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Columna
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Yihad global

Los paños calientes que ven en los atentados un signo de la decadencia del Estado Islámico, llevan a un callejón sin salida; la difusión en Europa de la mentalidad yihadista/terrorista es un hecho consumado

Antonio Elorza
La policía bloquea el puente de Londres tras el atentado
La policía bloquea el puente de Londres tras el atentado EFE

En su llamamiento a la resistencia islámica global, a principios de 2005, el luego desaparecido Mustafá Setmarian explicó las ventajas del método conocido ya como actuación de lobos solitarios, los cuales, solos o en compañía de unos pocos hombres y amigos unidos por la ideología y por la confianza recíproca, ejecutan los atentados. "Abre la posibilidad de incorporar a la yihad a cientos de miles de musulmanes fieles a la causa islámica" (Setmarian). No exige una estructura organizativa, expuesta por ello al riesgo de ser detectada, y sin embargo puede ser presentado, tal y como ocurre con la cascada de últimos atentados, en nombre de una organización o de aspiraciones de alcance global.

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La historia del terrorismo requiere un seguimiento de los cambios tecnológicos y de los mecanismos utilizados, que en este caso, como antes sucediera con el coche-bomba, suscitan un generalizado efecto de imitación. Tanto por la disponibilidad inmediata de los recursos empleados, como por el enorme impacto disuasorio, de inseguridad y desmoralización, alcanzado sobre la opinión pública del mundo occidental.

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Según ocurriera con la estrategia de al-Qaeda, la renovación del yihadismo made in Setmarian encuentra apoyos suficientes en los textos sagrados. Este aspecto es crucial, ya que los lobos solitarios son el producto de una mentalidad sembrada en lo que va de siglo, y para la cual una acción preventiva requiere una máxima atención a los procesos de formación y difusión del yihadismo. Y es que no se trata solo de una patología social, de acciones bárbaras protagonizadas por individuos degenerados. A estas alturas, conviene ya tomarles en serio.

Un Islam de tolerancia no puede ser construido sin afrontar la dimensión violenta de la doctrina, renunciando a las habituales cortinas de humo según las cuales todo sería paz y benevolencia

Lo esencial es que el terrorismo, entendido como instrumento para aplastar a los enemigos de Alá, que son los de los creyentes, se convierte en pieza capital de la estrategia, según la aleya 8.60 del Corán. Y la biografía del Profeta por IbnHisham, es rica en episodios donde el conflicto ideológico con Mahoma se resuelve mediante el atentado personal. Un Islam de tolerancia no puede ser construido sin afrontar esa dimensión de la doctrina, renunciando a las habituales cortinas de humo según las cuales todo sería paz y benevolencia. El combate se dirime aquí en la formación de las conciencias de los creyentes.

Además, el Mal encaja con el alcance necesariamente global de la yihad. Los paños calientes que ven en los atentados un signo de la decadencia del Estado Islámico, llevan a un callejón sin salida, ya que en la actualidad la difusión en Europa de la mentalidad yihadista/terrorista es un hecho consumado. Pase lo que pase en Mosul y Raqqa. Tampoco sirve de nada el masoquismo: la cultura europea no es madre de la yihad. Lo que sí conviene es instalar bolardos en el puente de Londres.

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