'Straight edge', la vida en línea recta
EL DE LOS straight edge es un movimiento que nace en los ochenta del siglo XX dentro de la estela del punk. Toma su nombre de una canción de la banda de hardcore estadounidense Minor Threat cuya letra sienta las bases del modo de vida que los identifica: “Soy una persona como tú / pero tengo mejores cosas que hacer / que holgazanear y joder mi cabeza (…), / aspirar mierda blanca por la nariz. / Yo llevo una vida recta”.
Esa vida recta tiene una serie de exigencias: evitar el tabaco, las drogas, el alcohol y cualquier sustancia que pueda alterar la percepción de los sentidos, y mantener relaciones sexuales solo dentro de parejas estables. Muchos straight edge también son vegetarianos o veganos, pero esta condición no es indispensable. En cualquier caso, ellos no consideran que haya exigencias o requisitos: simplemente se comportan de acuerdo a un estilo de vida coherente con su forma de ser.
Como todos los movimientos juveniles, tienen la música en su origen y en su núcleo. Aparte de Minor Threat, hay numerosas bandas que cubren durante casi cuatro décadas la historia straight edge: State of Alert, 7 Seconds, Youth of Today, Rise Against o Have Heart, entre otras. Esa trayectoria musical sirve quizá para dar continuidad a una corriente que ha ido mudando con el tiempo y que ha sufrido desviaciones ideológicas no compartidas por todos sus miembros. La preocupación por el equilibrio natural del planeta, el veganismo o los derechos de los animales han sido reivindicaciones incorporadas por sucesivas generaciones. Pero también hay algunas singularidades ideológicas, emparentadas con el espíritu contracultural del punk, que han empañado el buen nombre de los straight edge modernos, a quienes se ha tachado de sospechosos y antisociales: Juan Manuel Bustamante, alias Nahuel, fue detenido en 2015 bajo la acusación de terrorismo por haber participado supuestamente en ataques a sucursales bancarias. Al margen de la consistencia policial de las acusaciones, los indicios revelan que era el cabecilla de una facción anarquista que empleaba métodos de secta para captar a menores militantes.
“La parte más politizada del movimiento es la que menos forma parte de mí. Esa parte más radical nos perjudica a todos”.
Matilda Antón, que tiene 35 años y lleva 20 siendo straight edge, reconoce: “La parte más politizada del movimiento es la que menos forma parte de mí. Esa parte más radical nos perjudica a todos”. Para ella, la tolerancia está en el fundamento del estilo de vida: “De joven quizá tenía un punto de vista más extremo. No veía bien que la gente con la que salía se emborrachase hasta perder la cabeza, pero ahora no me enfado ni doy lecciones de moral. He aprendido que el respeto es una de las cosas más importantes dentro del straight edge”.
Pepe Jomeini tiene la misma edad que Antón y es straight edge desde los 20 años, aunque tiene claro que es un error ir “ondeando la bandera para que todo el mundo sepa lo que soy o dejo de ser. No tengo por qué explicarle a nadie mis convicciones, se trata de llevar la vida que consideras mejor para ti, y me parece imprescindible respetar a los que piensan diferente, porque realmente casi todos somos distintos aunque se suponga que estamos en el mismo movimiento”.
El straight edge nace del nihilismo del punk, pero propone algo antagónico: el puritanismo frente al exceso, la contención frente a la rabia. En la turbulencia de la modernidad resulta casi paradójico encontrar a jóvenes –y no tan jóvenes– que, sin místicas religiosas, hacen de algunas renuncias su forma de vida. Tienen hábitos indumentarios comunes y un símbolo que les identifica: la X, tatuada en su piel o exhibida en su ropa. Con ese signo marcaban en algunos conciertos de hardcore de finales de los setenta a los menores de 21 años, a los que estaba prohibido venderles alcohol. Esa marca de restricción se convirtió en marca de orgullo.
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