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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La CUP quiso el economato más elegante del mundo

Expropiar la catedral de Barcelona tiene su punto elitista y clerical

Jorge Marirrodriga

Cuando el 23 de mayo de 1453 Constantinopla cayó en manos de los turcos, el sultán Mehmed II dio permiso a sus hombres para saquear la ciudad pero les prohibió tocar Santa Sofía, la fama de cuya belleza alcanzaba a todo el mundo entonces conocido. Cabalgando por una ciudad borracha de violencia el conquistador llegó hasta el todavía templo cristiano donde se habían refugiado centenares de ancianos, mujeres y niños. “¿Qué hacemos?”, le preguntaron. Naturalmente —y en esto los tiempos no han cambiado— la duda se refería al edificio y no a las personas. Mehmed, consciente de lo que tenía delante, ordenó preservar el edificio. Ni siquiera destruyó todos sus mosaicos con imágenes, que son contrarias al islam. Los cubrió con yeso y grandes medallones. Aquel acto de clemencia estética quedó sepultado en la historia por el largo asedio y la violenta toma, pero resulta patente que para aquel guerrero una obra de arte y culto religioso no era un edificio cualquiera. ¿Qué hubiéramos pensado de Mehmed II si hubiera ordenado transformar Santa Sofía, por ejemplo..., en un economato?

La propuesta de la CUP para expropiar la catedral de Barcelona y transformarla en un economato —“supermercado” suena a capitalista y “economato”, no— y además en una escuela de música ha logrado generar lo que tal vez fuera uno de sus principales objetivos: armar lío, que diría el papa Francisco. Al fin y al cabo, se trató de una iniciativa en el ámbito de una junta de distrito que no tenía opciones de pasar siquiera al pleno del Ayuntamiento, pero eso no le resta méritos para ser analizada porque resulta verdaderamente interesante por dos aspectos.

Para ser antisistema y popular lo que la CUP propuso es algo absolutamente elitista y esteta. No es lo mismo llenar el carrito de la compra con techos bajos, luces de neón y la cantinela del “en nuestra sección de charcutería hoy tenemos...” que hacerlo con techos de al menos 20 metros acabados en arcos de ojiva, luz filtrada por vidrieras con cientos de años de antigüedad y de fondo, música de Vivaldi. Menuda cadena de supermercados —perdón, economatos— podríamos encontrarnos si cunde el ejemplo.

La segunda característica es que la CUP utiliza una argumentación casi cristológica al denunciar que el edificio es más objeto de negocio que de culto. Solo les ha faltado añadir: “¿No está escrito mi casa será llamada casa de oración(...)? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de ladrones”. Y aquí, tal vez, la Iglesia debería reflexionar. Cabe incluso la posibilidad de que si la catedral fuera un economato en su interior hubiera menos hombres en pantalón corto y chancletas hablando a gritos.

En cualquier caso la propuesta de la CUP, siendo original, ni es la primera ni la más extrema. En Reino Unido hay viviendas particulares que eran antiguos templos, y en New Hampshire una iglesia es ahora el restaurante Santo Grial. Pero la palma se la lleva la iglesia de Santa Bárbara en Llanera, Asturias. Hoy es una pista de skateboard; el Kaos Temple.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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