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historias de darth mader
Columna
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¿Dónde coloco a la niña?

Con tanto campamento, ¿no les estamos hurtando la libertad de las vacaciones?

Cecilia Jan
¿No les hurtamos las vacaciones con tanto campamento?
¿No les hurtamos las vacaciones con tanto campamento?Sergei Bobylev / TASS (getty)

Las últimas horas han sido un frenesí. Llevaba una semana en la que lo único que perturbaba mi paz era no confundirme con los vestuarios del maratón de funciones de fin de curso –el niño con camiseta negra, la niña con camiseta blanca, o al revés, ves, ya me he liado; la pequeña con falda morada de tutú, menos en baile, que puede hacer permutaciones de negro, naranja, amarillo o verde–. Creía que lo que venía después, sus vacaciones, que no las nuestras, ya estaban resueltas: la reserva de los campamentos pagada, los documentos firmados y enviados, los respectivos parientes esclavizados... Y de pronto, en pleno atasco de la M-40, mi cerebro ha activado la alarma: ¿qué vas a hacer con la pequeña del 28 al 30 de junio?

Sus hermanos mayores se van cuatro días fuera, y quizás mi subconsciente se me ha adelantado y se ha ido de cena o al cine. Whatsapp urgente al padre: ¿qué íbamos a hacer con la pequeña del 28 al 30? Respuesta: No sé. ¿Qué habíamos hablado antes? A esto siguen una treintena de mensajes repasando todas las posibles combinaciones entre hermana mayor, abuelos, tío, profesora de chino, campamento urbano o cambio de turno en el trabajo. La conclusión: vamos a preguntar a ver quién se deja liar.

¿Cómo se las apañaban antes, cuando nosotros éramos pequeños? Supongo que la respuesta fácil es que trabajaban fuera menos madres, con lo que no tenían que hacer malabarismos para cubrir los tres meses de vacaciones de verano escolares. Pero mi madre y muchas otras también trabajaban. ¿Dónde nos colocaban? Porque no se organizaba un campamento urbano –eufemismo de “sitio donde colocar a los niños a falta de pueblo o familia”– en cada colegio, como ahora.

Ojo que esto puede dar lugar a algún trauma tipo regresión hipnótica. Por ejemplo, después de quedarme escandalizada leyendo cómo más de medio millón de niños en España se quedan cada tarde solos en casa porque sus padres están trabajando, me doy cuenta de que mi hermano y yo fuimos también “niños de la llave”. Algunos pueden creer que es una tendencia recién estrenada, pero ya hace casi 20 años, publicábamos un reportaje con los riesgos psicológicos que corría “la generación de la llave”. Y ya entonces se hablaba de que era un fenómeno observado desde 10 años antes. Justo, mi generación. Ahora lo entiendo todo...

No recuerdo pasarlo mal, por lo menos los veranos, como niña de la llave. Eran vacaciones de verdad, de las de levantarse tarde, vaguear, leer, ver la tele, aburrirse, y por las tardes, ir al parque con la pandilla del barrio. Que no estoy haciendo apología del llavismo, ni mucho menos. Pero a veces tengo la sensación de que con tanto campamento les estamos hurtando la libertad de las vacaciones, y no hacemos más que alargar un mes más el colegio. Madrugones, juegos dirigidos, clases de natación y manualidades, y si puede ser, todo en inglés...  ¿Y qué solución intermedia hay para tantas y tantas familias trabajadoras, sin abuelos esclavizables o pueblo salvador? ¿Dónde los colocamos? Qué mal nos lo hemos montado…

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Sobre la firma

Cecilia Jan
Periodista de EL PAÍS desde 2004, ahora en Planeta Futuro. Ha trabajado en Internacional, Portada, Sociedad y Edición, y escrito de literatura infantil y juvenil. Creó el blog De Mamas & De Papas (M&P) y es autora de 'Cosas que nadie te contó antes de tener hijos' (Planeta). Licenciada en Derecho y Empresariales y máster UAM/EL PAÍS.

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