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Columna
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En el PSOE, unidad significa uno

Se avecinan tiempos de muchas contradicciones en la dirección del partido socialista

Sánchez junto a Cristina Narbona, Adriana Lastra y Margarita Robles.
Sánchez junto a Cristina Narbona, Adriana Lastra y Margarita Robles. Uly Martin

Como sucedió hace meses en la asamblea de Podemos, el congreso del PSOE concluyó con gritos de “unidad, unidad”. Y como también ocurrió en Vistalegre II con el equipo de Pablo Iglesias, el núcleo más cercano a Pedro Sánchez empezó esa misma noche a afilar los cuchillos y a los principales barones socialistas se les puso cara de Iñigo Errejón. En los partidos políticos españoles, lamentablemente, la unidad solo se consigue a base de purgas.

La semana pasada, en estas mismas páginas, enunciaba los principales retos que tiene por delante el renacido secretario general del PSOE. Y el primero era transformar el poder conseguido en la primarias en autoridad real (de autoritas) en el partido, sobre la base de integrar a todas las fuerzas existentes. Es algo razonable, teniendo en cuenta que el voto de los afiliados se repartió en un 50% para el ganador, un 40% para la segunda (Susana Díaz) y un 10% para el tercero (Patxi López).

Sin embargo, la primera decisión del nuevo equipo ha sido arrasar en los órganos de dirección del partido. Ni la Ejecutiva ni el Comité Federal se han formado atendiendo a los porcentajes de cada fuerza del partido. En el PSOE, la unidad no supone integrar, unir, sino que significa agregar a los fieles al número uno y eliminar cualquier tipo de oposición interna.

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La principal sorpresa es que el grupo de los perdedores en las primarias haya bajado la cabeza y no haya planteado batalla alguna en el Congreso, dejando que el nuevo aparato de Sánchez haga y deshaga a su antojo. Es como si los principales barones socialistas (los que gobiernan en las comunidades autónomas) se hubieran quedado sin energía tras la victoria de Sánchez. Y no se dan cuenta de que esa cesión les hace más débiles en los congresos regionales del partido que se celebrarán en las próximas semanas.

El secretario general renacido ya está moviendo sus piezas para colocar a su gente al frente de las federaciones del partido que pueda. Y en las que no pueda, la estrategia declarada es devaluar el papel de los líderes regionales. “Se acabaron las baronías”, se han apresurado a declarar los pedristas.

La nueva estructura organizativa del PSOE es probablemente uno de los cambios más importantes que plantea Sánchez en su nueva etapa. Es un modelo un tanto cesarista en el que priman el número uno y los militantes. Una especie de democracia directa y participativa, con unos órganos de dirección nombrados por su fidelidad al secretario general, que se asegura su permanencia sobre la base de los afiliados. Una mala noticia para un partido que, pese a las históricas luchas internas sufridas, se ha sobrepuesto integrando todas las corrientes.

Por cierto, ¿cómo se compagina un estado plurinacional con una organización interna centralista que quita poder a los líderes regionales? Me temo que se avecinan tiempos de muchas contradicciones en la dirección del PSOE.

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