Ve en bici al trabajo: los beneficios para la salud son asombrosos
Animar al mayor número posible de trabajadores a que cojan la bicicleta tiene que convertirse en una prioridad máxima para los gobiernos
Los estudios científicos han mostrado unánimemente que las personas que realizan menos actividad física tienen más probabilidades de desarrollar problemas de salud tales como enfermedades cardíacas y diabetes de tipo 2, así como de morir más jóvenes. Sin embargo, cada vez hay más pruebas de que los niveles de actividad física están descendiendo.
El problema es que, cuando hay muchas actividades que requieren nuestro tiempo, a mucha gente le cuesta dar prioridad al ejercicio. Una solución es matar dos pájaros de un tiro yendo a trabajar en bicicleta o andando. Acabamos de concluir el estudio más amplio realizado hasta el momento sobre la influencia que esto tiene en la salud.
El trabajo se ha publicado en el British Medical Journal, y los resultados, en particular en lo que concierne al desplazamiento en bicicleta, tienen importantes implicaciones e indican que animar al mayor número posible de trabajadores a que cojan la bicicleta tiene que convertirse en una prioridad máxima para los ayuntamientos y los gobiernos.
Los hallazgos
Ir al trabajo en bicicleta o andando —lo que a veces se denomina “desplazamiento activo”— no es algo demasiado frecuente en Reino Unido. De los trabajadores que se desplazan para trabajar, solo el 3% lo hace en bicicleta y el 11% a pie, lo cual representa una de las tasas más bajas de Europa. En el extremo opuesto de la escala, el 43% de los holandeses y el 30% de los daneses pedalean a diario.
Para entender mejor lo que podríamos estar perdiéndonos, nos fijamos en 263.450 personas con una media de edad de 53 años, asalariadas o autónomas, que no trabajaban siempre en casa. Preguntamos a los participantes si solían ir a trabajar en coche, en trasporte público, andando, en bicicleta, o utilizando alguna combinación de estos medios.
A continuación, agrupamos a nuestros trabajadores viajeros en cinco categorías: no activos (los que utilizaban el coche o el transporte público); caminantes exclusivamente; ciclistas (incluyendo a algunos que también caminaban); caminantes de modalidad mixta (caminantes y no activos), y ciclistas de modalidad mixta (ciclistas y no activos, incluidos algunos que también caminaban).
Les hicimos un seguimiento a lo largo de unos cinco años, llevando la cuenta de los casos de enfermedades cardíacas, cáncer y muerte. Un aspecto importante es que hicimos correcciones en función de otros factores que influyen en la salud, como el sexo, la edad, la precariedad económica, la etnia, el consumo de tabaco, el índice de masa corporal, otros tipos de actividad física, el tiempo que pasaban sentados y la dieta. Asimismo, en nuestro análisis tuvimos en consideración cualquier posible diferencia en cuanto al riesgo relacionado con los accidentes de tráfico, al tiempo que excluimos a los participantes que ya tenían cáncer o enfermedades cardíacas.
En el estudio descubrimos que ir a trabajar en bicicleta estaba relacionado con un riesgo de fallecimiento un 41% inferior que cuando el desplazamiento se hacía en coche o en transporte público
Descubrimos que, en general, ir a trabajar en bicicleta estaba relacionado con un riesgo de fallecimiento un 41% inferior que cuando el desplazamiento se hacía en coche o en transporte público. Quienes se trasladaban a su puesto de trabajo pedaleando tenían un riesgo un 52% inferior de morir de una enfermedad cardíaca y un 40% menor de morir de cáncer. Asimismo, el riesgo de desarrollar una enfermedad del corazón era un 46% más bajo, y el de llegar a desarrollar cáncer, un 45%.
Ir andando al trabajo no estaba asociado con un menor riesgo de morir por cualquiera de estas causas. Sin embargo, los caminantes tenían un 27% menos de riesgo de sufrir enfermedades cardíacas y un 36% menos de morir a consecuencia de ellas.
Los ciclistas de la modalidad mixta disfrutaban de un 24% menos de riesgo de muerte por cualquiera de las causas, de un 32% menos de desarrollar cáncer, y de un 36% menos de morir de esta enfermedad. Sin embargo, no tenían un riesgo significativamente menor de sufrir enfermedades cardíacas, mientras que los caminantes de la modalidad mixta no lo tenían en relación con ninguna de los efectos para la saludad que analizamos.
Tanto para los ciclistas como para los caminantes existía una tendencia a una mayor reducción del riesgo entre los que recorrían distancias mayores. Además, quienes hacían parte del camino al trabajo en bicicleta también disfrutaban de beneficios, lo cual es importante dado que mucha gente vive demasiado lejos del lugar donde trabaja para recorrer toda la distancia pedaleando.
En cuanto a los caminantes, el hecho de que los beneficios para su salud fuesen más limitados puede guardar relación con la distancia recorrida, puesto que, en Reino Unido, estos últimos se desplazan menos kilómetros por término medio, en concreto, algo más de nueve a la semana, en comparación con los más de 48 de los ciclistas. Por lo tanto, posiblemente tendrían que caminar distancias más largas para obtener beneficios significativos. No obstante, también es posible que los beneficios menores de caminar tengan que ver con el hecho de que es una actividad menos intensa.
¿Y ahora, qué?
Nuestro trabajo amplía las pruebas aportadas por estudios anteriores en varios aspectos importantes. Nuestro cuarto de millón de participantes superaba a los de todos los demás estudios juntos, lo cual nos ha permitido poner de manifiesto la relación que existe entre desplazarse al trabajo en bicicleta o andando y sus efectos para la salud con más claridad que hasta ahora.
En concreto, los resultados acaban con la incertidumbre precedente en lo que respecta a la relación con el cáncer, así como con los ataques cardíacos y con los fallecimientos relacionados con ellos. Asimismo, contamos con suficientes participantes para evaluar por primera vez por separado los desplazamientos en bicicleta, a pie, y en la modalidad mixta, lo cual nos ayudó a confirmar que pedalear es más beneficioso que andar.
Además, gran parte de las investigaciones anteriores se llevaron a cabo en lugares como China y los países nórdicos, en los que es habitual ir a trabajar en bicicleta y donde existen buenas infraestructuras de apoyo. Ahora sabemos que en un país en el que el desplazamiento activo no forma parte de la cultura establecida se obtienen los mismos beneficios.
Tampoco deberíamos olvidar otras ventajas, como la reducción de la congestión del tráfico y de las emisiones de los vehículos
Es importante insistir en que, aunque hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano por eliminar otros factores que pudiesen influir en el resultado, nunca es posible lograrlo del todo. Esto significa que no podemos afirmar con total certeza que el desplazamiento activo sea la causa de los efectos para la salud que hemos medido. Aun así, nuestras conclusiones indican que los responsables políticos pueden dar un gran paso en materia de salud pública, en particular animando a desplazarse al trabajo en bicicleta. Tampoco deberíamos olvidar otras ventajas, como la reducción de la congestión del tráfico y de las emisiones de los vehículos.
Algunos países van muy por delante de Reino Unido en lo que se refiere a fomentar el uso de la bicicleta. En Copenhague y en Ámsterdam, por ejemplo, la gente va en bicicleta porque es la forma más fácil de circular por la ciudad.
Las cosas no siempre fueron así. Ambas ciudades empezaron por adoptar estrategias claras dirigidas a mejorar las infraestructuras para las bicicletas. Los medios para conseguirlo incluyen aumentar el número de carriles bici, diseñar planes urbanos de alquiler de bicicletas, crear programas subvencionados para comprarlas así como aparcamientos seguros, y dar más facilidades para trasladarlas en los transportes públicos.
Para Reino Unido y otros países que se han quedado atrás, las nuevas conclusiones indican que están ante una clara oportunidad. Si quienes tienen la capacidad de tomar decisiones son lo bastante valientes para estar a la altura del desafío, los beneficios a largo plazo pueden suponer todo un cambio.
Jason Gill, profesor adjunto del Instituto de Ciencias Médicas y Cardiovasculares de la Universidad de Glasgow.
Carlos Celis-Morales, investigador asociado del Instituto de Ciencias Médicas y Cardiovasculares de la Universidad de Glasgow.
Cláusula de divulgación:
Jason Gill recibe o ha recibido financiación del Consejo de Investigación Médica, la Comisión Europea, Diabetes UK, la Fundación Británica del Corazón, Cáncer de próstata UK, Pecho, corazón y derrame cerebral Escocia, la Fundación Wellcome, la Royal Society, TENOVUS, la organización Wellbeing of Women y el Foro Futuro.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.
Traducción de News Clips.
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