Reflexiones sobre el Popular
Decidida la intervención, el valor final del banco se fijó mediante un procedimiento opaco
Las entidades financieras comprometen su futuro por la pérdida de solvencia, pero su caída es siempre por cuestiones de falta de liquidez. Eso es lo que ha ocurrido en este caso. La debilidad de fondo del Banco Popular era evidente, por su alto volumen de activos improductivos insuficientemente provisionados. Ello lastraba los resultados del banco, tanto por la menor generación de resultado de explotación como por la necesidad de provisiones. Pero eso no suponía un final inminente. De hecho llevaba unos años así y los activos, incluso después de reducir su valor con las provisiones necesarias (las dotadas por Santander tras la compra han sido inferiores a los fondos propios del Popular), superaban a los pasivos. Lo que había era una insuficiencia de capital regulatorio a futuro.
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El detonante final ha sido la falta de liquidez por la desconfianza de la clientela que ha retirado depósitos de manera masiva. Es probable que el principal motivo de esa desconfianza haya estado en la deficiente política de comunicación de la entidad. Ya la dirección anterior pecó de falta de transparencia y acabó practicando un evidente ocultismo financiero informativo que fue contraproducente. La nueva dirección quiso actuar de otra forma. Pero todo acabó en que el Popular estaba en los medios todos los días, con informaciones a veces poco afortunadas. Todavía en junio, seguíamos pendientes de la tasación de los adjudicados. Quizás hubo demasiada demora.
Pero, además, desde el lado de las autoridades se hizo poco para frenar la desconfianza. Resulta increíble que en Europa y en el siglo XXI no se frene un pánico bancario. La CNMV no suspendió la cotización cuando la información en el mercado no era buena ni homogénea y a pesar de que las caídas diarias de dos dígitos sembraban el pánico. BCE y Banco de España tranquilizaron poco al mercado. Mientras sobraba liquidez en todos los bancos de Europa por la política monetaria del BCE, no la había para el que la necesitaba de forma excepcional. E, increíblemente, desde Bruselas se amenazó públicamente con liquidar el Banco. Por último, no puede omitirse que otros bancos europeos tienen más faltantes de provisiones que el Popular y no han caído. Creo que en ello influye también que otros gobiernos o tienen mucho más peso que el nuestro en Europa o, al menos, negocian con mayor finezza.
Desde el lado de las autoridades se hizo poco para frenar la desconfianza. Resulta increíble que en Europa y en el siglo XXI no se frene un pánico bancario
La segunda reflexión es la de si el banco valía cero. Porque, decidida la intervención, así se ha fijado su valor, pero lo ha sido mediante un procedimiento opaco. Resulta muy poco presentable decir que un experto secreto, con una metodología secreta ha hecho una valoración provisional, en unas horas y sin la información para aplicar los métodos de valoración habituales (flujo de fondos descontados) y que sale un valor que justifica el precio cero.
Las provisiones necesarias no alcanzaban el monto de los fondos propios. Es verdad que el valor estimado de mercado es un concepto diferente del valor contable. También es cierto que un negocio vale lo que el mercado está dispuesto a pagar por él, aunque su valor intrínseco sea otro. No puede olvidarse tampoco que la pérdida de liquidez y de negocio experimentados por la entidad en los últimos meses reducía el valor real de la entidad. Pero también es cierto que el fondo de comercio y la base de clientela tienen un valor evidente y que el problema de liquidez se cortaría en cuanto se ofreciera confianza.
En definitiva, la valoración es ciertamente discutible aunque, desde luego, de ser positiva, nunca sería alta. Pero, a nadie parece importar que los pequeños accionistas hayan perdido toda su inversión y parece bastar con que no hayan sufrido los depositantes. De acuerdo en que las inversiones de riesgo deben estar sujetas a éste, pero ello no obsta para que deba haber información veraz y procedimientos adecuados. Si no, estaremos dificultando la generación del ya escaso ahorro de las familias.
Como correlato, para el comprador la operación es magnífica. Porque compra un negocio saneado con el propio patrimonio del Popular y, por tanto, con capacidad ya de generar resultados, pero sin pagar nada. Incorpora una muy buena base de clientela, lo que le sirve para situarse como líder español, tras una fuerte pérdida de cuota de mercado desde la fusión con el Central Hispano y apuntala su franquicia en España cuya rentabilidad era ciertamente mejorable. Solo los posibles litigios —con probabilidad de tener que indemnizar a accionistas— podrían encarecer la operación al Santander si fuera él quien tuviera que responder.
Carmelo Tajadura es economista
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