“Rajoy ayuda al sector duro de ETA”
El consenso dentro del Partido Popular es que el desarme de ETA es insuficiente
“Recuerda ser magnánimo en la victoria”.
Tim Collins, coronel norirlandés del ejército británico
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He pasado buena parte del último año discutiendo con conocidos españoles que insisten en que el Gobierno de Mariano Rajoy es un desastre. Miren lo que hay en Estados Unidos y Reino Unido, vean a la derecha francesa, les digo. En comparación, Rajoy y su gente son el colmo de la decencia y la sobriedad.
Pero me entero de la respuesta del Gobierno español al desarme unilateral de ETA el fin de semana pasado y me veo en la obligación de rectificar, o al menos de agregar un matiz. Es difícil resistir la conclusión de que lo que han demostrado aquí Rajoy y su gente es la irresponsabilidad y la impulsividad infantil de Donald Trump. Una persona con la que hablé la semana pasada fue más lejos. Me dijo que la reacción del Gobierno del Partido Popular al desarme de ETA había sido “una locura”.
La persona es Jonathan Powell, experto mundial en la resolución negociada de conflictos que ha participado como asesor o mediador en una docena de países, España incluida. Powell fue el brazo derecho del primer ministro Tony Blair en la exitosa negociación del final del terrorismo del IRA en Irlanda del Norte. Fue alabado recientemente por el presidente Juan Manuel Santos de Colombia, del que Powell fue asesor durante cinco años, como una figura clave en el proceso de paz que ha conducido al final de la guerra con las FARC.
Nada de lo que ha visto Powell le ha preparado para lo que se ha encontrado en España tras diez años colaborando en el esfuerzo de poner punto final al terrorismo de ETA. Se quedó perplejo en 2007 cuando un alto cargo del Gobierno del PSOE le explicó que los terroristas del IRA eran “buenos” y los de ETA eran “malos”, y sigue perplejo hoy ante la actitud del Gobierno del PP. ETA entrega cerca de 3,5 toneladas de armas y explosivos a la policía francesa el fin de semana pasado pero en vez de celebrarlo, como hicieron el Gobierno francés y el Gobierno vasco, Rajoy y sus correligionarios se enfadan.
Para Rajoy nada ha cambiado. El malhumorado consenso dentro de su partido es que el desarme de ETA es insuficiente, que fue una jugada para intentar lavar su pasado, que lo que tocaba era pedir disculpas y disolverse. No solo el PP sino el establishment político madrileño en general se mostró reacio a reconocer que el desarme de ETA como un paso histórico hacia la consolidación de la paz en el País Vasco. El día después del desarme las portadas de los diarios vascos anunciaban “el adiós a las armas”; las de los diarios madrileños: “la rendición de los terroristas” —no exactamente una noticia ya que ETA declaró un cese de fuego que no ha roto hace seis años—.
“Lo que uno no debe hacer es proclamar que hay ganadores y perdedores”
“Lo que está haciendo el Gobierno del PP y la prensa de derechas es muy peligroso desde su propio punto de vista,” me dijo Powell. “Es una locura. El fin deseado de la disolución de ETA podría ocurrir antes de fin de año pero el Gobierno español lo está complicando lo más posible al insistir en que el desarme fue una derrota y en que ETA debe ofrecer disculpas de rodillas, que sabe que ETA no va a hacer, en vez de crear un clima propicio para que ETA colapse su propia organización. En 1997 nuestra decisión como Gobierno británico fue reforzar a los moderados en el movimiento republicano. Lo que está haciendo el Gobierno español es ayudar al sector línea dura en vez de ayudar a los moderados.”
La dificultad, le dije a Powell, es que el Gobierno español no distingue entre duros y moderados, ni parece querer saber que el desarme de ETA llega en un momento de desapego total de la izquierda abertzale con la lucha armada. Él podrá ver a Arnaldo Otegi, el líder abertzale de más renombre, como un moderado, pero en Madrid se lo considera como un líder terrorista más. Martin McGuinness, un excomandante del IRA que se convirtió en “moderado”, entabló una cierta amistad con Tony Blair y acabó teniendo una cordial reunión con la reina de Inglaterra, a cuyo muy querido primo el IRA había asesinado.
Spain, le dije a Powell, is different. No había necesidad de decírselo.
“En cualquier otro lugar del mundo la gente entiende que en estas circunstancias lo que se busca es acabar el conflicto para siempre, así que lo que no hace el Gobierno es reforzar a algún sector te que desea volver a la violencia. Lo que me preocupa es que sí existe un bando disidente dentro de ETA que podría hacer algo imbécil”.
“Por eso lo que uno no debe hacer es proclamar que hay ganadores y perdedores. Esto lo entienden en todos los lugares en los que he trabajado. Colombia, por ejemplo. Nadie en el Gobierno está intentando humillar a las FARC declarando que fueron derrotadas, aunque esto es lo que ocurrió. Es muy raro que el Gobierno del PP hubiese apoyado el proceso de paz en Colombia, diciendo que había sido muy sensato negociar con las FARC, pero en casa se comporta de una manera totalmente diferente. No me parece muy sagaz”.
Es raro y también contradictorio, no es sagaz ni tampoco pragmático. Para entenderlo a nivel colectivo psicológico, más allá de los cínicos cálculos políticos que puede haber detrás, ayuda saber cómo disfruta el español de su deporte favorito, la indignación. No es difícil entender por qué. La indignación concede al que la siente una rica sensación de superioridad moral sobre el otro. Esto ya lo he escrito aquí alguna vez, como también escribí el año pasado algo relacionado con ello: que no existe en español una traducción de la muy común palabra inglesa compromise, concepto que significa que ambos lados ceden en una negociación para que todos salgan ganando. Powell me dijo que había leído ese artículo y que él tenía una palabra para mí, muy utilizada en el ámbito de la política española, que no tenía traducción al inglés. Intrigado, le pregunté cuál era. “Crispación”, me contestó.
Pues sí.
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