Confundir la libertad de prensa con Turkmenistán
Desacreditar a los medios de comunicación es el arma preferida de los políticos antisistema
Desacreditar a los medios de comunicación se ha convertido en el arma favorita de los antisistema. Políticos de toda condición, desde Donald Trump a Viktor Orbán pasando por Beppe Grillo, han puesto a los periodistas en su punto de mira. Los tachan de deshonestos y mentirosos y los declaran personas no gratas.Algunos incluso reclaman la creación de jurados populares para decretar si las informaciones publicadas son veraces. No entienden que la verdadera misión de la prensa es controlar al poder, denunciar los abusos y, como recoge el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ser los “guardianes de la democracia”.
Muchos políticos tienden a confundir el papel de los medios hasta el punto de considerarlos meros instrumentos a su servicio. No sin razón, las televisiones públicas han sido acusadas en numerosas ocasiones de ser correa de transmisión del Gobierno de turno, pero es raro ver a un juez exponerlo a las claras. El magistrado Eloy Velasco, encargado de la Operación Lezo que investiga la trama de corrupción en la que está presuntamente implicado el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, afirma que el político del PP “habría colocado a una periodista de su confianza en RTVE para que defendiese su imagen o intereses”. Es grave que una cadena pública contrate a sus profesionales por motivos políticos, pero aún lo es más que sea utilizada como altavoz propagandístico con total impunidad.
Hay maneras más directas y taxativas de conseguir que un medio deje de publicar noticias incómodas: comprarlo. Un diputado del PP ha denunciado que el propio González adquirió indirectamente el diario en Internet Estrella Digital —cosa que niega la editora, que ha anunciado una querella— para frenar las informaciones que cuestionaban su gestión en el Canal de Isabel II y, ya de paso, utilizar la web para atacar a sus enemigos. Con estas actitudes, González demuestra tener el mismo concepto de los medios que Arkadag, el padre protector de Turkmenistán y al que los periodistas de la exrepública soviética tienen totalmente prohibido criticar.
Ignorar cuál es el papel de los medios es también exigir por las bravas participar en programas, como ha hecho la diputada y portavoz parlamentaria de Podemos, Irene Montero. Esta formación decidió relevar a Íñigo Errejón de la tertulia de la SER Hora 25, en la que participaba desde hace tres años, y pasarle el micrófono a la propia Montero. La cadena ha defendido su derecho y su libertad para invitar a quien le plazca. Faltaría más. Pero la dirigente de Podemos se ha envuelto en la bandera del victimismo y lo ha interpretado como un veto. Debería saber que solo los medios públicos, y únicamente en periodos electorales, están obligados a ceder espacios gratuitos a los partidos. Y memorizar las palabras del secretario general de Reporteros sin Fronteras, Christophe Deloire: “Las democracias que hicieron de la libertad de prensa uno de sus fundamentos deben seguir siendo un modelo para el resto del mundo, y no a la inversa”.
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