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Día de la Madre
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Día de la Madre: felicidad, pero también culpa y arrepentimiento

Pasada la etapa más dura de la crianza, la autora reflexiona sobre lo que cambiaría

La autora del artículo, Eva Bailén, con su hijo.
La autora del artículo, Eva Bailén, con su hijo.gorka lejarcegi

Celebré mi primer Día de la Madre cuando mi hija mayor tenía tan solo tres meses de vida, inmersa en una nube de nuevas emociones que mi pequeña me había traído. Cuando vas a ser mamá, esperas el momento de tener a tu recién nacido en brazos como el instante de la felicidad absoluta, pero después afloran sentimientos que no sabrías ni nombrar. De hecho, la maternidad se vive de una manera muy diferente según crecen los hijos y maduras como madre. A mí últimamente me invade una especie de frustración por no haber sido ni de lejos capaz de anticipar lo qué iba a suceder cuando me convirtiera en madre.

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Para mí la etapa dura de la crianza ya ha pasado, esos años en los que los niños son pequeños y demandan mucho, cuando estás siempre agotada, no duermes todo lo que necesitas y vives cada día como si en vez de 24 horas tuviera 30 de la cantidad de decisiones que tomas y cosas que haces. Por fin parece que tengo tiempo para reflexionar, para cuestionarme si realmente he hecho lo mejor por mis hijos, o si solo he vivido la etapa más linda de sus vidas siguiendo la inercia, haciendo lo mismo que los demás, lo que demandan la sociedad y los puestos de trabajo.

Echando la vista atrás, pienso que tener hijos y sumirlos al ritmo de vida de unos padres cuyas obligaciones laborales no les dejan ni un minuto libre es, además de un alarde de inconsciencia, un tanto egoísta. Sé que hay otras madres como yo, con hijos adolescentes o preadolescentes en las que se ha instaurado también cierto derrotismo basado en la incertidumbre por el futuro de aquellas pequeñas criaturas que trajimos al mundo, simplemente por el hecho de que nos hacía felices la idea de tener un bebé. Pero ahora nos preguntamos ¿y todo esto para qué? ¿Qué clase de vida les espera?

A día de hoy pienso que muchas de las heroicidades que como mamá trabajadora he hecho no valían la pena. Me planteo, por ejemplo, si hice bien en dejar a mi niño en la guardería a los cuatro meses de edad. Recuerdo especialmente la víspera del primer día de trabajo después de la baja por maternidad de mi hijo, el cual había nacido a las 34 semanas de gestación. El bebé, aunque no fue un gran prematuro, aún estaba en percentiles muy bajos para su edad, y se veía demasiado indefenso para dejarlo en la guardería.

Muchas de las heroicidades que como mamá trabajadora he hecho no valían la pena

Aquella noche, a causa del estrés, sufrí una urticaria que me mantuvo despierta toda la noche, tratando de no rascarme y acudiendo a urgencias a ver qué medicación podía tomar que me aliviara y fuera compatible con la lactancia. No dormí ni un minuto. Al día siguiente, el niño se tuvo que quedar en la guardería, y yo a las ocho de la mañana estaba en mi puesto de trabajo, dispuesta a alargar la lactancia todo lo posible. Llegué a la oficina con un sacaleches, una pequeña nevera portátil y una carga inmensa de culpabilidad que no me dejaba casi respirar. Para mi tercer Día de la Madre, un nuevo sentimiento asociado a la maternidad ya había aflorado.

Dicen que si no te sientes culpable tu bebé será más feliz. Aunque dudo mucho que un bebé sea más feliz estando en una guardería que con su madre, por muy contenta que la madre esté con su empleo. Pero es cierto que tampoco puedes criar bien a un bebé si estás amargada. El caso es que mi trabajo no me hacía más feliz que pasar el tiempo junto a mi hijo. ¿Tenía que estar contenta dejándolo en la guardería mientras yo me iba a trabajar?

En aquel momento solo hice lo que debía hacer, lo que todo el mundo hacía, pero ahora siento que dejar a un niño en una guardería a los cuatro meses de edad es horrible. A las pocas semanas mi hijo comenzó con una racha de otitis que le duró hasta los cinco años. Las niñas tuvieron más suerte, porque como conté en este artículo, para bien o para mal, me quedé sin trabajo durante sus embarazos, así que pudieron estar un poco más de tiempo conmigo. Así, pasé mi quinto Día de la Madre con tres hijos y una enorme incertidumbre sobre mi futuro laboral.

Me planteo si hice bien en dejar a mi niño en la guardería a los cuatro meses

Después de varios años de guarderías, llegó el colegio, demasiado temprano, por cierto. En el tiempo que mis hijos llevan escolarizados, han sido muchísimas las ocasiones en las que he pensado que tanta competitividad, tanta obsesión por el rendimiento, porque hagan todo cuanto antes –leer cuanto antes o ser autónomos y ser responsables cuanto antes–, no es más que la necesidad de nuestra sociedad de que dejen de ser niños cuanto antes.

Creo que vivimos un momento en el que se respetan poco los ritmos de la infancia, inmersos como estamos en la necesidad de rendir, de producir, de ganar dinero y de gastarlo. Y así es como nuestros niños llegan a adultos sin haber disfrutado de la niñez, momento en el que algunas madres hasta piden perdón por la infancia perdida. Es entonces cuando te arrepientes de no haberlos disfrutado más, de no haberlos achuchado más, de no haberlos dejado ser niños más tiempo.

Y con esta sensación de haber perdido un tiempo precioso, ha llegado mi decimoquinto Día de la Madre. Si hay algo que he aprendido en estos años es que si tuviera que volver a tener hijos sabiendo todo lo que sé ahora, trataría de procurarles un mayor bienestar, una vida mejor como niños. No me atrevería a perpetuar la idea hipócrita de que pasar la mayor parte del día separados de sus padres les viene bien para madurar, crecer, socializarse o aprender.

Ahora sólo espero ser capaz de recordar por mucho tiempo todos esos momentos en los que mis hijos me han arrancado una sonrisa con cosas bien sencillas: un abrazo cuando menos me lo esperaba, un beso en la puerta del colegio, un dibujo que aparece por casualidad en mi mesita de noche, un secreto confiado en la oscuridad antes de caer dormidos, un pequeño juguete abandonado entre otro millón de cosas suyas en mi bolso o un "te quiero mamá" cuando ya estoy extenuada después de todo un largo día. ¿Hay mejor regalo que esos momentos? Felicidades mamás, hoy, y todos los días.

Eva Bailén es ingeniera en Telecomunicaciones y autora del blog todoeldiaconectados.com sobre nuevas tecnologías para niños. Inició la campaña de Change.org "por unos deberes escolares justos".

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