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Combatir (literalmente) la violencia machista

La jordana Lina Jalifeh exporta su método de lucha para enseñar a defenderse a las mujeres de su país

Lina Jalifeh, en Roma.
Lina Jalifeh, en Roma.Simona Ghizzoni
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Guantes de boxeo, sudor, flexiones, cara de concentración. Patadas que se practican infinidad de veces para conseguir la altura y la intensidad precisas a las que la potencia no haga que el cuerpo se desequilibre. Gestos bruscos y calibrados para desarmar a un agresor imaginario que esconda un cuchillo a la espalda o se disponga a lanzarlo contra la cara. Puños capaces de asestar el golpe perfecto, porque, cuando llegue el momento, quizá en una calle oscura, el pánico tendrá que transformarse al instante en técnica y sangre fría.

Son imágenes que se ven en un gimnasio de Roma (Italia). El grupo, formado por 30 mujeres, no participa en una clase de lucha cualquiera. La enérgica instructora es una mujer de 32 años, ágil y competente, llegada desde Amán, la capital de Jordania, para mostrar una idea tan sencilla como visionaria, que le ha dado fama mundial y la ha convertido en un modelo de emancipación femenina.

Se llama Lina Jalifeh, tiene 32 años y es cinturón negro en taekwondo, el arte marcial coreano. “Lo practico desde niña”, dice en un descanso del entrenamiento. “En Jordania es un deporte muy popular, no solo entre los hombres". Un primo suyo dirigía un gimnasio y sus padres la llevaron allí cuando tenía cinco años para "tener a raya" su energía. Pero tras estudiar en Estados Unidos, Francia y Jordania, a Jalifeh le esperaba una carrera en el departamento de marketing de la empresa familiar.

Hasta que un día, en 2010, se cruzó por enésima vez en los pasillos de la universidad con los ojos amoratados y los pómulos tumefactos de su amiga Sara, maltratada por un padre y un hermano con las manos largas. “Yo le repetía que tenía que acabar con aquello. Los hombres nos consideran criaturas sumisas, víctimas por definición, pero basta con un gesto para obligarlos a que nos respeten". Así fue como Jalifeh empezó a entrenar a Sara en su sótano. Después se unió otra chica. "A mis padres no les hacía gracia, pero pensaban que no era más que una idea disparatada que no tardaría en esfumarse. En cambio, en 2012 inauguré por fin mi propio gimnasio”, cuenta.

SheFighter prepara a 120 mujeres al mes en Amán y a miles más en el resto de Jordania. Lina Jalifeh ha exportado su proyecto a Turquía, Vietnam y Brasil. En julio de 2017 estará presente en España.
SheFighter prepara a 120 mujeres al mes en Amán y a miles más en el resto de Jordania. Lina Jalifeh ha exportado su proyecto a Turquía, Vietnam y Brasil. En julio de 2017 estará presente en España.Simona Ghizzoni

El centro SheFighter, fundado por Jalifeh en el barrio de Jalda, en Amán, es el primero de Oriente Próximo que ofrece cursos de autodefensa femenina. El acceso está reservado a las mujeres. Allí no solo se entrenan vestidas como les parezca, sin velos islámicos ni pudores sociales. “SheFighter es un espacio en el que compartir sus historias, contar en confianza las humillaciones que han sufrido y trabajar sus puntos débiles y fuertes", señala. La técnica que enseña combina el taekwondo —"un arte extraordinario que enseña a tener disciplina y respeto por uno mismo y por los demás"— con el boxeo, el kick boxing y el kung-fu. "Es, sobre todo, un viaje de fortalecimiento interior y de autoestima”, explica Lina.

“Cuando se sienten fuertes y estables físicamente, capaces de responder a las agresiones en cualquier situación, nuestras chicas mandan a paseo el victimismo y son capaces de tomar decisiones importantes para su vida, como denunciar a un marido violento, y de reivindicar su papel en la sociedad”. SheFighter prepara a 120 mujeres al mes solo en la capital jordana y a miles más en el resto del país. Los cursos cuestan 70 euros mensuales, un precio más que asequible para la clase media. “Pero también tenemos clases gratuitas en los barrios más pobres y para las refugiadas sirias, porque nuestro mensaje es, sobre todo, social”.

“Cuando se sienten fuertes y estables físicamente, capaces de responder a las agresiones, mandan a paseo el victimismo”

El objetivo de Jalifeh es alcanzar la emancipación femenina a través del deporte, para que las mujeres aprendan a contrarrestar la violencia dentro y fuera de casa. Una meta contracorriente y casi temeraria en la sociedad jornada, relativamente avanzada en temas de paridad con respecto a otros países de Oriente Próximo, pero todavía profundamente patriarcal.

Según un estudio publicado en 2012 por el sociólogo jordano Diab Al-Badayneh en Journal of Family Violence, la violencia de género afecta a todas las capas sociales del país. En una muestra de casi 2.000 mujeres entrevistadas, el 98% admitía haber sufrido al menos un episodio de maltrato. El estudio indicaba, además, hasta qué punto las experiencias de violencia modelan la personalidad femenina devaluándola y haciéndola pasiva para que se adapte a las expectativas de la sociedad. El 28% de las mujeres de la muestra están convencidas de que el marido tiene derecho a controlar el comportamiento de la esposa, mientras que el 93% sostiene que esta tiene la obligación de acatar las órdenes de su cónyuge.

SheFighter combina el taekwondo –un arte marcial que enseña a tener disciplina y respeto por uno mismo y por los demás–, con el boxeo, el kick boxing y el kung-fu. “Pero, sobre todo, es un camino de fortalecimiento interior y de autoestima”, afirma.
SheFighter combina el taekwondo –un arte marcial que enseña a tener disciplina y respeto por uno mismo y por los demás–, con el boxeo, el kick boxing y el kung-fu. “Pero, sobre todo, es un camino de fortalecimiento interior y de autoestima”, afirma.Simona Ghizzoni

Dentro de las fronteras de Jordania, abordar estos asuntos aún resulta difícil. “El tema de la violencia doméstica sigue siendo tabú”, afirma. “Nuestra sociedad niega incluso que exista, y mucha gente me acusa de enseñar a las mujeres a convertirse en violentas. Un marido llegó a denunciarme porque, después de años de maltrato, su esposa finalmente reaccionó. Pero gané el juicio”.

El repertorio de historias de reacción es inacabable. Como la joven que frustró un intento de violación en un ascensor dándole una patada al agresor, persiguiéndolo por la calle y haciendo que lo detuviesen. O la chica que había sido víctima de violencia sexual, y para cuya madre SheFighter fue el último asidero al que acudir para sacarla del colapso y de un llanto incontenible. “Lo consiguió”, recuerda Lina. “Recuperó la confianza en sí misma, y, al cabo de unos meses, se hizo entrenadora”.

Por ahora, en su país todo esto es algo extraño. “El Gobierno no nos pone obstáculos. Sencillamente, nos ignora”, sonríe Jalifeh. “Seguimos adelante gracias al apoyo de las ONG internacionales que creen en este proyecto”. Pero mientras tanto, el extranjero le llueven los reconocimientos y las invitaciones para que explique de qué manera las técnicas de defensa se pueden transformar en liberación femenina. En Estados Unidos, el expresidente Baracka Obama elogió en 2015 su empeño en hacer de la sociedad jordana un lugar mejor para las mujeres. La entrenadora también ha ganado premios en Dubái y en la sede de Naciones Unidas en Ginebra por su papel como empresaria social. La actriz británica Emma Watson ha acudido a ella para que la entrene personalmente.

“Ahora estamos preparadas para exportar SheFighter a todo el mundo”, señala. “Lo hemos conseguido en Turquía, Vietnam y Brasil, y hemos sentado las bases en Italia con la asociación Un ponte per… dedicada a las mujeres en las artes marciales. La violencia de género es un problema que no tiene nacionalidad”, concluye.

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