La peligrosa apuesta de Mélenchon
Su postura es espantosa; no elegir entre los dos candidatos es favorecer a Le Pen
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Es un hombre de izquierdas, valiente e “insumiso”, que no teme quedarse solo por defender una posición que cree justa. En un par de años ha conseguido algo apreciable: convertirse en el eje de la izquierda frente a un Partido Socialista destruido y unos Verdes incapaces de alejarse del poder. Pero hoy, más allá de su arrojo, no se puede pasar por alto que Mélenchon defiende, para la segunda vuelta de las presidenciales, una posición peligrosa: no quiere elegir entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, aunque haga hincapié en su oposición total al voto para la líder de la extrema derecha.
Es un terremoto para muchos. Jean-Luc Mélenchon establece, de este modo, una simetría entre la dirigente de extrema derecha, encarnación del odio y de la demagogia, y Macron, candidato obviamente de poco contenido, que no podrá gobernar fácilmente (con estas elecciones, Francia entra en un ciclo de parálisis) pero es antirracista y defiende el Estado de derecho. Ahora bien, esta simetría es propiamente irresponsable; supone que la extrema derecha no amenaza seriamente a la democracia cuando, en realidad, abre culturalmente el camino a la deslegitimación del Estado republicano.
Mélenchon establece una simetría entre la dirigente de extrema derecha, encarnación del odio y de la demagogia, y Macron, candidato antirracista y que defiende el Estado de derecho
No es necesario recordar los daños que esta estrategia ha causado históricamente, en especial en Alemania, durante la crisis de la república de Weimar que desemboco, en las elecciones de 1933, en la victoria de Hitler. Por supuesto, está claro que Mélenchon no piensa que Francia se encuentre en una situación comparable. Y es probable que Marine Le Pen no gane. Pero lo que Mélenchon subestima son los objetivos reales de la dirigente del Frente Nacional: ella quiere imponer la hegemonía de su retórica xenófoba, antieuropea e insolidaria como identidad de la sociedad francesa, es decir, dinamitar los fundamentos del pacto republicano y conseguir, mas allá de las presidenciales, un gran bloque de diputados en el Parlamento para apremiar tanto a la derecha como a la izquierda.
Podrá alcanzar este último objetivo à défaut, es decir, negativamente, con un alto nivel de abstenciones. Con lo cual, no elegir entre los dos candidatos es favorecer a Marine Le Pen cuyo electorado movilizado y homogéneo no se abstendrá. Si este domingo supera el 35% de votos, podrá conseguir hasta más de 100 diputados en el Parlamento en junio. No es mecánico, pero es una posibilidad real. La situación es, por tanto, realmente grave. El escenario de bloqueo político que se perfile, herencia del incalificable quinquenio de François Hollande, puede degenerar claramente en explosiones civiles larvadas, porque las víctimas potenciales de una extrema derecha tan potenciada no están dispuestas a dejarse engullir como corderos.
En este contexto, la postura de Mélenchon es espantosa. Su escore de la primera vuelta le da la posibilidad de convertirse en el marcador de la oposición de izquierda. Su “ni-ni” actual debilita esta suerte. El único voto civilizado el domingo 7 de mayo es para Emmanuel Macron, incluso para preparar contra él el futuro de la izquierda.
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