Tragedia en Portugal
La fuerza de la naturaleza no debe impedir que se evalúe con todo rigor si la respuesta de las autoridades y los medios movilizados han sido los adecuados
Una terrible conjunción de fatalidades ha causado en Portugal una de las mayores tragedias causadas por el fuego, con al menos 63 víctimas mortales y 135 heridos. La ola de calor de los últimos días (entre 38°C y 41°C) y la baja humedad (25%) habían convertido los bosques en una pira preparada para el fuego. Cuando parecía que iba a llover, lo que llegó fue una tormenta seca que evaporó el agua y descargó en cambio gran cantidad de rayos que encendieron la mecha. Los fuertes vientos racheados propios de este tipo de tormentas hicieron que el fuego se propagara a toda velocidad. El resultado ha sido catastrófico.
Los mejores medios posibles habrían resultado presumiblemente insuficientes para detener la ola de fuego, pero la fuerza de la naturaleza no debe impedir que se evalúe con todo rigor si la respuesta de las autoridades y los medios movilizados han sido los adecuados. Tiempo habrá para sacar conclusiones, pero lo ocurrido debe llevar en todo caso a poner énfasis en la necesidad de prevención. La mejor forma de impedir las consecuencias del fuego es evitar que prenda, y eso requiere una política forestal valiente. España y Portugal comparten un clima desfavorable y una composición de los bosques muy proclive al fuego por la proliferación de especies como el pino o el eucaliptus, que arden con gran facilidad. En el caso de Portugal, las plantaciones de eucaliptus se han extendido en poco tiempo hasta ocupar el 26% de la superficie boscosa.
Portugal aprobó en marzo una reforma forestal que incluye una moratoria para poner coto a la extensión de las plantaciones de eucaliptus. Pero un cambio así requiere tiempo. Mientras, deben reforzarse las medidas de prevención, que incluyen al menos estos elementos: mantenimiento y limpieza de los bosques; planificación de cortafuegos y mosaicos de especies que rebajen el riesgo de incendio; planes de confinamiento o evacuación segura, y un sistema de vigilancia que permita detectar el fuego en el primer momento e intervenir antes de que alcance masas calóricas difíciles de controlar.
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