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CLAVES
Columna
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Tentaciones

La apuesta es arriesgada: reinventar la democracia a partir de nuevas formas de la representación

Máriam M-Bascuñán
Jeremy Corbyn a su llegada a la Iglesia en la que se cobijan los afectados por el incendio de la torre Grenfell.
Jeremy Corbyn a su llegada a la Iglesia en la que se cobijan los afectados por el incendio de la torre Grenfell.David Mirzoeff (WPA Pool/Getty Images)

“El que evita la tentación, evita el pecado”, decía Ignacio de Loyola, y tras los comicios en dos grandes países de Europa, regresa el impulso de extraer tendencias generales de elecciones definidas por su particularismo. Leíamos que la vuelta del centro y el eclipse de los socialistas franceses reflejaban un fenómeno europeo, pero, ¡oh sorpresa!, tras las elecciones británicas leemos las proclamas sobre el renacer de la socialdemocracia estatalista. Se confirma, nos dicen, la nueva hoja de ruta de la izquierda europea. La muerte y resurrección de la socialdemocracia en apenas un mes. ¿No será que seguimos batiéndonos tras nuestras propias trincheras ideológicas?

Si sabemos que los sistemas electorales influyen sobre el resultado, cabe preguntarse: ¿qué sería de Corbyn o Macron con otras reglas de juego? Porque las consecuencias difieren. Macron ha dinamitado el sistema de partidos jubilando a la mitad de la clase política, reactivando como nunca la anquilosada circulación de las élites en sólo dos elecciones. El éxito de Corbyn puede interpretarse también en clave disruptiva, pero al contrario: su nostalgia de la vieja fortaleza estatal no se ajusta al statu quo. ¿Qué ocurre, entonces, con aquello de “elecciones locales, tendencias globales”?

El socialismo francés viró a la izquierda y fracasó. En Reino Unido, sucedió lo contrario. Vemos, sin embargo, una pauta común de insurrección electoral: la ciudadanía reaccionó de nuevo contra lo establecido. La razón es más sociológica que ideológica, y trasciende la lógica de partidos. Hay mucho que decir sobre la nueva sensibilidad de los jóvenes, y juega también la fractura entre mundo rural y urbano. Aquella define el naufragio de una visión optimista del futuro; esta, el desigual impacto de la globalización. Pero la raíz es común: la sensación de que la realidad se impone a las expectativas; la quiebra, en fin, de la promesa política. No se resuelve, aventuro, acusando a la izquierda o la derecha, sino identificando las disfunciones del sistema desde la idea de gobernanza. La apuesta es arriesgada: reinventar la democracia a partir de nuevas formas (no solo electorales) de la representación. @MariamMartinezB

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