalena el café lo va a admitir mejor”. Si desayunas tostadas, alterna bocados con sorbos, pero no mezcles. “Así disfrutarás de los aceites que tenemos en España y de un buen café”, concluye el barista.Es una de las grandes cuestiones: ¿primero echo el aceite y luego el tomate? Nos lo aclara Juan Bachero, director de Can Punyetes, uno de los templos dedicados a las tostadas. “El tomate hay que untarlo sobre el pan. Hay quien lo tritura, pero no hay que hacerlo así porque entonces el pan chupa el líquido y se queda blando. Luego se echan unas gotas de aceite. Si se echa primero el aceite luego el pan no se va a impregnar de tomate, porque resbala”, argumenta. Cómo se hace, entonces. El tomate debe ser maduro, se corta por la mitad y se restriega por el pan. Después del tomate y el aceite, se pone una pizca de sal. Riquísimo.Sí, si lo que se busca es una tostada lacia. La clave reside, según Juan Bachero, en que el pan se moje sin perder su consistencia. “El pan que hay que utilizar es todo lo contrario al pan de molde”, explica. “Este, todo lo que se le eche un poco húmedo, lo absorbe y se queda muy blando”, añade.Ante ese platito con varias opciones para endulzar, ¿cuál escoger, desde un punto de vista gustativo? “Cuanto más puro (de caña, melaza, mascabado), mejor. Es lo más natural que le puedes echar al café”, afirma Diego López.Algunos, que lo piden siempre en vaso, defienden que no les sabe igual. ¿Maniáticos o seres con una sensibilidad especial? “El café cae de la máquina a unos 64 grados. Si lo hace en una taza adecuada, de porcelana, se va a mantener mucho más el calor, con lo cual el sabor no se va a ver alterado. Si lo metes en un vaso de cristal, no es que sepa distinto, es que la temperatura de consumo es distinta y el sabor acaba siendo distinto. Pero a temperaturas iguales, la preferencia es más psicológica que de sabor”, sentencia Diego López.Si esto sigue así, pronto veremos a camareros provistos con un termómetro. “A partir de 68 grados empiezas a quemar la leche, la haces más amarga, se modifica la textura… Lo ideal para el café es que la leche esté a 55 o 58 grados, que es cuando esta va a tener la mejor textura y el mejor sabor”, desentraña el barista. Y si pese a todo te gusta templada, ¿has probado a esperar un poco?Si no tenemos opción de tomar la pieza de fruta en sí, más saludable, lo mejor sería el zumo refrigerado. “Estos suelen estar hechos casi al momento (de ahí que necesiten frío para su conservación). Su único ingrediente es la fruta exprimida, mientras que los que se almacenan a temperatura ambiente presentan una lista más larga de ingredientes: colorantes, conservantes... Y en algunos de estos el zumo en contenido en fruta real apenas llega al 50 %”, aclara María Astudillo, dietista-nutricionista y autora de 'La dieta Alea'.Lo de “néctar” tiene un punto floral, campestre y hasta sensual; pero ahí acaban sus bondades. “El néctar sería la peor opción: es todo agua con concentrado de naranja, piña o lo que toque, más edulcorantes. Contiene muy poca fibra y demasiados azúcares simples”, afirma la nutricionista María Astudillo.Algunos lo llaman “café avioneta”, porque te hace ir volando al retrete. Pero este fenómeno no ocurre con todos los cafés. “Normalmente cuando pasa es: porque se toma con leche (en muchos locales no es bien tratada, se pasa de temperatura, y los productos quemados hay mucha gente a la que no les caen bien, o por la higiene que tenga cada uno en su local. Si no limpias bien el vapor, si la jarra no está bien higienizada… Con una gota de leche que se quede del día anterior se estropea todo lo que metas en esa jarra”, dice Diego López. También puede ocurrir cuando el café se mezcla con torrefacto. “Es este que tiene granos muy negros tostados con azúcar, lo que lo propicia”, prosigue el experto.